Precariedad y miseria creciente, ley del capitalismo

La precariedad es una realidad que en los últimos años ha afectado cada vez más a millones de trabajadores y trabajadoras en el Estado español. La crisis capitalista mundial echó abajo algunas “falsas ilusiones” del pensamiento neoliberal que pregonaba que con el capitalismo se podía conseguir un “perpetuo crecimiento” o que las diferencias sociales irían disminuyendo con el tiempo.

Hoy más que nunca la realidad muestra todo lo contrario, ya que los trabajadores sufren ataques en forma de devaluación salarial, recortes de derechos básicos y degradación social. Los grandes em-presarios del Ibex 35, mientras tanto, aumentan sus ganancias a costa de la “mayoría social” explo-tada. Estamos ante una creciente brecha social entre las clases capitalistas y la clase obrera.

A pesar de la salida de la recesión, que no de la crisis capitalista, son miles los “jóvenes sin futuro” abocados a la precariedad laboral. Toda una generación que salió a las plazas en el 15M cuestionan-do la crisis social, económica y política. Pero las continuas reformas laborales del PSOE y sobretodo la del PP en 2012 marcaron un “antes y un después” abriendo las puertas para que la patronal tuviera armas suficientes para atacar a los sectores con mejores derechos, que normalmente se corresponden a franjas de edad superiores. La precariedad laboral no es solo una cuestión que afecta a los nuevos y jóvenes trabajadores.

A pesar de la salida de la recesión, que no de la crisis capitalista, son miles los “jóvenes sin futuro” abocados a la precariedad laboral. Toda una generación que salió a las plazas en el 15M cuestionando problemáticas sociales, económicas y políticas. Pero las continuas reformas laborales del PSOE y sobretodo la del PP en 2012 marcaron un “antes y un después” abriendo las puertas para que la patronal tuviera armas suficientes para atacar a los sectores con mejores derechos, que normalmente se corresponden a franjas de edad entre los 40 y 60.

Políticas para incrementar los beneficios empresariales a costa de la miseria creciente de los trabajadores”

Las políticas regresivas impuestas para que la crisis la paguen los sectores asalariados y populares ha generado un aumento general del empobrecimiento en importantes capas de la población. En 2014 el Estado español alcanzó la escalofriante cifra de 13.657.232 personas que se encuentran en riesgo de pobreza. Mientras que la pobreza relativa -que es la medición que se establece por compa-ración con el nivel de vida marcado como estándar en el país analizado- afecta a un 22,2% de la po-blación. Esto es el equivalente a 10.383.238 de personas. Y dentro de este porcentaje existen unos 3,2 millones que viven en la pobreza severa, es decir que viven por debajo del umbral del 30% de la media de la renta, equivalente a unos 332 euros mensuales por cada persona. Además, también au-mentó la pobreza entre los trabajadores. Es decir, aquellos sectores que aun teniendo un puesto de trabajo se clasifican como pobres. Sí en 2013 llegaba al 11,7%, en 2014 alcanzó el 14,2% y en 2015 al 16% del total de ocupados.

Según las estimaciones los grandes capitalistas cotizantes en la bolsa del Ibex 35 sumaron unos 428 grandes directivos que de media ganaron 810.000 millones en 2013, un 3,8% más que en 2012.Y la élite que no concurre, 450 directivos, ganaron en 2013 unos 260.000 millones siendo un 8% más que el año anterior. La remuneración de los ejecutivos en 2013 suponía 75 veces el gasto medio por em-pleado de esas mismas empresas, mientras que en 2014 aumentó hasta 104 veces más. Esto supone que lo percibido por los consejeros de los grupos que cotizan en bolsa aumentó un 17,5% respecto al 2013, y el de los altos directivos fue de 12,03%. Se estima que hubo 100 consejeros ejecutivos del Ibex 35 que cobraron más de un millón de euros en 2014 y 50 de ellos más de dos millones. Es más, no sólo aumentaron sus ganancias a costa de sus trabajadores, sino que la bolsa acumulada para las jubilaciones de los grandes directivos ha aumentado cuantiosamente. Sólo 78 consejeros sumaron 492,3 millones para sus jubilaciones.

Por otro lado, en los últimos años se amplió la distancia entre los grandes “magnates” de las em-presas españolas y sus propios empleados. Los directivos aumentaron sus “sueldos” un 10% mientras que el de sus propios empleados disminuyó un 0,6%. Esto supone un desfase entre las plantillas y los altos directivos 13,9 veces mayor. En casos como Abengoa, Abertis, Acciona, ACS, Santander, BBVA, Caixabank, FCC, Ferrovial, Iberdrola, Inditex, Jazztel, Mapfre, Sacyr y Telefónica la retri-bución al ejecutivo mejor pagado supuso más de 100 veces el salario de un empleado de las mismas empresas.

