La (no) estrategia para vencer de la izquierda anticapitalista frente al derecho a la autodeterminación

La movilización por el derecho a decidir está mostrando su gran potencial. Un debate de estrategia con la izquierda anticapitalista.

A pocos días del 1O, la respuesta a la represión del Gobierno y las reaccionarias instituciones del Régimen del 78 va mostrando su potencial: manifestaciones masivas, huelga estudiantil, la respuesta de los estibadores y de los bomberos, la huelga de los sindicatos alternativos, la disposición a ocupar colegios para poder votar, comités de defensa del referéndum por barrios.

Esta gran movilización social supera en los hechos a la hoja de ruta del Junts pel Sí, la de la ’desobediencia institucional’ y movilizaciones ciudadanas puntuales y controladas, que no ha preparado la respuesta necesaria y efectiva para derrotar la ofensiva represiva actual. A días del 1-O, ni la propia dirección del puede ocultar que el referéndum y sus posibilidades de realización han sido duramente golpeadas.

Frente a una de las crisis políticas más agudas de los últimos años, la izquierda anticapitalista, independentista o no, tiene un gran desafío, que es poner en pie un gran movimiento independiente que enfrente la represión del Estado y defienda el 1-O, desarrollando la lucha de clases para conquistar el derecho a la autodeterminación y para “decidirlo todo”, bajo una hoja de ruta obrera y popular que la dirección del ’procesisme’ ha encorsetado estos 5 años, mientras el PDeCAT y ERC mantenían sus políticas de ajuste y ataques envueltos en la estelada. Frente a este enorme desafío ¿cómo se encuentra la izquierda?

“La victoria es una tarea estratégica”

Una furgoneta que simboliza al “procés” con un motor que es el pueblo, llega a destino después de años de recorrido, empujada por los líderes de la CUP Quim Arrufat, David Fernández y Gabriela Serra. Pero en el camino final hay un barranco, la furgo se cae y se hace pedazos. “¿Y esto es Ítaca?” Se preguntan. “Eso es un barranco”, responde Eulalia Reguant. Y le sigue Gabriela Serra que remata con “Ítaca la hace el pueblo”.

“¿Y ahora qué?” continúan, “¿Ahora, comienza el mambo” responde Ana Gabriel incorporándose a la escena. Una multitud de jóvenes bailan bajo el lema “Caminante no hay camino”. La Ítaca la hace el pueblo, al ritmo del mambo, o más bien de la espontaneidad de “pueblo”, sin camino, sin estrategia.

La (no) estrategia, o la utopía de luchar contra un Estado “demofóbico”, autoritario nacido de las entrañas del franquismo, dentro de los márgenes del sistema capitalista. En una entrevista reciente David Fernández dijo, “El dilema al final se ha convertido en escoger entre profundización democrática o involución democrática”.

Un punto de contacto con la mayoría de la izquierda del Estado español (y europea) no independentista, expresada como la (no) estrategia de luchar por una “democracia radical y plural”, que en Catalunya hoy significa luchar porque “se lleve adelante el referéndum” como un “de ejercicio de democracia”. Y “ya se verá después”, porque el 1-O ya es un “ejercicio de libertad y de ruptura política” en sí mismo.

Josep Maria Antentas – de Anticapitalistes, hoy en Podem- en un artículo en Viento Sur, plantea que el “proceso independentista” debería vincularse “con el legado, el significado y la agenda de lo que fue el 15M en 2011” y de este modo, a la “propuesta de Estado propio de un plan concreto de emergencia social y regeneración democrática”. En el mismo sentido Teresa Rodríguez y Miguel Urbán analizan respecto al 1-O que, “los y las de abajo deberíamos contemplar la escena, como un momento impostergable para la recreación democrática, la redefinición de las lógicas de la participación en política entre iguales. Porque estamos convencidas de que la celebración libre y con todas las garantías posibles del referéndum el 1 de octubre, y no su prohibición, contribuirá –sea cual sea su resultado– a la profundización de la democracia”.

’Regeneración democrática’, ’profundización de la democracia’. Una utopía que deja a este gran movimiento democrático sin estrategia frente al ataque del Estado que hoy podemos vivir en nuestras carnes con la escalada represiva de ’esta’ democracia: Régimen, instituciones judiciales y policiales, la casta del PP-PSOE, es decir el Estado, no permitirán este “ejercicio de libertad”.

Es la utopía de la “revolución democrática”, sin unir las demandas democráticas más sentidas, con las demandas sociales que trastocan los intereses de la clase capitalista. Es la falta de una estrategia para triunfar de la izquierda actual, una suerte de continuidad de la tesis de la “orfandad estratégica” que desarmó al NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) francés y que dejó destrozado al trotskysmo español desde finales delos 70.

