Cuando Barcelona estuvo bajo control de los obreros

Del 16 al 19 de mayo se realizaron, organizadas la Agrupación Revolucionarias No Pasaran que impulsamos desde Clase contra Clase junto a jóvenes y trabajadores revolucionarios, las jornadas para conmemorar el 75° aniversario de los conocidos como los hechos de mayo de 1937. Jornadas que contaron con dos charlas debate, una en la Universidad de Barcelona y otra en la Universidad Autónoma, y un recorrido por los principales lugares donde se desarrollaron los hechos de mayo por el centro de la ciudad.

Estas fueron una buena oportunidad para conocer la historia revolucionaria y obrera de nuestra ciudad, lugares por los que quizá pasamos habitualmente y que esconden un pasado de algunas de las gestas más valiosas de nuestra clase. No creemos que el capitalismo tenga una salida por la vía de la reforma, ni política, ni económica. Sino que los trabajadores y el resto de sectores populares deberemos aprovechar las luchas que promete la actual crisis capitalista para prepararnos a llevar adelante el derrocamiento revolucionario de esta democracia para ricos, para poner la riqueza en las manos y el control de los trabajadores… En ello creemos y para ello consideramos nos debemos de preparar, en primer lugar siendo parte activa y defendiendo esta perspectiva en todas las luchas que se den, a la vez que, reflexionamos y tratamos de aprender de los que antes que nosotros también se propusieron “tomar el cielo por asalto”.

Estas heroicas jornadas de Mayo, dejan al desnudo, libre de toda visión edulcorada o mitifi cadora, cuales fueron las diferentes estrategias que desplegaron las principales organizaciones obreras en la Revolución española, y cuales las consecuencias de las mismas en el desenlace de los hechos. En cierta medida hablar de mayo del 37´, del ahogo en sangre de la revolución española por parte del Gobierno republicano, la Generalitat y el PSUC, obliga a hacer un balance profundo, una reflexión honda, no solo de estas fuerzas, sino también de las que fueron parte activa de las jornadas revolucionarias de julio, la CNT y el POUM.

La revolución española y los Gobiernos de conciliación de clases

La respuesta de los trabajadores al golpe fascista entre los días 18 y el 19 de julio de 1936 suponen el arranque de la revolución española. Mientras el Frente Popular y el Govern de la Generalitat llamaban a la calma y aseguraban tener la situación bajo control, los trabajadores salían en la búsqueda de armas para derrotar a los sublevados, consiguiendo derrotar el golpe militar en la mayor parte del territorio. Los fascistas fueron derrotados en buena parte del territorio, y el Estado burgués republicano dejaba en evidencia su impotencia, a la vez que quedaba en gran medida colapsado. La iniciativa pasó a manos de los obreros y campesinos que empezaron a llevar adelante transformaciones revolucionarias, como las colectivizaciones de las tierras, las fábricas y sectores estratégicos como los transportes. El consumo quedó en manos de Comités de Abastos levantados por los obreros.

También el Orden Público pasó a manos de estos, contando con las Patrullas de Control que establecieron el orden en la ciudad en lugar de la policía. Esto dio impulso a la emergencia de las milicias, organizadas en escasos días y que de inmediato asumieron la lucha militar contra el fascismo, avanzando sobre parte de Aragón y exportando la revolución por todos los territorios que pasaban.

Esta ofensiva de los trabajadores era el temor de la burguesía, no sólo la fascista, sino también la republicana. Desde la hora cero de la revolución, sus representantes políticos comenzaron a diseñar la política con la que tratarían de recomponer el Estado republicano y liquidar los organismos de auto-organización de los trabajadores y las conquistas revolucionarias de julio. Desgraciadamente las organizaciones obreras, como la CNT-FAI y el POUM, se mostraron desde el primer momento dispuestas a colaborar con esta tarea, por medio de la colaboración gubernamental. Desde diferentes organismos, como el Comité Central de Milicias Antifascistas, o el Consejo de Economía de la Generalitat, se fue llegando al primer Govern con consellers de la CNT y el POUM el 26 septiembre de 1936. A comienzos de noviembre la dirección nacional de la CNT-FAI hizo extensiva esta colaboración con 4 ministros anarquistas en el Gobierno central, entre ellos García Oliver y Federica Monsteny. Será sobre todo el Govern de la Generalitat el encargado de ir aprobando los principales decretos contrarrevolucionarios, que a la vez que ayudaban a reconstruir el Estado burgués, iban aniquilando las conquistas revolucionarias de julio. La participación de la CNT y el POUM actuará de “validador” de izquierdas, a los ojos de los trabajadores, de esta política contrarrevolucionaria. La línea colaboracionista de clase de estas direcciones alejará la posibilidad de que aquella multiplicidad de comités se pudiera coordinar y centralizar para imponerse sobre el poder burgués. Hay que decir que la CNT catalana y nacional, que no sólo era el principal sindicato en afiliación junto a la socialista UGT, si no que además acostumbraba a organizar a los sectores más combativos del movimiento obrero en muchas regiones, como Catalunya, al apoyar al gobierno de Companys y Largo Caballero, aportó un elemento decisivo para desorganizar a la clase trabajadora, no sólo militarmente, sino también políticamente, para hacer frente a la contrarrevolución en curso.

