Las recientes elecciones vascas y gallegas muestran una interesante foto fija de algunas de las tendencias políticas que se vienen desarrollando bajo los golpes de la crisis capitalista, las fisuras crecientes en el Régimen del 78 y las duras medidas de ajuste de Rajoy y las Autonomías.
Se profundiza la crisis del bipartidismo
Si bien el PP Gallego de Feijóo ha revalidado su mayoría absoluta, ampliándola en tres diputados, esta victoria la obtiene sin un aumento de votos y aún retrocediendo un punto. Un resultado “respetable” pero que se da en el principal “feudo electoral” del PP -donde ha gobernado toda la etapa democrática salvo el paréntesis 2006-2009- y después de una campaña en la que Feijóo ha creado un “cerco sanitario” para impedir que Rajoy interviniera en campaña.
Por más que desde la Calle Génova se quiera vender esto como un respaldo electoral a la gestión de Rajoy, ni ellos mismos pueden creerse el “espejismo gallego”. El conjunto de las encuestas vienen dando caídas brutales en la intención de voto al PP, de hasta 16 puntos, algo que este partido ya sufrió en las elecciones asturianas y sobre todo las andaluzas de marzo (donde perdió medio millón de votos respecto a las generales de noviembre de 2011). Los resultados del PP vasco están más en la tónica estatal, con un retroceso de dos puntos y tres diputados.
Coyunturalmente el PP sale reforzado, sobre todo internamente. El Gobierno es consciente que externamente este resultado no puede compensar el desgaste electoral en otros territorios y sobre todo la creciente movilización social que tendrá un punto álgido en la próxima huelga general del 14N. Rajoy sí que puede calmar las soterradas críticas internas, calmar ese frente, pero se le siguen abriendo otros muchos por afuera.
Pero donde más se acentúa la crisis del bipartidismo es en su flaco “izquierdo”. El PSOE sufre un retroceso de 10 puntos en los resultados de sus filiales vasca y gallega. Un batacazo que tira por la borda las falsas “mieles” de marzo en Asturias y Andalucía, donde aun bajando en votos pudo formar gobierno -en un caso por la división de la derecha asturiana y en el otro por la subida electoral de su socio IU-. Una debacle electoral que acentúa la de las generales de 2011, confirma la que muestran las encuestas y preanuncia la que el PSC promete sufrir en las catalanas del 25N.
El PSOE de Rubalcaba, aparentemente “pacificado” tras el último Congreso, parece que puede volver a precipitarse en una crisis interna aguda. Sólo gobierna ya en 2 de 17 autonomías y bastiones como los socialistas catalanes se encaminan a retrocesos históricos. Las voces que piden “auto-crítica”, “reflexión interna” y hasta “cabezas” crecen en su interior. En algunas federaciones las deserciones y escisiones crecen, como la del sector catalanista del PSC que ha quedado excluido de las listas para el 25N.
En conclusión estamos ante una situación no exenta de contradicciones para el Régimen del 78. Por un lado los dos principales partidos del Régimen del 78, los más comprometidos e implicados en las políticas anti-obreras, están sufriendo una creciente crisis y deslegitimación social -más allá de “respiros” coyunturales como el del PPdG-, que no sólo los debilita a ellos sino al Régimen de conjunto. Por otro lado, los principales partidos de las burguesía vasca y catalana (PNV y CiU) que son parte del sostén del Régimen no están en una situación de crisis interna, sino por el contrario se están fortaleciendo. Pero este fortalecimiento, su “salvación de la quema”, se hace en base a un giro soberanista que golpea a una de las líneas de flotación de la Transición, el Estado de las autonomías.
Crecen las expresiones electorales de una inicial polarización por izquierda, aún en clave reformista
Este hundimiento del centro, que de momento está golpeando más al PSOE, tiene su expresión en el fortalecimiento de opciones a su izquierda, con un discurso anti-neoliberal y con formas relativamente “radicales” o “contestatarias”. Esto ya se expresó en las generales de 2011, con la subida de IU y la entrada de AMAIUR al Congreso con 285.000 votos, en las andaluzas, también con el ascenso de IU, y en mucha menor medida las asturianas.
En esta ocasión ha sido el partido de Beiras -Alternativa Galega de Esquerda-, una escisión por izquierda del BNG, el que ha capitalizado la crisis del PSdG y del mismo BNG -los dos protagonistas del bi-partito que desalojó temporalmente al PPdG del Gobierno de la Xunta para seguir aplicando sus mismas políticas-. En Euskadi se ha mantenido el fenómeno AMAIUR, esta vez en la candidatura de la izquierda abertzale EH-BILDU que ha casi repetido los resultados de las generales -275.000 votos esta vez-. En este caso la moderación del discurso y el programa se viene acelerando a pasos agigantados, fortaleciéndose los llamamientos a resolver la cuestión nacional vasca por medio de una negociación con el Estado español e incluso no incluyendo en el programa la celebración de una consulta por el derecho de auto-determinación.
Se va pues consolidando una tendencia al fortalecimiento electoral de distintas variantes de reformismo de izquierda -en muchos casos con un componente nacionalista- que a la vez que expresan un desplazamiento a la izquierda de parte del electorado, pueden actuar como desvíos electorales o para encauzar en los marcos del Régimen de la movilización social creciente. Además de BILDU o la AGE, está el ascenso de IU, algunos proyectos reformistas de distinto tipo que vienen desarrollándose -EQUO, Izquierda Abierta, el Frente Cívico de Anguita…- o fenómenos más mediáticos como la “Revolución Gordillo” que vimos este verano.
