El comunismo no es una idea

Marx en el país de los soviets o los dos rostros del comunismo es un pequeño pero potente libro de Emmanuel Barot, publicado en 2011 en francés y todavía inédito en castellano1.

 

 

Introducción

Este trabajo se inserta en un doble contexto de debates ideológicos y políticos.

Por un lado, dialoga y debate implícita o explícitamente con la temática de “La idea del comunismo” que viene siendo objeto de distintas intervenciones de intelectuales europeos como Alain Badiou, Slavoj Zizek, entre otros2. Por otro, busca recuperar el legado del pensamiento de Marx sobre la problemática del comunismo para replantear la importancia de la cuestión estratégica en el marxismo, en un contexto de crisis del reformismo en Francia, pero también de las izquierdas “amplias” anticapitalistas (crisis que se profundizó en los años posteriores a la publicación del libro).

En este contexto, el libro de Barot reúne rigurosidad teórica en la reflexión sobre distintos aspectos del pensamiento de Marx con una auténtica radicalidad en el terreno político-estratégico, que se corona con una provocativa defensa de la centralidad de la dictadura del proletariado como categoría clave del pensamiento político de Marx y Lenin.

 

Ambivalencia teórica y estrategia dialéctica

Barot sostiene que para reflexionar sobre la actualidad de la problemática del comunismo es necesario partir de reconocer una ambivalencia en el tratamiento de la cuestión por el propio Marx.

En el pensamiento de Marx el comunismo es un fin a realizar: la asociación de hombres libres en una sociedad sin clases. Pero también es el movimiento real que busca abolir el estado actual de cosas. En una definición, aparece como un objetivo trascedente, en la otra como un movimiento inmanente a la propia sociedad capitalista.

Estos son los dos rostros del comunismo que constituyen la ambivalencia de Marx sobre la cuestión, acerca de los cuales Barot intenta explicitar la “estrategia dialéctica” con que construye su discurso Marx, uniendo el diagnóstico científico con el prospectivo.

 

De la emancipación al comunismo

Rechazando toda división arbitraria entre el joven Marx y el Marx “maduro”, Barot sostiene que la obra teórica de Marx es una constante elaboración de un materialismo revoluciona rio, polémico contra la economía política y la ideología burguesa en general, por ser estas una inaceptable justificación de un proceso de creciente deshumanización por parte del capital.

De este modo, Barot señala que Marx une los principios científicos y normativos, al calor de las experiencias de lucha de la naciente clase obrera moderna y la conformación del aparato estatal desde 1848 en adelante.

No obstante esta unidad de propósito esencial, la obra de Marx experimenta una importante evolución que va desde la formulación de la “emancipación humana” en laIntroducción a la crítica de la filosofía del Derecho de Hegel hasta la del comunismo en los Manuscritos de 1844, que postulan por primera vez el comunismo como abolición de la propiedad privada y la abolición de la doble alienación del trabajo y la existencia del trabajador.

En este contexto, para el joven Marx, la revolución se define como una “transformación radical”, siendo la radicalidad una categoría transversal a todos los textos juveniles de Marx. Marx irá precisando la idea de revolución a partir de la experiencia práctica como relación dialéctica entre el comunismo-fin y el comunismo-movimiento, transformando de este modo la dinámica de una crítica exterior a la sociedad capitalista en dinámica interior del propio capitalismo y sus contradicciones.

 

Los cuatro registros del discurso científico de Marx

Barot señala que hay cuatro registros en el discurso científico de Marx que constituyen y a la vez buscan dar cuenta de esta ambivalencia del comunismo, como comunismo-fin y como comunismo-movimiento.

El primero es el “hipotético-deductivo”, que es el más abstracto y presenta el comunismo como una “ficción razonable” elaborada por comparación con el modo de producción capitalista. Por ejemplo los pasajes del capítulo de El Capital sobre el fetichismo de la mercancía en los que se habla de una sociedad de productores libres asociados, para hacer referencia a una suerte de “modo de producción comunista” (aunque Marx no utiliza el término).

El segundo es el registro “anticipatorio”, histórico-dialéctico, que es el que busca explicitar las contratendencias internas del capitalismo que crean las condiciones para el comunismo. Un ejemplo de este registro son los fragmentos de los Grundrisse sobre los avances del maquinismo, que dan cuenta de la contradicción entre la potencialidad del avance de la técnica de producción y de la creciente deshumanización que trae aparejada el proceso de proletarización, contradicción que solo puede ser abolida por la revolución, pero para la cual prepara las condiciones.