A la vez iba creciendo el “partido del orden”, el PSUC, que junto al PCE mantenía el discurso anti-revolucionario más ofensivo desde el comienzo de la guerra. Actuaban como correa de transmisión de Stalin, que quería demostrar su respetabilidad anti-revolucionaria a las potencias democráticas para llegar a un acuerdo defensivo de la URSS. Ayudado por los envíos de dinero, armas y personal técnico, político y militar de la URSS, comenzó una campaña de difamación contra los partidarios de la revolución se defi nían como abiertamente anti-estalinistas, el POUM, tachándolos de agentes nazis, llegando a forzar su expulsión de la Generalitat en Diciembre de 1936.

La primera medida tomada fue el burgueses y quintocolumnistas, restableciéndose la justicia burguesa, ahora rebautizada con el nombre de Tribunales Populares. Se aprobaron entonces los primeros decretos contra las colectividades de la industria y el campo, que buscaban asfi xiar negando préstamos a aquellas que no estuviesen bajo el control de la Generalitat. Y por supuesto, los decretos sobre la militarización de las milicias, por el cual, todas las milicias debían pasar a formar parte de un ejército tradicional a las órdenes de la República, y donde esto no ocurría se practicaba el desabastecimiento sistemático de armas, municiones y pertrechos.

Expulsado el POUM de la Generalitat, la CNT continuó dando cobertura a una batería de leyes que atacaban frontalmente las colectividades y comités. Aboliendo los Comités de Abastos, dando vía libre de esta forma, a la especulación de muchos comerciantes con los productos de primera necesidad y su escasez por acaparamiento. Sólo cuando la Generalitat decretó contra las Patrullas de Control, los dirigentes de la CNT se opusieron, más bien como forma de conservar sus ministerios. Si quedaban totalmente desarmados, ¿iban a seguir contando con ellos? Sin embargo esta oposición, fue la señal para la burguesía de que había que pasar a una nueva fase de la contra-revolución, una fase más agresiva, que es a la que se dará inicio con los hechos de mayo.

Los hechos de Mayo y la política de la CNT y el POUM

En la retaguardia republicana, el supuesto paladín del anti-fascismo a nivel mundial, los trabajadores tenían tres camiones de la Guardia de Asalto republicana para tomar el control del edificio de la Telefónica. Además de un alto valor simbólico, para cuya toma el 19 de julio se habían dejado la vida numerosos compañeros, para la burguesía en su tarea de recomponer su Estado, el control de las comunicaciones era un aspecto clave. Esto provocó la inmediata respuesta de la mayor parte de los militantes revolucionarios de la CNT, la FAI y el POUM, que empalmó con el malestar obrero y popular producto de los sucesivos decretos que minaban sus conquistas.

Esa tarde del día 3 de mayo, la Barcelona obrera se volvió a alzar con las armas en la mano, a levantar barricadas, esta vez para defender las conquistas revolucionarias de julio, que la burguesía republicana, con sus aliados estalinistas, quería terminar de liquidar. Los barrios obreros volvieron a estar bajo el control armado de los trabajadores, mientras en El Palacio de la Generalitat, en la Plaza Sant Jaume, así como las sedes de Estat Catalá y el PSUC se fortificaban con barricadas. Los cañones de Montjuic, bajo control de obreros de la CNT, apuntaban a estos edifi cios. En Lleida se tomó el cuartel de la Guardia Nacional Republicana, y en Tarragona y Girona fueron ocupadas las sedes de los partidos contra-revolucionarios. También la insurrección impactó en el frente, milicianos de la ex-Columna Lenin del POUM empezaron a marchar sobre Barcelona, también la División Rojinegra, e incluso la ex-Columna Durruti se concentró en Barbastro para decidirlo. Sólo la gestión de diversos dirigentes anarquistas pudo evitarlo.