La lucha por derecho a la autodeterminación necesita, para triunfar, de una estrategia que rompa el marco no sólo de un gobierno autoritario, si no el orden social en el que se basa éste y la misma “democracia”. O ¿Acaso las actuales leyes, instituciones y los 12.000 guardias civiles y policías enviados a Catalunya contra el 1-O, no constituyen la ’democracia’?

“La victoria es una tarea estratégica”, decía León Trotsky hablando a la izquierda catalana durante los acontecimientos del Mayo del ’37. Quién dirigió la gran Revolución rusa, de la que estamos en su centenario, decía que “en los momentos cruciales de los giros históricos, la dirección política puede convertirse en un factor decisivo como el de un comandante en jefe en momentos críticos de la guerra. La historia no es un proceso automático. Si no ¿para qué los dirigentes?, ¿para qué los partidos?, ¿para qué los programas?, ¿para qué las luchas teóricas?” (León Trotsky, 1940).

No estamos frente a una revolución, pero podríamos acercarnos a “giros históricos” y prepararse para ellos “es una tarea estratégica” ¿Cómo viene preparándose la izquierda independentista, o no independentista, cuyo horizonte es anticapitalista y socialista?

Desde la caída de la URSS y durante la ofensiva neoliberal de los 90, la mayoría de los grupos de la izquierda trotskysta abandonaron “la estrategia”. Es decir, la preparación y la articulación de los combates parciales para el arte de vencer en la perspectiva de la revolución, buscando atajos para crecer, por lo que buscó diluir el programa, las referencias ideológicas para adaptarse a la realidad.

Eso llevó a que en el Estado español organizaciones como Anticapitalistas o Revolta Global, se disolvieran en Podemos con el objetivo de “llegar a las instituciones” siendo parte de organizaciones reformistas, pero defendiendo la “movilización” o el “poder popular desde abajo” en los movimientos sociales, para abrir un proceso de “radicalización de la democracia”. Otras organizaciones como En Lucha se disolvieron en la CUP en Catalunya y en Podemos en el resto del Estado.

La tragedia aquí es que la estrategia revolucionaria es reemplazada por proyectos que llevan a regenerar al Régimen del 78, que se ponen a prueba en momentos históricos como el actual. El de la izquierda que va detrás de Podemos, formación que exige un referéndum con garantías sin defender el 1-O, aprovechando la crisis del PP para profundizar sus pactos de gobierno con el PSOE. O el de la CUP, que busca luchar por el derecho a la autodeterminación y la independencia, junto a Junts pel Sí. Ambos proyectos, aunque opuestos respecto a la cuestión nacional catalana, siguen detrás de una política de conciliación de clases.

La mano extendida a los partidos capitalistas: el proceso catalán y su dirección

En este artículo hablaremos de la CUP. Estamos ante un segundo capítulo de su creativo cortometraje. El primero, hecho en septiembre de 2015,, -y estaba lleno de tantas verdades en su discurso como de contradicciones en lo que sucedía en la “realpolitik”-, mostraba a los dirigentes de la CUP rechazando que el motor de la furgoneta sea, en aquel momento, el partido de Artur Mas, apostando por tirar adelante con el proceso “sin renunciar a nada” con el motor de la movilización popular. Como decía Serra en aquellos tiempos, “no vamos al mismo sitio”.

Era el 2015 y el PDeCAT, por medio de la lista de “Junts pel Sí”, pretendía reeditar un nuevo “día de la marmota” después de las elecciones parlamentarias de aquel 27S. Pero para la CUP, bastó con cambiar la figura de Artur Mas por Puigdemont, es decir continuar la “mano extendida” con las mismas fuerzas y sujetos sociales, el mismo aparato y base social del principal partido de la burguesía catalana, y su socio ERC. Una política de conciliación de clases tras la llamada “unidad popular”, entendida como la unidad de los trabajadores y sectores populares, con la burguesía y los representantes políticos de las grandes familias.

A siete años del retorno de la cuestión nacional catalana, muchos militantes de la izquierda independentista, plantean que la CUP “impuso” su hoja de ruta, primero al president Artur Mas de CIU, a quien “desplazó” para después imponersela al PDeCAT y Puigdemont. Llegado a este punto de ’desobediencia’ institucional, con Referéndum y Llei de Transitorietat, “ahora le toca al pueblo”. Y en una segunda etapa, que no se sabe cuándo, ni cómo, ni hacia dónde, la CUP se planteará la confrontación con el partido burgués de Puigdemont. ¿Con qué dirigentes, con qué programa, con qué partido “irá el pueblo? Preguntas estratégicas.

