La crisis de Podemos y la necesidad de luchar por una perspectiva anticapitalista y de clase

El gobierno del PP, apoyado por la gran coalición del PSOE y Cs, se prepara para aplicar nuevos ajustes y prohíbe el derecho a la autodeterminación en Cataluña. Al mismo tiempo, la crisis de Podemos reafirma la necesidad de relanzar la lucha por una perspectiva anticapitalista y de los trabajadores en todo el Estado español.

Después de un año de aguda crisis política, el pacto de la “triple alianza” PP-PSOE-Cs, ha permitido que se forme un nuevo ejecutivo del Partido Popular. El FMI y la patronal presionan por “recuperar el tiempo perdido”, exigiendo nuevos ajustes, recortes en sanidad y educación, una bajada de las pensiones y nuevas reformas laborales. Sin embargo, el PP ya no cuenta con mayoría propia y acumula un gran desprestigio, por lo que no le será fácil aplicar estas medidas sin enfrentar nuevas resistencias.

Juega a su favor el rol de las cúpulas de los sindicatos que han jugado un papel central en pasivizar la situación, buscando el “diálogo social” con el gobierno y postergando el llamamiento a tomar medidas de lucha para un futuro indeterminado, mientras cada día dejan pasar ataques, nuevos EREs y despidos.

La nueva legislatura arranca con un bloque de 71 diputados de Unidos Podemos, prometiendo “cambios desde las instituciones”. Pero la feroz lucha interna que atraviesa a la organización, plagada de maniobras, insultos y extorsiones entre sus principales fracciones, vuelve a mostrar los límites del proyecto podemista. Las tres alas dentro de Podemos representan matices y orientaciones tácticas disímiles, pero comparten una estrategia común: promover una vía gradual y reformista desde las instituciones de la degradada democracia española. La gran presencia electoral y en las instituciones que ha conquistado Unidos Podemos ha sido inversamente proporcional al desarrollo de la lucha de clases y la autoorganización obrera y popular. Por el contrario, su espíritu “institucionalista” y “parlamentarista” ha actuado también de forma pasivizadora.

La división entre Iglesias y Errejón expresa una lucha por el control del aparato, en una estructura centralizada impuesta en Vistalegre I. Pero también muestra los límites de un proyecto que autonomizó la “nueva política” de las necesidades de los sectores populares y los trabajadores, y que hizo de la moderación programática y discursiva su razón de ser.

Para Iñigo Errejón, se trata de profundizar algunos de los elementos de la “hipótesis Podemos”: un discurso transversal que desdibuja la antinomia izquierda/derecha, la moderación de los gestos para no “despertar miedo”, una especie de PSOE 2.0. Pablo Iglesias ha llevado adelante un giro táctico y busca ahora “cavar trincheras” en el flanco izquierdo del régimen, buscando mejores relaciones con los movimientos sociales. Quiere consolidar Unidos Podemos (en acuerdo con la dirección de IU) como una oposición dentro del régimen, esperar a las próximas elecciones y volver a buscar un acuerdo con el PSOE para gobernar.

En el caso de Anticapitalistas, que ha presentado el proyecto “Podemos en movimiento”, señalan algunas críticas correctas a la actual dirección de Podemos y el modelo impuesto en Vistalegre I. Pero, en su ubicación como el ala “sensata” que trata de recuperar los orígenes del proyecto, no hay un balance hasta el final de la crisis de “la hipótesis Podemos” ni una ruptura con su estrategia reformista. Para los “anticapis”, la movilización y el desarrollo de los movimientos sociales como “contrapoderes”, son vías para presionar hacia una transformación social gradualista desde las posiciones institucionales conquistadas. Así, el proyecto encabezado por Anticapitalistas retoma algunas cuestiones programáticas que habían sido encajonadas en el largo período de moderación electoral, pero sigue dejando de lado toda una serie de medidas que se enfrentan abiertamente con la propiedad capitalista.

La prueba del poder: los “Ayuntamientos del cambio”

Podemos no es hoy solo una fuerza de “oposición” a escala estatal en el Parlamento, sino que forma parte del gobierno en las principales ciudades españolas como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Cádiz, junto a las candidaturas ciudadanas, Izquierda Unida y otras fuerzas. Y es justamente allí, donde gobiernan, donde se cumple más plenamente una práctica en la que se ha hecho experto Pablo Iglesias: los discursos radicales para la tribuna, pero una vez en el gobierno, moderación, moderación y más moderación.

Todas las alas de Podemos ponen como ejemplo a los “Ayuntamientos del cambio”. Pero para miles de trabajadores, trabajadoras, jóvenes y activistas, la experiencia de estos gobiernos durante casi dos años se ha transformado en un gran desencanto.
Convertidos en “gestores” del orden capitalista en las grandes metrópolis españolas, dejaron aparcadas las demandas de remunicipalización de los servicios públicos, el derecho a la vivienda y al trabajo, la ruptura con las grandes corporaciones empresariales que acaparan grandes negocios o el no pago de la deuda ilegítima. En cambio, desalojan centros sociales y persiguen a los “manteros” inmigrantes, o se enfrentan con los trabajadores del metro en huelga, mientras cierran acuerdos con el PSOE, lo que ha hecho que el moderantismo se transforme en el modus operandi habitual, cediendo a cada paso frente a los poderes tradicionales, no solo en materia social y económica sino también en el terreno cultural.

