Restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba

El miércoles 17 de diciembre, casi en simultáneo, los presidentes Barack Obama de Estados Unidos y Raúl Castro de Cuba anunciaban el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas desde 1961.

Este acuerdo se venía negociando desde hace más de un año y medio con la mediación del Vaticano, y el Papa Francisco en particular, con el gobierno de Canadá cumpliendo el rol de facilitador.

El canje de prisioneros fue la llave para abrir esta nueva situación. El régimen cubano liberó a Alan Gross, apresado en Cuba hace 5 años por formar parte de los innumerables intentos de Estados Unidos de fortalecer la oposición derechista al régimen. A cambio, Estados Unidos liberó a tres de los cinco cubanos acusados de ser espías.

Obama anunció que Estados Unidos abrirá a la brevedad su embajada en La Habana, además anunció otras medidas como la flexibilización de restricciones para viajes, relaciones bancarias y remesas. A cambio Cuba anunció que liberará a otros detenidos, en su mayoría opositores.

Sin embargo, el gobierno norteamericano sigue manteniendo el bloqueo económico que rige desde hace cinco décadas y ha causado daños muy importantes a la economía de la isla. La explicación formal es que solo el Congreso –que en breve tendrá mayoría republicana en ambas cámaras- puede levantar ese bloqueo. La explicación política es que seguirá usándolo como un arma de chantaje para extraer concesiones de la burocracia cubana.

¿En qué contexto leer este giro calificado de “histórico”?

Desde hace varios años, el frente externo que presiona por la restauración capitalista en Cuba se ha dividido en dos orientaciones políticas. Por un lado, están los halcones del partido republicano de Estados Unidos y un sector más recalcitrante de los gusanos (el exilio cubano en Miami) que sostiene la línea dura del bloqueo, el hostigamiento y el aislamiento internacional y tienen por objetivo derribar el régimen de los Castro.

Por otro, ha surgido un frente de potencias europeas, dirigido por el Estado español, y la Iglesia católica, gobiernos latinoamericanos como el de Brasil, al que se han sumado sectores del partido demócrata norteamericano(y también republicano aunque minoritarios) que ante la falta de resultados de la política de línea dura, sumado a la orientación procapitalista del régimen del Partido Comunista Cubano, viene sosteniendo una línea de avance capitalista negociado.

Como parte de este cambio de clima político, Cuba ha sido reincorporada a instituciones latinoamericanos como la OEA, lo que implica un giro importante de la región, que históricamente había sido la base de apoyo de la política de aislamiento impuesta por Estados Unidos (recordemos que hasta el gobierno de la Alianza, Argentina seguía votando contra Cuba en la ONU).

Esta política está en consonancia con la estrategia del propio régimen que es seguir el camino de la burocracia China, es decir, ser los artífices de la restauración capitalista que se viene haciendo de manera gradual, manteniendo el régimen de partido único. De esta forma, el régimen burocrático encabezado por Raúl Castro busca no solo mantener el orden, sino garantizar los privilegios ya obtenidos por sectores del Estado–como los millonarios negocios de las fuerzas armadas con inversores extranjeros en el turismo y otras industrias- y supervisar la transformación de un sector de la burocracia gobernante en clase capitalista.

Los medios liberales hace tiempo vienen haciendo campaña a favor de levantar el embargo y adoptar una política de negociación con el régimen cubano. Quizás el medio más militante a favor de este giro de Obama haya sido New York Times, con cinco editoriales consecutivas en inglés y en español, donde saluda el “sano pragmatismo” que desde el punto de vista capitalista, viene mostrando el presidente Raúl Castro, tanto al interior de la isla con su programa de reformas económicas, como en su política hacia América Latina, donde se destaca el rol de La Habana en la negociación de los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC.

Efectivamente, bajo la presidencia de Raúl Castro se han acelerado las reformas procapitalistas. La más reciente es la nueva Ley de Inversiones Extranjeras que sustituye a la votada en 1995, durante los años del llamado “período especial” en los que la economía cubana se hundió luego de la disolución de la ex Unión Soviética. Esta ley es un salto en la restauración del capitalismo porque no solo profundiza las concesiones al capital extranjero sino que su implementación significaría la liquidación de lo que queda del control estatal del comercio exterior.

El régimen además encarará otras reformas, como la liquidación de la doble circulación monetaria. La situación internacional no favorece tampoco a la economía cubana que probablemente, si se profundiza la crisis del chavismo en Venezuela, acosado por la caída de los precios del petróleo, avance aún más hacia medidas que atentan contra las condiciones de vida de la población, profundizan la desigualdad y favorecen el surgimiento de capas sociales que obtienen beneficios y son así la base de la restauración del capitalismo.

Indudablemente estos avances del capitalismo, de la mano de un ala “democrática” del imperialismo y de la Iglesia que goza de una gran libertad en la isla, en contraste con los trabajadores y sectores de izquierda que siguen sometidos al estado policial, ponen en serio riesgo las conquistas que aún se conservan de la revolución, la salud y la educación gratuitas, que son el orgullo del pueblo cubano y que han inspirado la lucha contra el imperialismo en toda América Latina.

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Claudia Cinatti | @ClaudiaCinatti :: Buenos Aires