Entrevista a Claudia Cinatti: Siria en la geopolítica mundial

Para comprender la compleja situación en Siria, entrevistamos a Claudia Cinatti, analista internacional e integrante del staff de la revista “Estrategia Internacional”.

La crisis de los refugiados ha puesto nuevamente el conflicto de Siria en el centro de la política mundial. Escribiste hace poco que en Medio Oriente se está produciendo el combustible que alimenta la crisis de los refugiados y golpea en el centro de Europa. ¿Cuál es la situación actual en Siria?

Indudablemente, la situación en Siria ha vuelto a ser el foco de la política mundial, primero como vos decís, con la crisis migratoria en la UE y ahora como uno de los temas centrales en la Asamblea General de Naciones Unidas y como disputa entre Obama y Putin.

La situación actual en Siria es bastante compleja porque se combina una guerra civil con varios frentes, con la intervención de Estados Unidos y sus aliados y con la reciente incursión directa de Rusia, que como todos saben, es uno de los principales sostenes del régimen de Bashar al Assad.

Estos cuatro años y medio de guerra civil han dejado a Siria en una situación de colapso económico, político y social y al borde de la desintegración estatal. Algunas cifras muestran la dimensión de la catástrofe humana. Aunque no hay datos certeros, se estima que la economía se contrajo a la mitad de su nivel anterior al conflicto, con una desocupación que ronda el 58%. La población se redujo un 15%. Se cree que al menos murieron 250.000 personas. Hay 4 millones de refugiados que huyeron del país y 7 millones de desplazados internos –en total 11 millones de una población de 23 millones.

El primer destino de estos refugiados son los países vecinos: 1,8 millones en Turquía; 1,2 millones en Líbano, 630.000 en Jordania; 250.000 en Irak; 132.000 en Egipto. Para darse una idea del impacto regional, el Líbano se ha convertido en el país con la mayor cantidad de refugiados por habitante del mundo, casi uno cada tres habitantes son refugiados.

El conflicto militar tiene varios frentes abiertos, y a veces no se sabe cuáles son los bandos enfrentados y a qué políticas responden. ¿Cómo se han rearticulado los bandos en pugna, en los últimos meses?

La guerra civil en Siria está lejos de ser un enfrentamiento entre dos bandos definidos, más bien es una guerra multifacética en la que intervienen el régimen sirio y diversas milicias y fracciones que no solo combaten al ejército regular de Assad sino que también se enfrentan entre sí y cuentan con el patrocinio de potencias regionales –Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Irán- que las usan para dirimir sus rivalidades y posicionar sus intereses. Desde hace poco más de un año, Estados Unidos interviene militarmente al frente de una coalición para combatir al Estado Islámico. Y Rusia, que ha dado un salto en su involucramiento militar a favor del régimen de Assad. A este complejo panorama se ha sumado una guerra dentro de la guerra: la de Turquía contra las milicias kurdas del PKK.

Esquemáticamente, los bandos que se enfrentan son, por un lado, el régimen de Bashar al Assad que cuenta con el apoyo de Irán, Rusia y las milicias de Hezbollah. La oposición está dividida entre diversas fracciones y milicias, las más importantes son el Ejército Libre Sirio, mayormente laico y conformado por desertores del régimen, apoyado por Turquía e indirectamente por Estados Unidos y otras potencias; el “Ejército de la Conquista”, una amplia coalición de grupos sunitas que incluye al frente Al Nusra –ligado a Al Qaeda-. El Estado Islámico (ISIS) que está enfrentado con el régimen de Assad y con otras fracciones islamistas, con las que se disputa el control territorial. Y las milicias kurdas, conocidas como Unidades de Protección Popular (YPG), relacionadas con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán de Turquía.
El gobierno de Assad perdió el control pleno de 2 de las 14 provincias: Raqqa a manos del ISIS y más recientemente Idlib a manos del llamado “Ejército de la conquista”, aunque todavía conserva un territorio estratégico que abarca Damasco, la capital, Homs y Hama en el centro, la región costera y un sector de Alepo. En esta franja vive la mitad de la población que todavía permanece en Siria.