El tercer registro es el “crítico”, que recoge una práctica discursiva común en Marx y constituye un discurso indirecto sobre el comunismo, centrado en la polémica con las diversas variantes del socialismo utópico y en la discusión sobre lo que no es ni puede ser una sociedad comunista, basándose en el conocimiento de las leyes del capitalismo. Este registro se encuentra en trabajos como Miseria de la Filosofía o la Crítica del Programa de Gotha.

Por último, el cuarto registro es el “transicional” que es el directamente estratégico y contiene una doble perspectiva, prospectiva y retrospectiva. Por un lado, Marx señala una serie de medidas que debe tomar la clase obrera en tanto medios para la materialización del comunismo. Por el otro, un ángulo de análisis retrospectivo, que a partir de las experiencias de 1848-1850 y la Comuna de París en 1871, enriquece y completa la reflexión sobre la relación entre medios y fines en la lucha por el comunismo así como del rol concreto de determinadas medidas a tomar y las elaboraciones conceptuales que implican estas lecciones históricas.

Retomando la distinción entre comunismo-fin y comunismo-movimiento, Barot sostiene que los registros hipotético-deductivo y transicional están relacionados con el comunismo-fin, mientras que el “anticipatorio” y el “crítico” lo están con el comunismo-movimiento.

Para Barot, el registro “transicional” es el más completo de los cuatro, ya que une todos los aspectos del problema del comunismo, los cuales se sintetizan en la categoría de “dictadura del proletariado” como forma de la transición política revolucionaria.

De conjunto, esta explicitación de los distintos registros discursivos de Marx, es un gran aporte a la comprensión de la “racionalidad científica” puesta en práctica por éste, las tensiones que la recorren y la forma en que se unen estos registros en un pensamiento estratégico.

 

La anti-idea por excelencia

Continuando la reflexión, Barot sostiene que el comunismo es una categoría dialéctica por excelencia, que une el movimiento interior de la propia sociedad capitalista en el desarrollo de sus contradicciones, a la vez real y potencial con el proceso de unificación práctica del movimiento y los fines.

En este sentido, los debates sobre La Idea del Comunismo se vuelven problemáticos. Para Barot, la presentación del comunismo como una “idea” muestra la amplitud de las derrotas sufridas en las últimas décadas, que llevaron a los intelectuales a reducir el comunismo a un plano puramente “ideal”, cuestión que se podrá modificar en la medida en que el comunismo encuentre las vías para unirse a las luchas actuales que genera el propio desarrollo contradictorio del capitalismo. Es decir, que el marxismo pueda unirse con el “movimiento real”.

Por este motivo, el comunismo no es una idea más que por default y su dialéctica lo constituye como la Anti-Idea por excelencia, cuestión que Barot remite a la predominancia del plano estratégico en el pensamiento de Marx, a través de la centralidad de la “dictadura del proletariado”.

 

En búsqueda de la dictadura del proletariado: 1848, 1871 y 1917

La dictadura del proletariado es para Barot un concepto central de la teoría de Marx. Está a su vez relacionado con su balance de las experiencias de lucha del proletariado y la formación del moderno aparato estatal burgués bajo el bonapartismo de Napoleón III. Barot recorre los distintos momentos de elaboración de Marx sobre el tema.

En 1847/1848, Marx y Engels acuñan la expresión “constitución del proletariado en clase dominante” que es la que figura en el Manifiesto Comunista junto con la necesidad de realizar una “intervención despótica contra el derecho de propiedad y las relaciones burguesas de producción”.

Ante la creciente burocratización de la sociedad burguesa post-restauración y el desarrollo de la centralización del poder en manos del Estado, Marx comprende que frente a la centralización creciente del poder estatal y su creciente autoritarismo, la constitución de los proletarios en clase dominante (por la que abogaba el Manifiesto) no puede asumir otra forma que la “dictadura de clase del proletariado” (La lucha de clases en Francia).

En este marco, la dictadura del proletariado sería tanto una forma política como un período histórico necesario para la consumación del comunismo. Marx irá radicalizando sus conclusiones aún más a partir de la experiencia de la Comuna de París, criticando que esta no hubiera aplastado a las tropas gubernamentales concentradas en Versailles y la descentralización de la autoridad. Barot destaca no obstante el programa democrático-radical de la Comuna: la sustitución del ejército por el pueblo en armas, la elección y revocabilidad de todos los funcionarios, el salario de un obrero para toda la función pública, entre otras y retoma la idea de Marx señalada El Capital, sobre que la Comuna fue la forma política que permitía organizar la emancipación económica del trabajo. De esto modo, sostiene que la Comuna es el primer prototipo del Soviet, retomando luego los análisis de Lenin, en El Estado y la revolución.