Las estampas del 19 de julio se reproducían. Si en esa fecha, los trabajadores desoyeron los llamamientos a la calma del Frente Popular, ahora, en mayo, tenían que hacer oídos sordos a llamamientos del mismo tipo. Sin embargo, esta vez, venían de los dirigentes que en julio les habían alentado a tomar las armas. En nombre de la unidad anti-fascista, los dirigentes regionales y nacionales de la CNT, personificados en los ministros anarquistas como Montseny y Garcia Oliver, les pedían a los obreros entregar las armas, levantar las barricadas y volver al trabajo. Actuaban así, una vez mas como aliados de “izquierda” de la contra-revolución burguesa-estalinista que se proponía dar a la revolución su último golpe. Incluso después de la derrota de esta insurrección, en la que colaboraron, siguieron desplegando una política servil de la burguesía republicana. Tras ser expulsados del Gobierno central estarían rogando su reingreso en el Gobierno de Negrín hasta 1938, cuando lo consiguieron. Mientras miraban para otro lado ante las desapariciones, asesinatos, encarcelamientos…de centenares de sus mejores militantes, o ante el proceso de aniquilamiento del POUM. Esquerra y el PSUC, con sus aliados en Valencia de Izquierda republicana y el PSOE, que mantenía la Presidencia del Gobierno en la fi gura de Largo Caballero, ayudarán a aplastar la revolución con el envío desde Valencia de 8.000 Guardias de Asalto. Si la Barcelona revolucionaria, el corazón de la revolución española, era aplastada con los consecuentes arrestos, torturas y asesinatos de los elementos más revolucionarios y combativos del movimiento libertario, esto allanaría el camino para terminar de liquidar la revolución en el resto de Catalunya y el Aragón oriental, como El POUM venía de jugar un papel de “comparsa” de los dirigentes cenetistas. El mismo Nin, como Conseller de justicia, tomó parte personalmente de la disolución del Comité Local y los Tribunales Populares de Lleida, ciudad bajo control del POUM, donde sus militantes iban a oponer resistencia armada a las tropas de la Generalitat que pretendían reinstaurar el viejo Ayuntamiento republicano. Al estallar los hechos de Mayo, en principió saludaron la respuesta de los obreros, pero cuando los dirigentes de la CNTFAI se declararon contrarios al levantamiento terminaron sumándose a los llamamientos a la calma y al abandono de las barricadas a partir del día 6. Y esto además con declaraciones muy irresponsables, donde señalaba que el proletariado había resultado vencedor en el choque, sólo horas antes de que la ciudad fuese tomada, tras la retirada de los obreros, por 8.000 Guardias de Asalto que iniciaron el desarme, las detenciones, y el asalto a sedes sindicales y del POUM.

Había alternativa revolucionaria a la derrota

A pesar del enorme heroísmo de la clase obrera española, que tanto en julio del 36 como en mayo del 37, fue capaz de actuar muy por encima de las consignas equivocadas que emanaban del Gobierno republicano y sus direcciones políticas y sindicales, esto no fue suficiente para vencer. Una de las grandes tragedias para la revolución española fue la inexistencia de un partido revolucionario, que apostase decididamente por combatir el fascismo y al mismo tiempo que se preparara para que la revolución iniciada el 19 de julio se terminara de imponer sobre las ruinas del Estado republicano, uniendo de esta manera las tareas de la guerra y la revolución. Este heroísmo se hizo carne en destacados sectores que trataron de convertir su experiencia en un programa para defender y hacer vencer a la revolución. Como sectores del movimiento libertario que rompieron con la política colaboracionista de la CNT y llegaron a plantear un programa que apuntaba a levantar una alternativa de clase y revolucionaria, a desarrollar un poder obrero que socializara la economía y levantar un ejercito proletario para acabar con la reacción, revisando de esta forma muchos de los prejuicios que configuran la ideología anarquista, a pesar de que en ningún momento éstos dejaron de considerarse como tales. No así, por la dirección de la CNT-FAI que intentara expulsarlos bajo la acusación de bolcheviques y trotskistas. Uno de ellos, aunque no el único, fue Balius, antiguo redactor de Solidaridad Obrera, quien será fundador de los “Amigos de Durruti” confluyendo con cientos de milicianos que volvían a la retaguardia con sus armas en rechazo al decreto de militarización y cientos de cenetistas de las Juventudes Libertarias, el Sindicato de la Alimentación o los mineros de Sallent, entre otros. Esta agrupación fue fundada el 7 de marzo y llegó a contar con 4000 adherentes. En Mayo jugó un papel clave en los combates callejeros, levantando y organizando una gran parte de las barricadas en especial en las Ramblas. Pero lo más destacado fue el programa que levantaron donde se mostraban partidario de constituir un poder obrero en la consigna de “Junta Central Revolucionaria” basada en organismos de democracia directa de trabajadores, campesinos y combatientes, así como la pelea por la socialización de la economía -en contra de la autogestión federalista que llevaba a una especie de “capitalismo sindical” y también del control que la Generalitat quería re-imponer- o por un Ejército proletario, en contra del Ejército Popular bajo mando burgués y estalinista. También en el interior del POUM surgieron voces contrarias a la posición de Nin, y lo hicieron en torno a la célula 72 de dicho partido, dirigida por Josep Rebull. Escribió y peleó internamente por una línea contraria a la participación en el Govern, siendo partidario de retomar una política de independencia de clases y revolucionaria, y alentando a que su partido levantase y pusiera en practica allí donde tenía incidencia una política de desarrollo “soviético” de los diferentes comités en los que tenía influencia, alentando la elección de delegados y su coordinación y centralización democrática.