La lucha por etapas. La postergación de las demandas sociales en la lucha democrática

Quien escribe este artículo, ya polemizó hace dos años con esta dinámica de “lucha por etapas” de la CUP hasta llegar a la Independencia y el Socialismo. El artículo Podemos, la izquierda independentista y la lucha por la autodeterminación decía:

“El gran drama está en abandonar una ’estrategia de clase’ [o independiente de la burguesía]en la lucha por la autodeterminación, separando a esta o como una “etapa anterior” a la estrategia contra el poder económico y político capitalista. Este abandono deja un vacío fácil de apropiar por las direcciones burguesas. CiU y sus políticos capitalistas actúan constantemente para ello, desde las instituciones del Estado y haciendo demagogia para sacar tajada en su relación de fuerzas con el Régimen centralista español”.

Hoy, sólo hay que cambiar CiU por Junts pel Sí. Una dinámica etapista de su lucha anticapitalista, incluso socialista como se plantean muchas corrientes dentro de la CUP. Primer etapa, la autodeterminación, entendida como la “plena recuperación de la soberanía política” en una “alianza táctica” como le llama la CUP con los partidos de la burguesía. Así justificaron su política de “Mano tendida para la autodeterminación de este pueblo y el puño bien cerrado contra los recortes”. Segunda, como otra etapa separada, David Fernández hablaba de enfrentarse a “un Estado demofóbico–, económica –frente a los mercados globales– y popular –frente a las élites cleptómanas.”

Primero ¿es posible concluir exitosamente la “primera etapa” junto o bajo la dirección del PDeCAT? En primer lugar, se está demostrando que es imposible que triunfe de su mano siquiera el 1-O. Junts pel Sí no se propuso poner en marcha las fuerzas sociales para conseguir un Referéndum en condiciones. Y nunca iba a hacerlo porque su estrategia burguesa no le iba a permitir desplegar las fuerzas que pueden cuestionarla: huelgas, ocupaciones de fábricas, de centros de estudios, de enfrentamiento con las fuerzas del orden. Sería ir contra su propio orden.

Pero sigamos profundizando el rumbo de esta primer etapa, a la que supuestamente estamos inmersos. Porque hay algo nuevo en este “frente táctico”. Se llama “Llei de Transitorietat Jurídica i Fundacional de la República”, una especie de Constitución que regirá la transición de la independencia catalana si ganara el Sí. Regiría durante un período aproximado de un año hasta que un Proceso constituyente dote de una Constitución definitiva a la naciente república catalana; y así, sintetizar la voluntad de ruptura de Catalunya respecto al Estado español.

En el artículo “Llei de Transitorietat”: ¿Qué república necesita la clase trabajadora?,, plantea cómo la principal preocupación consiste en la continuidad, tal como lo expresa literalmente, el objetivo de la Ley es el de asegurar la máxima continuidad posible a la regulación existente’. La continuidad de un sistema presidencialista, a la vez que el poder judicial queda intacto y con el mismo personal. Por ello reconoce el derecho español (que no contradiga a esta Ley) y el de la Unión Europea. Es decir, de toda la legislación burguesa de España y la Europa del capital.

Entonces, ¿con qué partido y con qué programa se está preparando la izquierda? Hay un proyecto común de República catalana (burguesa). Por tanto, ¿quién impuso a quién su hoja de ruta, esta vez? Evidentemente en ese “frente táctico” la impronta estratégica la imponen los partidos de la burguesía y la pequeño burguesía catalana. 
Intentan imponer una transición de “manera ordenada y gradual y con plena seguridad jurídica”, que no trastoque la propiedad privada de los empresarios.

¿Y la segunda etapa? Lejos está ya la CUP de un programa social que atienda a las graves consecuencias de la crisis que afecta a la clase trabajadora. Y mucho más lejos de esa segunda etapa socialista, porque lo que se está fortaleciendo es el proyecto de los partidos burgueses. Lo que desarma a la izquierda independentista y anticapitalista para ser una alternativa a la dirección del proceso y la subordina a la estrategia del PDeCAT y ERC.

Clase hegemónica y alianza de clases

Otro gran debate es sobre el carácter de clase del movimiento democrático. Ya David Fernández cuestionaba a Podemos que, para negar el proceso catalán o colocarlo en último orden de sus prioridades, lo identificaba con “oligarquía independentista”.

