La Marea Azul de Movistar marchó nuevamente por las calles de Madrid

Los técnicos e instaladores empleados por las contratas y subcontratas de Telefónica-Movistar, marcharon este jueves junto a otros colectivos solidarios por las calles de Madrid. Hace 47 días que se encuentran en huelga total contra la precariedad laboral.

Al grito de “Somos malos, podemos ser peores, y vamos a cortar las comunicaciones”, más de 150 trabajadores y trabajadoras de las distintas empresa contratistas y subcontratistas de la multinacional Telefónica-Movistar, encabezaron la manifestación junto al sindicato AST – Alternativa Sindical de Trabajadores (mayoría en el Comité de Empresa de Telefónica y principal convocante de la huelga indefinida).

La marcha, convocada por diversos colectivos de trabajadores en lucha, plataformas y agrupaciones políticas y sindicales, avanzó por la calle Atocha hasta pasar por la Puerta del Sol y terminar frente a las oficinas de Telefónica en la Gran Vía madrileña.

En una gran muestra de solidaridad obrera, los trabajadores y trabajadoras de Coca-Cola Fuenlabrada (en lucha hace 16 meses por la reapertura de su fábrica), se movilizaron junto a la Marea Azul. También lo hicieron trabajadores en lucha de Correos y de otros colectivos, como la Marea Pensionista, Co.Bas, el circulo Podemos Trabajadorxs, el PCPE, Corriente Roja, Clase contra Clase y Pan y Rosas.

Una huelga histórica contra la precariedad, la patronal, la burocracia sindical y el gobierno

La lucha de Movistar comenzó el 28 de marzo en Madrid, cuando un grupo de trabajadores de contrata, subcontrata y “falsos autónomos” que trabajan para la empresa Telefónica-Movistar se rebelaron contra las inhumanas condiciones de trabajo a las que son sometidos por la “gran multinacional española” y decidieron convocar una huelga indefinida.

La huelga se extendió como reguero de pólvora en todo el país y desde Barcelona comenzó a gestionarse junto a Madrid la posibilidad de ir a la huelga indefinida estatal, la cual comenzó el 7 de abril.

Como escribe un trabajador en el blog de los huelguistas, “el 7 de Abril comenzaba así una lucha que tenía que haberse producido antes y que es histórica. Histórica porque nunca se había producido en este sector una huelga de tal dimensión, donde se veían afectadas tantas empresas. Comenzaba así una huelga justa donde se lucha contra la precariedad laboral, el abuso de poder del capitalismo, el abuso de poder de unos pocos y el esclavismo de muchos, esclavismo de una clase obrera que viene sufriendo recortes en sus salarios, en sus derechos y en su libertad de expresión.”

La multinacional imperialista Telefónica-Movistar y sus contratas (Abentel, Cobra, Comfica, Cotronic, Dominion, Elecnor, Itete, Liteyca, Montelnor y Teleco) hace años que apuestan por una estrategia de substitución de la plantilla fija “por cadenas de subcontratación en la que cada nuevo eslabón sufre condiciones más precarias que el anterior”, como denuncia AST. Al final de la cadena se encuentra un número cada vez mayor de falsos autónomos, con contratos de 2 o 3 horas al día, pero obligados a realizar jornadas de 10, 12 o 14 horas para poder llegar a salarios de 800 euros. Verdaderos esclavos modernos del capitalismo.

La gota que colmó el vaso fue la decisión de la patronal de imponer un nuevo contrato llamado “contrato bucle”, firmado por Telefónica con sus contratas, que afecta a unos 20.000 trabajadores. La nueva renovación del contrato significa una rebaja de baremo del 30%, con lo cual los trabajadores tendrían que trabajar 10 a 12 horas para no ganar más de 600 euros al mes.

Mientras tanto, Telefónica ha cosechado ganancias multimillonarias. En 2013 superó los 4.500 millones de euros de beneficios y los 3.000 en 2014, año en el que el sueldo de su presidente, César Alierta, se incrementó un 16%, hasta los 6,7 millones de euros. Pero es en 2015 cuando sus ganancias se han disparado. Sólo en el primer trimestre, la multinacional multiplicó su beneficio neto a 1.802 millones de euros, 2,6 veces más que en el mismo periodo de 2014.

Contra esta situación se rebelaron 15.000 trabajadores en todo el Estado, encabezados por sindicatos minoritarios pero combativos, como AST en Madrid, Co.Bas en Barcelona o LAB en Bilbao, siendo esta la primera vez que Telefónica debe “hacer frente a una huelga estatal», como declaró un representante del comité de huelga de Madrid.

Una vez iniciada la huelga se sumarían CCOO y UGT, pero no para fortalecer la lucha sino para intentar liquidarla. Así fue que el martes pasado, las direcciones de los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO firmaron un acuerdo inaceptable con las diez empresas contratadas por Telefónica-Movistar, a espaldas de los trabajadores, anunciando además la desconvocatoria de la huelga, que ni siquiera habían convocado inicialmente.

“CCOO y UGT no nos representan”, rezaban con toda justicia las pancartas de los trabajadores al conocerse la traición, para resolver después en asambleas la continuación de la huelga.

Pero al mismo tiempo que los y las huelguistas de Movistar le dicen a la burocracia sindical que no los representan, con su lucha ellos mismos se han transformado en representantes de los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad: de la clase trabajadora precaria que nunca conoció un contrato fijo o un salario digno, esclavos de las ETT; de la clase trabajadora inmigrante que sufre la doble explotación de las patronales imperialistas; de las mujeres trabajadoras, invisibilizadas por el sistema capitalista y patriarcal; de la juventud precaria, sin contratos, sin futuro, sin derechos, sin sindicatos.

Pero los enemigos de la huelga son poderosos. Tanto que al día siguiente dela firma del acuerdo entre la patronal y CCOO-UGT, siete trabajadores de Movistar fueron detenidos por la policía en Madrid, secuestrándolos de sus casas, sin ningún tipo de causa contra ellos. Días más tarde se sumaron otras cinco detenciones.

De este modo el gobierno ponía a disposición de la empresa la fuerza represiva del Estado para intentar quebrar la huelga.

Pero la Marea Azul sigue luchando contra todos, en Madrid, en Barcelona, en Bilbao y en el resto del Estado. La “revolución de las escaleras”, como la llamaron los propios trabajadores, continúa a pesar de todo. Porque los trabajadores perdieron “el miedo”, primero a los peligros de su propio trabajo sin las mínimas medidas de seguridad; ahora, a la patronal, el gobierno y las burocracias sindicales traidoras.