 

Comuna, Soviet, Transiciones

Desde la óptica de Marx y Lenin, Barot reivindica la dictadura del proletariado como “democracia de masas”, en la que el autogobierno del pueblo liquida la diferencia entre asuntos económicos y políticos y pone en pie una autoridad fuerte para enfrentar la contrarrevolución, tanto como el atraso heredado de la experiencia histórica anterior.

Retomando el sentido que la palabra “dictadura” tenía en la vieja Roma, destaca el carácter necesario pero excepcional del terror revolucionario, problematizando sin embargo, las deformaciones del mismo llevadas adelante por el stalinismo, que transformó la dictadura del proletariado en una “dictadura sobre” el proletariado.

Estos temas, abordados en el cuarto capítulo, son los que dejan más lugar para la reflexión polémica y a su vez quedan planteados con ciertas indeterminaciones que el autor intentó saldar en trabajos posteriores3. Señalaremos algunos puntos problemáticos poco desarrollados o abordados parcialmente.

En primer lugar, la relación entre sufragio universal y soviets. Si bien la Comuna mantenía el sufragio universal, en el modelo teórico de Lenin, éste es superado por la democracia soviética, que une el ciudadano con el productor, mientras que el sufragio universal los divide. Lenin rescata de la Comuna todos los aspectos de “igualitarismo radical”, que propone incorporar a un Estado proletario organizado en base a los soviets, pero deja de lado la cuestión del sufragio universal. Desde ya que no se podría descartar que en las formas concretas que asuma la transición al socialismo en países de fuerte tradición republicana pudiera haber formas híbridas de sufragismo y sovietismo, pero no podrían conformar una institucionalidad permanente, por obedecer a dos dinámicas de clase opuestas4.

El segundo aspecto a tener en cuenta es el propio sistema de contrapesos entre fuerzas sociales, pensado por el propio Lenin en los debates sobre el rol de los sindicatos en 1920, que hace a las formas concretas de la transición (y que a su manera fueron retomados por Trotsky y la Oposición de Izquierda en otro contexto y ante una situación distinta).

En sus polémicas con Bujarin y Trotsky, Lenin sostenía que había que construir un sistema de relaciones entre Estado, Partido(s), soviets y sindicatos, de modo tal que la clase obrera pudiera defenderse del “Estado obrero”, es decir, que la dictadura del proletariado no se transformara en “dictadura sobre el proletariado” según el término utilizado por Barot5.

Trotsky va a profundizar y desarrollar mucho más ampliamente esta concepción ante una nueva realidad (la burocratización de la URSS a un nivel que Lenin no llegó a conocer) en las peleas que diera la Oposición de Izquierda, uniendo la necesidad de la constitución de la clase obrera como clase hegemónica socialmente y el multipartidismo soviético como forma de garantizar la libertad política de todas las organizaciones leales a la revolución, más allá de diferencias de programa o estrategia.

 

La actualidad del “movimiento real”

Barot concluye su libro con algunas reflexiones más, analizando el rol del Estado en la legitimación del capitalismo durante la segunda posguerra, así como la crítica de Marx al derecho burgués, cuestiona la identificación de “estatización” con “socialismo” y sostiene una fuerte crítica a las concepciones “etapistas” ya que el “movimiento real” no puede definir de antemano sus “etapas” a recorrer.

En este marco, la ambivalencia teórica entre el comunismo-fin y el comunismo-movimiento no puede tener una resolución discursiva en el universo teórico de Marx, entendido este como un cuerpo teórico en sí mismo; la solución es esencialmente práctica, o mejor dicho teórico-práctica: incorporar las grandes ideas teóricas, programáticas y estratégicas delineadas por Marx a las luchas actuales, para unir el comunismo-fin y el comunismo-movimiento.

En definitiva, Marx en el país de los soviets es la imagen que sintetiza la apuesta para unir los dos rostros del comunismo, apuesta para la cual Barot realiza una contribución esencial.

 

1 Barot Emmanuel, Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme, París, Éditions la Ville Brûle, 2011.

2 Ver Zizek, Slavoj (editor), La idea de Comunismo (The New York Conference), Madrid, Akal, 2014.

3 Ver Barot, Emmanuel “Por un nuevo curso del comunismo revolucionario”, IdZ 1, julio 2013.

4 Sobre la cuestión de los soviets y el sufragio universal ver, Albamonte, Emilio y Cinatti, Claudia, “Más allá de la democracia liberal y el totalitarismo”, Estrategia Internacional 21, septiembre 2004.

5 Ver su discurso pronunciado en la reunión conjunta de los militantes del PC(B) de Rusia delegados al VIII Congreso de los Soviets de Toda Rusia y del Consejo de los Sindicatos de Moscú, realizada el 30 de diciembre de 1920 en V. I. Lenin, Obras Tomo XI, Moscú, Progreso, 1973, pp. 137/147, disponible en marxists.org.

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