Hace meses Pau Llonch debatía lo mismo con Alberto Garzón a través de una carta en Publico, debatiendo con IU cuando identifica al referéndum con “ir con los pujoles”. Su respuesta fue que “En Catalunya, el Círculo de Economía, Fomento de Trabajo, La Caixa, el Banco de Sabadell, La Vanguardia… [ninguna] apoya el proceso democrático catalán”. Lo cual es cierto, como lo es el hecho de que el enorme y profundo movimiento democrático por el derecho a la autodeterminación es interclasista.

Ahora, reivindicar que “solamente una parte de los capitalistas activos —parte la pequeña y mediana burguesía— lo apoya”, como un “movimiento nacional-popular” es apostar por la política de la conciliación de clases, subordinándose en lo esencial a la política de los partidos históricos de la burguesía catalana y su hegemonía sobre esa transversalidad.

Es acertado también afirmar, contra Podemos e IU, que este “proceso no es igual a los Pujols”. Pero es imposible que “el proceso catalán en sí mismo” lleve a una “ruptura”, casi automática tras su propio discurrir, porque “ahora el toca al pueblo”. Otro gran error es afirmar que el proceso “opta por un vía de camino propio, unilateral, al margen del Estado…”. No. Ni este proceso ni ningún otro puede evitar la actuación del Estado y sus partidos, siempre al servicio y custodia de la clase que le da de beber: la clase burguesa.

En cuestiones de estrategia, es importante para prepararse frente a “giros históricos” como se preguntaba Trotsky, con qué dirección y también qué alianzas de clases.

Hoy frente al 1O los actos en solidaridad en el resto del Estado con el derecho a decidir y contra la represión, convocados por diversas fuerzas de la izquierda política, social y sindical son pequeñas muestras de algo que se debería generalizar y extender. Que la clase trabajadora y los sectores populares del Estado español hagan suya la demanda del derecho a decidir de todas las naciones oprimidas es fundamental para soldar la unidad en la lucha contra el régimen que lo prohíbe.

El gran desafío es poner en pie un gran movimiento de lucha que enfrente la represión del Estado con paros, asambleas, ocupaciones y defensa de los centros de votación, huelgas sectoriales como la de educación y la paralización de toda la actividad económica, la huelga general. Es decir, luchar para que la clase trabajadora y la juventud hegemonice la lucha por el derecho a decidir, que de seguro no dejará “para otro momento” la lucha por sus propias reivindicaciones y las demandas sociales, con sus propios métodos de lucha y colocando en el centro la agenda obrera y popular.

Las demandas democráticas y las demandas sociales en la perspectiva de una ruptura revolucionaria con el Régimen del 78 y el sistema capitalista

El movimiento democrático por el derecho a decidir tiene un potencial que se venía expresando masivamente en las calles cuando la hoja de ruta del PDeCAT lo imponía: en la Diada. Pero franjas de este movimiento podrían plantearse ir más allá, de hecho el proceso está cruzado por el imaginario de una “República catalana” como expresión del gran descontento con la monarquía y el Régimen del 78 y sus instituciones, cada vez más cuestionadas al igual que sus partidos históricos, el PP y el PSOE.

Una gran oportunidad para la izquierda que se reclama revolucionaria, para plantear todas las demandas democráticas a las que aspiran las clases trabajadores y los sectores populares, uniéndolas a las demandas sociales como el reparto de horas sin reducción salarial para acabar con el paro, el no pago de la deuda, la nacionalización de la banca y las grandes empresas, impuestos a las grandes fortunas para garantizar una educación, una sanidad y unos servicios públicos y gratuitos, y el conjunto de las reivindicaciones obreras y populares pendientes.

¿Hacia dónde va el Referéndum para la izquierda anticapitalista? ¿Cuál es la estrategia a seguir después del 1O? ¿Qué alternativa habrá frente a los centenares de miles que salen a las calles, con la ilusión de que se van a cumplir sus sentidas demandas democráticas, una vez más defraudados por Junts pel Sí?

La unión de la lucha por los derechos democrático-nacionales con la lucha por la emancipación social de la clase trabajadora, por el fin del capitalismo y la construcción del socialismo. Dos aspectos elementales, pero claves, que han sido patrimonio histórico del marxismo revolucionario; y que las corrientes políticas que se reivindican de esta tradición han dejado de lado, ubicándose de hecho junto a los sectores más abiertamente conciliacionistas de clase del movimiento democrático-nacional catalán.

Es imprescindible construir una alternativa independiente de la dirección burguesa y sus agentes políticos que luche por imponer el derecho a decidir y un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.

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