A grandes rasgos, el país ya está dividido en cuatro zonas con fronteras móviles y conflictos internos: el califato del ISIS, que se expande al noroeste y a Irak. Hacia el oeste y el sur la zona controlada por fracciones sunitas islamistas y laicas enfrentadas al ISIS (lo que genéricamente se llaman los “rebeldes”). La región del Kurdistán, al norte, conocida como Rojava, y el territorio que conserva Assad en la zona costera.
En este conflicto, la principal víctima es la población civil que corre el riesgo de morir por los bombardeos del régimen, de la coalición norteamericana, o quedar atrapada en los enfrentamientos entre milicias, sufrir limpiezas étnicas o ser sometida a la milicia que se haga con el control de la ciudad o región. Son conocidas tanto las prisiones del régimen de Assad como las prácticas aberrantes de esclavitud sexual a las que somete el EI a las mujeres y niñas de zonas conquistadas. Eso explica en parte la explosión de la bomba de tiempo de los refugiados.

Estados Unidos lleva más de un año en la guerra contra el Estado Islámico en Siria e Irak. ¿Cuál viene siendo el resultado de esta operación y que implicancias ha tenido en la región?

La guerra de Estados Unidos contra el Estado Islámico viene fracasando. Según datos del Pentágono tiene un costo aproximado de 9,4 millones de dólares diario. Pero a pesar de las casi 23.000 bombas arrojadas, el objetivo de “degradar y eventualmente destruir” al ISIS anunciado por Obama está tan lejos como al comienzo de la operación. Según diversos analistas militares norteamericanos, el EI tiene unos 31.000 combatientes, un número muy alto tras un año de guerra. Aunque el EI sufre retrocesos en algunas ciudades, como en Kobani donde fue expulsado por las milicias kurdas apoyadas por bombardeos aéreos de Estados Unidos, mantiene en términos generales el control territorial de su califato a ambos lados de la frontera entre Siria e Irak. Logró un sistema de financiamiento generoso a partir de la venta ilegal de petróleo (abundante en la región del califato) y de un sistema de impuestos en los territorios bajo su control.

Lo que está en crisis es la estrategia de Estados Unidos y de las potencias occidentales para lidiar con el conflicto y encontrar una salida. Ya está claro que solo la guerra aérea no es suficiente para liquidar al EI, que ha tomado, como dijimos antes, la forma de un proto estado. A la vez, Obama no está dispuesto a embarcar a Estados Unidos en una nueva intervención que implique tropas terrestres, después de las fallidas ocupaciones de Irak y Afganistán.

Junto con la guerra aérea, Estados Unidos había tenido una política complementaria de retaguardia de “armar a los rebeldes” aunque a una escala muy pequeña. La administración demócrata ha sido reticente a entrenar a la “oposición moderada”, después de la experiencia de Libia, donde terminó asesinado el embajador Christopher Stevens a manos de milicias islamistas radicalizadas -y que ahora le puede costar la nominación presidencial a Hillary Clinton. Esta política fue un fracaso. De hecho la Casa Blanca suspendió el programa el 29 de septiembre, tras conocerse por boca de generales norteamericanos que estos “rebeldes” entregaban municiones y armamento al frente Al Nusra, o simplemente desertaban.

La opción a la que apuesta Obama es la salida diplomática. Esto es lo que expresó en su discurso ante la Asamblea de la ONU. El presidente norteamericano intenta aprovechar el clima creado por el acuerdo con Irán para explorar esta salida, involucrando al régimen iraní y a Rusia. Sin embargo, esta posibilidad no parece muy cercana. Mientras que Estados Unidos, Arabia Saudita y otros aliados exigen la salida de Assad como punto de partida para cualquier negociación, Putin sostiene lo contrario, que solo con Assad en el gobierno podría abrirse alguna posibilidad.

