18 de septiembre: la prueba decisiva

Se acerca el día de la prueba decisiva, el 18 de septiembre, cuando los escoceses decidirán si el país sigue formando parte del Reino Unido.

Casi 4.3 millones de personas – un 97% de las que tienen derecho a voto – se registraron para acudir a las urnas. Se trata de un hecho sin precedente en la historia de Escocia, este dato alcanza para darnos una idea de la vigorosidad de la campaña que mantiene en vilo a todo el país. Hasta hace unas semanas la contienda venía con perfil bajo, sin embargo, ésta dio un giro inesperado cuando una encuesta del Sunday Times del 7 de septiembre revelaba que el voto a favor de la independencia iba a la delantera con un resultado de 51% a 49%.

Ante peliagudo resultado no resultó ninguna sorpresa ver a los dirigentes de los principales partidos británicos abandonar sus tareas para viajar a Escocia con una misión bajo el brazo: ‘Salvar a la Unión’ y librar a Escocia de toda clase de males que se cernirán sobre ella si llega a ganar el sí. Este anuncio apocalíptico fue seguido por el colapso de la libra esterlina y las amenazas de la banca y las grandes finanzas.

Ambos lados en la campaña afilaron sus argumentos. Sin embargo, quien decidirá el conflicto será ‘el hombre de Govan’ – como se alude al votante de este distrito obrero de Glasgow, corazón del astillero BAE Systems. Esta empresa, que fabrica portaaviones, buques de guerra y destructores en noviembre de 2013 recortó 1,775 puestos de trabajo en sus astilleros en Inglaterra y Escocia. Algunos trabajadores fueron trasladados, mientras que otros engrosan las filas del desempleo. Bastión sólido del laborismo en Escocia, Govan no hubiese despertado inquietud en otro momento, ahora representa la mayoría de los indecisos. Fue así como luego de conocerse que el “Sí” llevaba la delantera, el 8 de septiembre, el ex-primer ministro laborista, Gordon Brown, surgió de las sombras y se acercó a este distrito prometiendo mayores poderes para Escocia en un intento de mantener el voto laborista por el “No”.

La campaña por el “No”

En este campo conviven la campaña “Better Together” (“Mejor Juntos”) – una alianza de los Partidos Conservador y Demócrata-Liberal en el gobierno y el Partido Laborista en la oposición. El problema para este campo es que, junto a sus amigos de las grandes empresas, la banca y las finanzas se les han sumado la embarazosa presencia de una conjura, profundamente reaccionaria, compuesta por el partido xenófobo UKIP y la orden monárquica unionista de los Orange. Esta ultra retrógrada orden organizó una marcha en las calles de Edimburgo el pasado domingo movilizando a 15,000 personas desde todos los puntos del país portando banderas y símbolos de la ‘Unión’.

Esta alianza reaccionaria busca mantener el rol del imperialismo británico, en etapa decadente, para perpetrar sus intervenciones como hemos podido ver recientemente en Afganistán, así como su papel en instituciones como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y NATO.

La campaña del «No» se basa exclusivamente en el alarmismo y no tiene nada para ofrecerle a los trabajadores escocesas. Dentro de esta campaña, no obstante, hay un pequeño sector, representado por el movimiento sindical, referentes de izquierda como Owen Jones, grupos de académicos de las universidades escocesas e inglesas y algunos partidos de izquierda. Este sector, aunque denuncia a la monarquía y el rol de las grandes patronales, solo se limita a plantear que los límites de la agenda liberal de Salmond, sin cuestionar el rol de conjunto de Gran Bretaña a escala internacional. Ante un poder centralizado en Westminster proponen una solución descentralizada y federal de los países de Gran Bretaña. Su respuesta es que un partido nacionalista burgués, no resolverá los problemas de la clase obrera escocesa ya que los trabajadores a ambos lados de la frontera tienen el mismo enemigo al cual será más fácil enfrentar en una lucha conjunta.

La campaña por el “Sí”

El campo independista, liderado por el SNP, un partido nacionalista burgués, logró atraer en sus flancos al sector de izquierda en el “Sí”, agrupados en la Campaña Radical por la Independencia (RIC) donde se encuentran los principales partidos de la izquierda británica, el partido verde y personalidades como Ken Loach.

Es indudable que en las últimas semanas de campaña se ha desarrollado un importante movimiento popular, a favor de la independencia. También es cierto que la dinámica fue en aumento en particular entre los grupos más pobres y sectores de trabajadores; es así como grupos que sienten excluidos y abandonados por el poder central vieron en la campaña por el “Sí” una vía a través de la cual manifestar su descontento con las consecuencias de la política liberal y de recortes. La campaña del “Sí” ha sido más fuerte entre quienes han vivido las consecuencias del thatcherismo, los destrozos del neoliberalismo y los recortes del gobierno de austeridad.

En esta explosión del sentimiento independentista escocés convergen varios factores. Por un lado, la campaña ‘Mejor juntos’ y su táctica de asustar con advertencias sobre la pérdida de empleos, la divisa y el futuro económico de una Escocia Independiente ha caído muy mal. A esto se le suma el desprestigio del gobierno actual. El descontento con el poder de Westminster no es algo nuevo entre los escoceses, ya Thatcher utilizó a los escoceses como conejillos de Indias para implementar el impuesto ‘ciudadano’ o ‘poll-tax’.