Como vemos en los ejemplos citados una parte de la fuerza de trabajo en el Estado español está sumida en un creciente empobrecimiento. En estas circunstancias la patronal se aprovecha de la de-sesperación de miles de familias que deben buscar trabajo y que por necesidad acaban aceptando condiciones de trabajo inferiores a las que habían tenido anteriormente. Esta es una enorme presión social que tiende a una mayor competencia entre los trabajadores y trabajadoras. Además, hay que sumarle el paro masivo de los años de crisis. Esta masa social que son los parados fue definida por Marx como “ejército industrial de reserva” que le “permite” a la patronal presionar a la baja los sala-rios.

Extensión de la precariedad, aumento de la “explotación”

Hoy son miles los jóvenes, y cada vez menos jóvenes, que están atravesando una dura y dramática experiencia, con trabajos bajo condiciones de ultra explotación. Cotidianamente este término -el de explotación- es utilizado como sinónimo de los “abusos” propiciados por los empresarios sobre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras y, más allá de que dichos “abusos” existan y sean moneda corriente, en realidad la explotación es independiente de esos “excesos” del capital, constituyendo el fundamento mismo de la existencia del sistema capitalista.

Es en el momento actual cuando la patronal, en una de las mayores crisis del capitalismo, a través de los distintos gobiernos de la UE aplica políticas para ampliar los beneficios de éstos e intentar incrementar la “tasa de explotación”. Para los capitalistas, la productividad es la relación entre los resultados (por ejemplo, la cantidad de productos obtenida) y el tiempo y recursos utilizado para obtenerlos: a menos tiempo de trabajo invertido en obtener el resultado deseado, más productividad del trabajo. ¿Pero qué significa para los trabajadores? Por un lado, significa “trabajar más”. Y la realidad hasta ahora lo demuestra, el número de horas de trabajo subió de 128,9 a 129,7 mensual-mente en el 2014. El aumento de horas trabajadas afectó tanto a los de contratos a tiempo completo, que pasaron de 144,5 a 146 euros al mes, como a los de tiempo parcial, de 75,6 a 76,9 euros al mes. Pero, por otro lado, equivale a “cobrar menos”. En diciembre del 2014 el salario medio fue de 1991,84 euros brutos al mes, frente a los 1995,86 euros del mismo mes del 2013, es decir una varia-ción de del 0,2%.

Otra de los conceptos estrella que se suelen utilizar es el de “flexibilidad”. Para el gobierno, que se jacta de que ya estamos transitando la “recuperación económica” y el “aumento del empleo”, esto equivale lisa y llanamente a más precariedad laboral. En los dos primeros meses del 2015 de los 2.354.335 de contratos registrados, el 90,7% eran temporales y el 29,5% a tiempo parcial, mientras sólo el 5,6% eran indefinidos a jornada completa, según datos del Ministerio de Empleo. Incluso entre el periodo 2008-2014 el cómputo total de horas extra no pagadas ha pasado del 35% en 2008 al 56% en 2014.

Si el ataque es general… la respuesta tiene que ser generalizada

La existencia de las ETT´s, las contratas, los contratos temporales o a tiempo parcial… es una reali-dad que se ha ido incrementando en el último tiempo. Siendo parte de un ataque al conjunto de la clase trabajadora para debilitar sus principales posiciones. Un ataque laboral garantizado por las di-recciones burocráticas de los sindicatos y los partidos capitalistas, resultando más difícil que los sec-tores precarios tiendan a organizarse. Ante un ataque generalizado, la respuesta debe estar en el mismo nivel, tanto a nivel sindical organizando ampliamente a estos sectores como a nivel político.

Sí hay que buscar responsables hay que señalar no solo a los distintos gobiernos sino también a las burocracias sindicales de CCOO y UGT, que durante años han manteniendo unos aparatos sindica-les con una “casta” antidemocrática ligada de una u otra forma al Régimen del 78´. Y son éstos mismos los que dicen que los precarios no se pueden organizar, pero la realidad ayuda en algunas ocasiones a desmentirlo. Un ejemplo es la lucha de las empresas de comida rápida en EEUU por el derecho de sindicalización y por el incremento del salario. Más cerca, en Francia la juventud está saliendo a las calles contra los intentos del gobierno de Hollande de aprobar su ley precarizadora. Y en el Estado español hemos tenido experiencias como la importante huelga de Movistar contra la precariedad laboral, o experiencias más pequeñas pero importantes por lo que demuestran, como en Telepizza o Burguer King.

Las burocracias sindicales son responsables de impedir que miles de “precarios” estén organizados sindicalmente, dejándolos indefensos frente a la explotación y represión patronal. Más aún cuando todas las políticas de los distintos gobiernos han ido encaminadas a incrementar la precarización, incluso en sectores con mejores condiciones previas.

La creciente liquidación de un amplio porcentaje de empleos de trabajadores calificados y su caída hacia los niveles de los sectores más oprimidos de la clase, están provocando importantes cambios en la clase trabajadora. A pesar de que los efectos de la crisis y el paro de masas puedan potenciar coyunturalmente las divisiones de la clase debilitando su capacidad de lucha, esta “generalización de los ataques” plantea la “generalización de la respuesta”. Por lo que la unidad de la clase obrera es hoy es más necesaria que nunca.

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