Hace unos días Francia inició bombardeos en Siria, y Cameron busca aprobación en el Parlamento británico para sumarse a la operación (ambos ya están en Irak). ¿Qué implicancias puede tener este mayor involucramiento en la guerra?

La aguda crisis de refugiados en la UE explica en parte que potencias como Francia y Gran Bretaña, que venían participando de los bombardeos de la coalición en Irak, pero no en Siria, ahora se sumen al combate contra posiciones del EI en territorio sirio. En el caso de Francia, no participaba en Siria porque consideraba que los bombardeos contra el Estado Islámico favorecían objetivamente al régimen de Assad y a la posición de Rusia. Sin embargo, el presidente Hollande anunció el cambio de estrategia a principios de septiembre y ya el fin de semana pasado aviones franceses bombardearon posiciones del Estado Islámico en Siria. Cameron espera esta vez lograr la aprobación del parlamento, que le votó en contra en 2013, y así recuperar protagonismo para Gran Bretaña en la escena internacional. De hecho, el gobierno británico ya ejecutó en una operación con drones a dos ciudadanos de ese país en Siria, acusados de terrorismo.

A su paso por la Asamblea de la ONU, Cameron cerró filas con Francia y Estados Unidos aunque se mostró más flexible en cuanto al rol que pudiera jugar Assad. Esta decisión está poniendo en aprietos al nuevo líder del partido laborista, Jeremy Corbyn, que ya anunció que se opone a ampliar la intervención militar, aunque propondría una variante intermedia de creación de “zonas de seguridad” con aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Esta escalada militar puede tener diversos objetivos. Uno más inmediato, puede ser tratar de establecer un territorio en Siria bajo control internacional para relocalizar a personas desplazadas y así disminuir la oleada de refugiados hacia países occidentales. Esto mismo le propuso el presidente turco a Obama cuando se sumó activamente a las operaciones militares contra el Estado Islámico a fines de julio. La participación también implica posicionarse para una eventual negociación hacia un régimen “pos Assad”, en resguardo de sus intereses geopolíticos y de sus alianzas con potencias regionales.

Rusia aparece en Siria sosteniendo al gobierno de Al Assad, aportando equipamiento militar y tropas. ¿Cómo se juega en Siria el enfrentamiento entre Rusia, Estados Unidos y Europa?

Putin está aprovechando la debilidad de Estados Unidos y de las potencias occidentales para defender los intereses de Rusia, que por ahora requieren que Assad se mantenga en el gobierno. Esta debilidad es tan real que Putin sorprendió dos veces en una semana a Obama con la guardia baja. Hace unos días, Rusia desplegó aviones de guerra, tanques y armamento pesado en una base aérea próxima a Latakia, el corazón del dominio alawita y del régimen de Assad. Y el domingo pasado anunció un acuerdo entre Irak, Irán, Siria y Rusia para compartir información de inteligencia para combatir al Estado Islámico.

En su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, pocas horas después de que hablara Obama, Putin criticó las intervenciones norteamericanas en Medio Oriente, acusó a Estados Unidos de transformar a Irak y Libia en paraísos para los terroristas y propuso una coalición amplia para derrotar el Estado Islámico, creada por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que incluya al régimen de Assad.

Evidentemente Rusia está posicionándose también para los escenarios posibles. En el caso de que se prolongue la guerra civil, Rusia se está asegurando que Assad, su aliado y protegido, tenga la fortaleza suficiente para defender el territorio que aún conserva (entre un 25 y un 30% del país). En caso de que se inicie alguna negociación, el despliegue militar de Moscú en Siria le garantiza tener poder de decisión ante el repliegue de Assad, sobre todo si como producto de algún acuerdo el país queda dividido en zonas de influencia.

