La Asamblea Constituyente es una consigna surgida históricamente de la revolución francesa, como una forma de poder revolucionario burgués frente al feudalismo. Se trata en verdad de la máxima institución democrática que la burguesía ha dado a lo largo de la historia. Ya en la época de las revoluciones proletarias fue utilizada episódicamente por los marxistas revolucionarios, no solo en los países donde su democracia formal fuera débil y con poca tradición parlamentaria -como Rusia en 1917, China en 1927-29 o la España de los 30- con importantes tareas inconclusas como la autodeterminación de los pueblos, graves problemas agrarios… o en donde hubiera regímenes fascistas, sino también en países imperialistas con fuertes parlamentos como Francia en el 34. La pelea por las consignas democráticas tanto las formales, como la libertad de expresión o reunión, como las estructurales, como la reforma agraria, el derecho de autodeterminación de los pueblos o la separación de la Iglesia y el Estado- estuvo presente en la lucha que dieron los grandes revolucionarios como Trotsky o Lenin desde la Revolución Rusa del 17. Durante la misma el partido bolchevique enarboló la bandera de luchar por la Asamblea Constituyente, levantando las demandas democráticas a la vez que se impulsaban los soviets y luchaban por que el poder pasara a estos organismos de auto-organización obrera.
Quedando esta disuelta después de la conquista del poder por el proletariado, tras la instauración de una democracia, la obrera basada en los mismos soviet, muy superior a la de la burguesía. No levantaban esta consigna por que pudiera tener necesariamente una aplicación para la práctica, sino por que ayudaba a que decenas de miles hicieran una experiencia con la forma más avanzada de la democracia burguesa, sacando las conclusiones de la destrucción del estado burgués y su parlamentarismo, y la necesidad de conquistar un estado proletario. La burguesía en una época histórica donde ya no juega un rol revolucionario -como pudo hacerlo en su lucha contra el feudalismo en 1789- sino abiertamente contra-revolucionario, es incapaz de permitir una verdadera Asamblea de toda la nación para discutir sin límites todos los problemas de las masas. No pueden permitir que se ponga a discusión su dominio territorial, el problema de la concentración agraria o la solución a los problemas que afectan a los trabajadores y el pueblo, porque sería tanto como permitir que se abra la discusión sobre su dominio como clase. Sin embargo la confianza en los mecanismos de la democracia burguesa es muy fuerte por ejemplo en los miles de trabajadores y jóvenes que hoy empiezan a cuestionar por ejemplo el Régimen de la Constitución del 78.
Y ésta no puede desaparecer sólo por la propaganda socialista de los revolucionarios -aunque es una tarea imprescindible-, sino que la propia experiencia con dicha falsa democracia será crucial. Es por ello que los revolucionarios debemos plantear audazmente consignas democráticas, pero no como forma de adaptarnos a las ilusiones de la mayoría, sino como herramientas para hacer que amplios sectores se acerquen a posiciones revolucionarias. La lucha por una Asamblea Constituyente la planteamos con toda sinceridad, si se quiere conquistar esta institución de la democracia burguesa sólo podremos lograrlo a través de una lucha revolucionaria contra la misma burguesía y su actual Régimen. Una verdadera Asamblea Constituyente libre y soberana, donde se pueda discutir sin límites todos nuestros problemas, donde los trabajadores y sectores populares podamos hacer valer nuestro peso, podrá ser sólo posible si la imponemos defenestrando a la burguesía del poder y constituyendo un Gobierno de los trabajadores y el pueblo. Nuestro diálogo con las ilusiones democráticas, parte de ellas para tratar de superarlas de forma revolucionaria.
Al mismo tiempo no ocultamos que para hacer efectiva la solución a todos nuestros problemas y el fin de toda opresión debemos llevar la lucha hasta la constitución de un estado obrero. Para esto hay que planteamos claramente el carácter de clase de la revolución necesaria para acabar con el capitalismo y construir el socialismo: “Toda gran revolución es popular en el sentido de que arrastra a todo el pueblo. Tanto la Gran Revolución Francesa como la Revolución de Octubre fueron netamente populares. Sin embargo, la primera fue burguesa porque instituyó la propiedad individual, mientras que la segunda fue proletaria porque abolió la propiedad individual.” (…) “La república obrera no puede ser sino un estado clasista proletario. La república democrática no es sino una máscara del estado burgués. La combinación de ambas no es sino una ilusión pequeñoburguesa” 1 Es sumamente sectario rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismas sobrepasen este programa en la lucha. Pero es imprescindible sobre la base del programa democrático revolucionario oponer los intereses de los trabajadores y su independencia a los de su burguesía.
NOTAS 1 León Trotsky, Problemas de la revolución Italiana.