Por último, la corriente que planteó una alternativa revolucionaria de la forma más consecuente a la política de la CNT y el POUM, fueron los trotskistas. Es decir, el pequeño grupo español de la Oposición de Izquierda Internacional, la llamada Sección Bolchevique Lenista de España, dirigida por Grandiso Munis, que contaba con un puñado de militantes en Madrid y Barcelona con escasa incidencia en los acontecimientos. Ellos junto a León Trotsky, que siguió desde su exilio en Turquía, Francia, Suecia y finalmente México, muy de cerca los acontecimientos, trataron de infl uir sobre Nin, la Izquierda Comunista y el POUM hasta el último momento, incluso anticipándose a sus errores, para que abandonaran su política criminal de conciliación de clases.

La estrategia y el programa de Trotsky y la oposición de izquierda para el Estado español, se basaban sobre todo en el bagaje teórico y practico del marxismo revolucionario, en especial la enorme experiencia de la revolución rusa. Esta corriente fue la primera y única en oponerse sin ambages al Frente Popular, una maniobra de conciliación de clases que venía a actualizar la política ya ensayada por los mencheviques y social revolucionarios rusos con el apoyo al Gobierno de Kerensky. Un legado que Trotsky y la Sección Bolchevique Leninista Española quisieron poner al servicio de la revolución española, que podríamos sintetizar en la independencia política de clase, luchando por la construcción del poder proletario a través de órganos democráticos de autoorganización centralizados que constituyesen un Gobierno de trabajadores sobre las ruinas del régimen republicano. El desarrollo de estos organismos de autoorganización o soviets, además de ser vitales como los pilares este poder proletario, por otro lado eran esenciales para que los revolucionarios pudieran conquistar la dirección de las masas, arrancándolas de la influencia de las direcciones reformistas.

La expropiación, socialización y planificación democrática bajo control obrero de toda la economía, la guerra revolucionaria contra el fascismo junto a la construcción de un Ejercito Proletario y levantar ofensivamente un programa revolucionario y de extensión de la revolución a Europa y el mundo como la única posibilidad de evitar el avance del fascismo y la carnicería imperialista que estaba en ciernes, eran las tareas que el poder obrero debía asumir para poner en pie una revolución triunfante que sentara las bases para superar al capitalismo.

Desgraciadamente, este programa no pudo hacerse carne a tiempo en sectores significativos del proletariado. Por un lado la ruptura política de Nin con Trotsky sobre todo tras el apoyo del primero al Frente Popular, no permitió que dicho legado se cristalizase en un partido con una implantación e influencia suficiente entre los trabajadores catalanes o del Estado español. En el movimiento libertario quienes comenzaron a plantear un programa en este sentido por la fuerza de la propia realidad aún eran pocos, unos 4000 adherentes, y con muy poco tiempo de existencia -sólo dos meses- y por lo tanto, aún poca experiencia en la lucha contra su propia dirección, y sin terminar de transformar ese programa en una estrategia para vencer, así como todavía menor reconocimiento y apoyo entre las bases cenetistas en comparación a sus dirigentes históricos, que a pesar de su política traidora, aún gozaban de cierto prestigio heredado.