La presencia militar rusa puede dar lugar a accidentes peligrosos y abre en los hechos una etapa de competencia entre Rusia y la coalición norteamericana por influenciar el resultado del conflicto. Obviamente, si bien el fin declarado de “combatir al terrorismo” y derrotar al Estado Islámico parece coincidir con el objetivo primordial del bando occidental, Rusia también combatirá junto con Assad a otros grupos opositores, apoyados por Estados Unidos o alguna potencia regional. Los primeros bombardeos lanzados desde aviones rusos en suelo sirio parecen responder a esta lógica. El gobierno ruso notificó a los mandos norteamericanos que con antelación para evitar algún choque fortuito, pero a la vez acompañó los bombardeos –que según fuentes occidentales ocurrieron en territorios donde no se registra actividad del Estado Islámico sino de otros grupos opositores- con la exigencia del retiro todos los aviones de la coalición anti EI (de Estados Unidos, Francia, Jordania, Gran Bretaña, etc.).

Rusia no tiene la fortaleza para sostener un conflicto militar prolongado en Siria. Su economía no está en buena forma, y además, tiene gran parte de sus recursos comprometidos en la guerra de baja intensidad en el este de Ucrania. Los objetivos de Putin están en dos planos: uno más general, que es demostrar que Rusia todavía puede aspirar al estatus de potencia mundial y romper el aislamiento internacional en el que quedó producto de la anexión de Crimea y el conflicto en Ucrania. Otro más inmediato y tangible que es defender la única posición que le queda a Rusia en Medio Oriente, la base naval del puerto de Tartus en Siria, una de las dos que conserva por fuera de los países de la antigua Unión Soviética. La otra está en el puerto de Cam Ranh, en Vietnam.

Sin embargo, esta iniciativa ha creado una realidad nueva en Siria y es el respaldo material de la pulseada que viene sosteniendo con Estados Unidos y occidente, al plantear como condición que Assad debe encabezar cualquier “transición” que se pretenda negociar en Siria.

Se está hablando de una “transición” pactada con Al Assad…

Aparentemente, tanto Estados Unidos (y las potencias occidentales) como Rusia no ven otra salida más que una negociación. El problema es que hasta ahora ni Rusia ni Estados Unidos parecen estar en condiciones de imponer los términos de esa negociación. La política de Obama es lograr la cooperación de sus aliados regionales, más Irán y Rusia para acordar una “transición gestionada”. En el esquema norteamericano, eso implica que Assad deje el poder pero que haya una continuidad del viejo régimen en el nuevo. Hasta ahora no hay posibilidades, porque Rusia e Irán (aunque este quizás en menor medida) sostienen que Assad debe continuar.

Por último, queríamos preguntarte tu opinión sobre el debate en la izquierda. Hay grupos de la izquierda que plantean la defensa de Al Assad frente a las bombas del imperialismo…

Efectivamente, un sector minoritario de la izquierda internacional plantea esta posición de la defensa de Assad. Mientras que otro sector, mayoritario, pedía la intervención norteamericana. Ambas posiciones son equivocados. Es evidente que Assad no juega ningún rol progresivo. Ha lanzado una represión brutal para aplastar la movilización que se inició en 2011 que, como parte de los procesos de la primavera árabe, expresaba el hartazgo con su régimen dictatorial y con el empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, mientras que la familia Assad y su círculo íntimo se enriquecían con el manejo del estado. Recordemos que el primo de Assad era uno de los principales capitalistas del país. Ese movimiento genuino de protesta terminó ahogado por la represión del régimen y el estallido de una guerra civil reaccionaria, donde la excepción fue la victoria kurda en Kobane, aunque no está claro hasta qué punto el movimiento kurdo sirio mantiene su independencia con respecto a Estados Unidos.

Hoy, en el marco del retroceso general de los procesos de la primavera árabe, la situación ha tomado un curso reaccionario: intervención de las potencias occidentales en Siria e Irak, surgimiento de variantes islamistas aberrantes como el Estado Islámico, restauración de regímenes dictatoriales como en Egipto. Pero, aunque la perspectiva revolucionaria parece lejana, es la única posibilidad de poner fin a este escenario de barbarie.

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Claudia Cinatti | @ClaudiaCinatti :: Buenos Aires