Los “Ayuntamientos del cambio”, la prueba del poder de Podemos y sus aliados como Izquierda Unida, han mostrado en casi dos años de gobierno que no están dispuestos a ir más allá de tibias medidas cosméticas, sin resolver ninguna de las demandas sociales ni democráticas pendientes, cediendo a cada paso ante las presiones de las empresas, los bancos y la derecha tradicional.

La “patata caliente” para el Régimen: la cuestión catalana.

Por otro lado, en los próximos meses la cuestión del referéndum catalán parece convertirse en el principal quebradero de cabeza para el Régimen del 78. La promesa de Puigdemont de celebrar un referéndum de autodeterminación en el mes de septiembre está endureciendo la ofensiva españolista del PP, con el apoyo del PSOE y Cs, y la Judicatura. El Estado español muestra que no hay referéndum posible si no es enfrentando al Régimen del 78 y sus instituciones. A su vez la hoja de ruta de Junts pel Sí muestra su impotencia, al negarse en todo momento a desarrollar la movilización social necesaria para poder torcerle el brazo. Por su parte la izquierda catalana del Parlament se divide entre la posición de los “comunes” que quiere limitar la lucha por el derecho a decidir al acuerdo con el Estado central -un imposible- y la de la CUP que viene de plegarse a la hoja de ruta de Puigdemont con la aprobación de unos presupuestos continuistas de la peor etapa de recortes.

2017 puede ser un año decisivo para el proceso catalán, donde el llamado “procesisme” conduce a un callejón sin salida. Desde la izquierda anticapitalista y de clase, y dirigiéndose a los sectores que comienzan a cuestionar la política de “comunes” y “cupaires”, es clave la lucha por el referéndum impulsando una gran movilización social con los trabajadores al frente, con un programa que resuelva también los grandes problemas sociales. Exigiendo a todos los que dicen estar a favor del derecho a decidir, incluido Unidos Podemos, que impulsen grandes movilizaciones en Catalunya y el resto del Estado.

La lucha por un bloque anticapitalista para desarrollar la lucha de clases

Más allá del resultado de Vistalegre II, la crisis interna de Podemos comienza a marcar los límites de la ilusión política que la formación morada generó en millones de personas tras su irrupción en las elecciones europeas de 2014. Por ello es lícito preguntarnos si pueden comenzar a surgir sectores que vean la necesidad de una nueva hipótesis de izquierda, anticapitalista y de clase, que vuelva a poner en el centro la lucha de clases y no las instituciones de la democracia liberal.

A eso es a lo que apostamos desde Clase contra Clase y por lo que junto a otras organizaciones de la izquierda que se reclama anticapitalista hemos impulsado desde el año pasado la iniciativa “No hay tiempo que perder”. Después de un importante encuentro estatal, se formaron comités en varias ciudades y se ha participado de forma unitaria en diferentes espacios de lucha, como en las Marchas de la Dignidad, huelgas estudiantiles y actos del 1 de mayo.

Fruto del debate colectivo, se elaboró un programa ante la crisis del régimen del 78 desde una perspectiva anticapitalista y de clase, con medidas que, partiendo de las demandas más urgentes de sectores de trabajadores como el derecho al trabajo, a la vivienda y a una vida digna, plantea medidas como la nacionalización de la banca y empresas estratégicas bajo control obrero, el reparto de las horas de trabajo con aumento salarial, el no pago de la deuda, etc. Un programa que incluye también la lucha por demandas democráticas muy sentidas como el derecho a la autodeterminación, el fin de la monarquía, derechos para los inmigrantes y refugiados, la anulación de la ley mordaza y otras leyes represivas, -programa que desde nuestro punto de vista debe estar ligado a la lucha por un proceso constituyente impulsado por la movilización obrera y popular-, en la perspectiva de un gobierno de trabajadores, la lucha contra la Unión Europea del Capital y la unidad de los pueblos contra el imperialismo.

Hace unos días, desde Clase contra Clase enviamos una carta a los compañeros de IZAR, que nos invitaron a participar de su I Congreso estatal, planteando la necesidad de relanzar con más fuerza esta iniciativa, propuesta que reiteramos y hacemos llegar también a las otras organizaciones que integran NHTQP, así como a los compañeros independientes que participan del proyecto y a otras organizaciones que aún no se han sumado.

Habiendo logrado elaborar un manifiesto programático común, llevando adelante intervenciones comunes y conquistando un espacio de debate fraternal entre diferentes organizaciones y militantes independientes, este bloque constituye un punto de partida para fortalecer la lucha por una perspectiva anticapitalista y de clase, tarea que debe sumar a otras organizaciones y movimientos de la izquierda anticapitalista, el sindicalismo de clase antiburocrático y los movimientos combativos de las mujeres y la juventud.

La experiencia con los fenómenos políticos emergentes de los últimos años, abre la posibilidad de fortalecer un polo que se proponga intervenir en común en las luchas del movimiento obrero, el movimiento estudiantil, en el movimiento de mujeres, en colectivos como las Marchas de la Dignidad y otros movimientos sociales, para batallar por reactivar la movilización obrera y popular, defender un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y para enfrentar este régimen político. Sumando fuerzas para denunciar y plantear exigencias a las direcciones sindicales y políticas de izquierda, para poner en pie un amplio frente único de lucha contra el gobierno de la “gran coalición”, su nueva agenda de ajustes y las ofensivas liberticidas.

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