Una dirección revolucionaria no se puede improvisar en medio de la revolución misma, si no que debe formarse y foguearse antes, aglutinando a los elementos más decididos, combativos y organizados de nuestra clase, anclándose en los centros de trabajo, ganado el apoyo y la confianza de los trabajadores… en definitiva tratar de llegar lo mejor preparados a los combates decisivos, con un plan decidido a vencer.

Conclusiones

Esto no quiere decir que la experiencia de estos sectores no tuviese un gran valor. Aunque no pudieran incidir decisivamente en el rumbo de los acontecimientos, contribución de un gran valor para las generaciones futuras, para los revolucionarios del mundo en la actualidad. La actual crisis capitalista nos devuelve a escena tendencias que podríamos recuerdan o nos devuelven a lo vivido en los años 30 del S.XX. La crisis económica no para de avanzar y conducirnos a un empobrecimiento histórico, las tensiones entre los Estados también, así como los fenómenos de la lucha de clases, tanto por izquierda, como por derecha, como estamos viendo con el auge de la extrema derecha en varios países… El capitalismo nos está conduciendo de nuevo a la encrucijada en la que se tendrá que imponer la revolución o bien lo hará la contra-revolución sobre nosotros. Muchos sectores de la izquierda ante esta situación hablan de construir partidos anti-capitalistas, amplios, sin delimitación de clase y con un programa que no hable de revolución, ni se prepare para la misma. Dicen que es la manera de adaptarse a los “nuevos tiempos”, a la mentalidad de la gente. También hay sectores que retoman los viejos prejuicios del anarquismo, muchas veces mezclados también con el pensamiento posmodernos, el autonomismo… y otras ideologías nacidas bajo la ofensiva neoliberal. Es común oír hablar en contra de la idea de prepararse para tomar el poder, de construir partidos revolucionarios…La revolución española, y las razones de su derrota, muestran que todas estas ideologías, vendidas como “nuevas”, ya fueron ensayadas. El POUM demostró como los acontecimientos revolucionarios le superaron y fue incapaz de levantar una alternativa revolucionaria, su entrada en el Frente Popular en febrero de 1936 para como decían “no aislarse de las masas”, fue una adaptación a la política de conciliación de clases que después practicarían a “gran escala” con su entrada en el Govern.

También el anarquismo y sus prejuicios contra el poder y la organización de una dirección revolucionaria en un partido de trabajadores quedaron puestos en cuestión por el papel de la CNT. Al chocarse con la realidad, con una revolución que para sobrevivir iba a tener que enfrentar al fascismo de un lado y a la burguesía republicana y el reformismo vieron como no podían abstenerse de tomar el poder, es decir; controlar el orden público, la represión de la reacción, la lucha en el frente, la producción, los transportes… Una parte, la dirección de la CNT y la FAI, rehusó a ello, y optaron -para no aplicar la “dictadura del proletariado” por participar en el Gobierno y ayudar así a recomponer la “dictadura del capital” con rostro democrático.

Otra parte, de la que los Amigos de Durruti fueron su máxima expresión, rompieron con buena parte de estos prejuicios apostando por la conquista del poder por los trabajadores, por centralizar y planificar democráticamente la economía por parte de los obreros y erigir un Ejercito proletario eficaz y disciplinado. Incluso la misma idea de dirección revolucionaria, fue planteada por este sector, su ausencia, como una de las claves para comprender la derrota. Ideas que tendían a confluir con el bagaje teórico y la experiencia del marxismo revolucionario. Sin lugar a dudas, fueron las posiciones de los trotskistas y los escritos del mismo Trotsky los que más consiguieron levantar una crítica y balance a la política de las direcciones obreras, y levantar un programa y estrategia para vencer. Esto fue debido a que no se basaba en exclusiva en la misma experiencia española, partiendo de cero, sino de casi un siglo de movimiento obrero, de revoluciones como la rusa, la alemana, la china…, de la lucha contra en estalinismo… cuyas lecciones se habían condensado en el marxismo revolucionario de la Oposición de Izquierdas Internacional.

La revolución española constituyó pues una gran experiencia, que debemos tomar como herencia de nuestra clase, para definir cuales son las líneas maestras por las que debemos construir un programa, una estrategia y una organización para que en el siguiente intento de “tomar el cielo por asalto”, los trabajadores y oprimidos terminemos venciendo.

 

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