Sin embargo, importantes patronales han favorecido esta propuesta, ya que Salmond prometió reducir los impuestos a las corporaciones para incentivar la producción. Quizá la figura más molesta para el “Sí” sea la de Brian Souter, fundador y dueño de la segunda empresa de transporte más grande del Reino Unido, Stagecoach Group plc. Poseedor de un gran espíritu empresarial, Souter montó un servicio de transporte durante la huelga de los ferroviarios bajo el gobierno thatcherista, contratando carneros ya que los choferes de autobuses estaban en huelga de solidaridad con los ferroviarios. Souter, que además de ser hombre de negocios es cristiano fanático, quiso intervenir en el parlamento para impedir que en las escuelas se hablara sobre homosexualidad y organizó un referéndum ‘no oficial’ contra el aborto. Salmond por su parte ha fomentado la disminución del período de gestación permitido para abortar.

Los límites del movimiento independentista

El importante crecimiento del movimiento a favor de la independencia es una consecuencia del desmantelamiento del Estado de bienestar, realizado bajo el gobierno de Thatcher y continuado por Blair y Brown. Sin embargo, a pesar de contar con el apoyo del la izquierda, la campaña independentista encuentra sus propias limitaciones. Por una parte, los argumentos más rotundos del “Sí” giran alrededor de la justicia social, la defensa del Servicio Nacional de Salud (NHS) y la propuesta de deshacerse de las armas nucleares de los Trident en los submarinos. Sin embargo, en el norte de Inglaterra los trabajadores también sufren las consecuencias devastadoras de la industrialización del thatcherismo, y las políticas neoliberales de Tony Blair y los recortes del gobierno de austeridad, que se expresó en masivas movilizaciones contra los recortes en marzo de 2011 y en octubre de 2012.

Si bien cierto que las cuestiones históricas no han dominado la campaña, Salmond se ha pronunciado a favor de mantener la monarquía y expresó su deseo de volver a la unión de los Reinos de Escocia e Inglaterra de 1603, cuando la reina Elizabeth muere sin dejar herederos. El líder nacionalista, además ha manifestado su deseo de mantenerse en la Mancomunidad de Naciones, cuya jefa de estado es la Reina, y de permanecer en la OTAN. Otro aspecto polémico de la plataforma autonomista es el deseo de mantener la divisa escocesa al Banco Central de Inglaterra – punto no negociable para Westminster. Por su parte, el SNP ha indicado que va a solicitar la entrada a la Unión Europea, propuesta que ha generado críticas de algunos sectores capitalistas anti-europeos, quienes ponen como ejemplo la experiencia de Grecia o Irlanda, advirtiendo que ese será el destino de Escocia si sale del dominio de la libra.

¿Qué perspectivas se abren?

Gane quien gane, la clase política británica ha sido puesta en el tapete. El referéndum escocés se ha transformado en un hecho político de una profunda magnitud que ha cuestionado a la clase política británica abriendo una crisis que seguirá independientemente del resultado. Un resultado tan parejo, con apenas puntos de diferencia, en una consulta con una altísima intención de voto va a dejar asperezas y descontento en el camino que no serán fáciles de resolver, exponiendo aún más las diferencias de los intereses capitalistas.

Una victoria del “Sí” en Escocia generaría una enorme crisis política para el Reino Unido. Desde el punto de vista constitucional implicaría la redacción de una nueva carta, alteraría el cronograma electoral previsto para 2015 y alteraría el equilibrio de poderes en Westminster. Representaría una derrota política de una gran envergadura tanto para los partidos en el gobierno como en la oposición. Sus liderazgos estarían cuestionados y empezarán a buscar chivos expiatorios.

Obviamente que se debilitaría el rol de Gran Bretaña en la escena internacional. Pero concluir de esto, en forma unilateral, que como subproducto se abriría una dinámica favorable a los trabajadores y el pueblo no solo en Escocia sino también en toda Inglaterra, como afirman varios partidarios del “Sí”, es ir demasiado lejos. Esta postura, por otra parte, termina cediendo acríticamente al nacionalismo burgués escocés. Aquí se puede citar convenientemente el ejemplo de la ruptura de Noruega con Suecia en 1905, si bien la separación era un reclamo auténtico, al ser resuelta en el marco de la creación de un estado capitalista-burgués no sirvió como motor de la movilización independiente de las masas para que pudieran deshacerse de la clase dominante autóctona.

Muy por el contrario, la victoria del “Sí”, supondrá a los trabajadores escoceses la continuidad de una agenda neoliberal y ataques, pero desde Edimburgo y no desde Londres. Para la clase obrera inglesa, también significará la continuidad de políticas de ajuste. La victoria del “Sí” tendrá repercusiones geopolíticas, en Madrid y Bruselas se lamentarán mientras que en Cataluña se fortalecerán los sentimientos independentistas.

Si gana el “No”, Westminster tendrá que conceder la devolución de algunos poderes para calmar los aires de la población independentista. Incluso aunque se conserve la Unión, los sectores más reaccionarios como UKIP no le perdonarán a Cameron las concesiones a los escoceses y el debilitamiento del poder central. Su liderazgo también estará cuestionado. El laborismo seguramente saldrá más golpeado, ya que su balance de fuerzas en el parlamento británico resta en parte en los 59 diputados escoceses.

A pesar de que la campaña por el “Sí” es una expresión de descontento de amplios sectores, es un compromiso con el SNP y no representa una solución de clase a los problemas que afectan a las trabajadoras y trabajadores escoceses. Las aspiraciones de los trabajadores y la clase oprimida escoceses no se encuentran bajo una Escocia que siga controlada por los monopolios y subordinada a la monarquía, los intereses de la clase dominante y las grandes finanzas. Si una Gran Bretaña capitalista no es una salida de fondo, tampoco lo es una Escocia capitalista bajo el reinado de Isabel II, la libra y la OTAN.

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