En Cataluña esta polarización por izquierda está aún contenida por el giro “soberanista” de CiU, que gracias a la política de clara colaboración de clases de la Assemblea Nacional Catalana y las principales fuerzas independentistas, está siendo la principal capitalizadora del movimiento por el derecho de autodeterminación que llenó las calles en la pasada Diada. Sin embargo en las últimas semanas está reapareciendo con fuerza las Candidaturas de Unitat Popular (CUP) que impulsa la izquierda independentista, y que en apenas 10 días han reunido 27.000 avales para presentarse (cinco veces más de los necesarios). Hay que ver si consiguen canalizar a aquellos que estando a favor de luchar por los derechos democráticos del pueblo catalán, consideran que no se puede hacer junto a los mismos que están descargando el peso de la crisis sobre este mismo pueblo.
Este fenómeno no es exclusivo del Estado español, sino que está ligado al ascenso electoral de otras formaciones como el Frente de Gauche en Francia -formado por el PCF y el Partit de Gauche creado de una escisión del PSF-, la Syriza griega -compuesta sobre todo por el euro-comunismo heleno-, el Links Partei alemán – formado por una escisión del SPD y los herederos del estalinismo de la RDA, aunque ahora en retroceso electoral por sus tempranos compromiso de gobierno con el SPD- y otros grupos menores como Respect en Inglaterra.
En todos estos casos se levantan proyectos políticos que combinan la movilización social para presionar a los distintos Gobiernos y la defensa de un programa de reformas políticas y sociales en los marcos de los regímenes políticos actuales y la UE.
Se refuerzan las posiciones soberanistas vasca y catalana
Por último los resultados vascos expresan el aumento, también en el País Vasco, de aquellos que son partidarios del ejercicio del derecho de autodeterminación de las nacionalidades. Casi un 60% del voto ha ido para las fuerzas “soberanistas”, si bien tanto en PNV como EH-BILDU han rebajado mucho sus demandas y propuestas concretas en este sentido de sus programas electorales. El “efecto Diada” ha tenido pues cierta repercusión en el País Vasco.
El próximo Gobierno vasco -previsiblemente del PNV- tendrá que lidiar con las expectativas de gran parte del pueblo vasco de poder hacer efectivo sus derechos democráticos como pueblo, animados también por la creciente demanda en esta misma dirección que se plantea en Catalunya. El PNV, fiel representante de la burguesía vasca, si bien sigue usando demagógicamente las justas reivindicaciones nacionales para obtener respaldo social, parece “no querer líos”. Pretende limitarse a negociar una ampliación de las competencias, pero en el marco de la ofensiva re-centralizadora del PP por un lado y la creciente competencia de EH-BILDU (que está cerca de superarle en la posición de primera fuerza) puede obligarle a dar un giro soberanista como el de su colega Arthur Mas. Una posible alianza con el PSE alejaría en parte esta perspectiva, pero hay que ver si las presiones por un lado y otro pueden hacerla duradera y estable o termina rompiéndose prematuramente.
Este escenario vasco, junto al previsible que saldrá de las elecciones catalanas, hace que el retorno de la cuestión nacional de Euskadi y Catalunya, vaya a ganar en importancia en el próximo periodo.
Dos Gobiernos que no tienen nada que ofrecer a los trabajadores y el pueblo
Los próximos Gobiernos del PPdG y el PNV serán sin duda los aplicadores autonómicos de las políticas de ajuste de Rajoy y Merkel. La lealtad de Feijóo y Urkullu a esta hoja de ruta se ha demostrado suficientemente, tanto en la legislatura gallega anterior como en el compromiso del PNV en el Congreso apoyando buena parte de los paquetes anti-obreros del PSOE y el PP. Una posible entrada de EH-BILDU en el Gobierno vasco no evitará esta perspectiva, como tampoco la entrada de IU en la Junta de Andalucía ha frenado la política de ajuste. Muy al contrario, solamente le daría un falso barniz de “izquierda” y “abertzale” a un Gobierno anti-obrero y que tratará de mantener el Régimen del 78 y el Estado de las Autonomías, en el que tan bien se ha integrado la burguesía vasca en los últimos 30 años.
En Galicia y en Euskadi, como en el resto del Estado, el único camino para paralizar las políticas de ajuste, es la movilización de los trabajadores y la juventud contra los respectivos gobiernos de turno. Lo mismo sucede para alcanzar el derecho de autodeterminación. Las opciones reformistas que se venden como “solución” a nuestros problemas son utopías que nos conducen a un callejón sin salida, haciéndonos confiar en la vía institucional y la movilización social concebida sólo como instrumento de presión.
Ningún Gobierno del Régimen del 78 va a resolver nuestras necesidades. Es necesario empezar a plantearse una alternativa real, revolucionaria, que se proponga derribar el Régimen del 78 y abra un proceso constituyente revolucionario, donde podamos resolver los grandes problemas democráticos y avanzar en la expropiación de los capitalistas para hacerles pagar su crisis. Un proceso así solo podrá ser convocado si dejan de gobernar los banqueros y patrones por medio de sus partidos, y lo empezamos a hacer los trabajadores, es decir si imponemos un Gobierno de trabajadores. Para todo ello es necesario que los trabajadores y la juventud del Estado español no confiemos en el reformismo de izquierda hoy en “reconstrucción”, y nos dispongamos a levantar un gran Partido Revolucionario que se prepare para los combates que están por venir.