Manuela Carmena y las “locuras de juventud” del activismo social

‘Es grandioso abandonar las plazas por la institución’. Es lo que declaró Manuela Carmena tras las acusaciones que la derecha hizo hacia algunos de los concejales madrileños. ¿El activismo social es un “error” del pasado?

“Creo que es muy grandioso y muy interesante el que un colectivo de muchachos y muchachas jóvenes que tenían una actitud de una cierta confrontación con lo institucional lo hayan abandonado y hayan entrado en lo institucional. Personas que han podido arrepentirse”.

Estas declaraciones de Manuela Carmena evidencian la estrategia reformista del equipo encabezado por la alcaldesa, que quiere desvincularse de toda acción anti institucional o antisistema.

La respuesta de Carmena es poco novedosa, asociar ciertas actitudes a “locuras de juventud” es una vieja estrategia que ha utilizado la “casta política” desde hace tiempo con la idea de que el activismo político es cosa de jóvenes, y la lógica de asociar el activismo y militancia antisistema a la inmadurez. Pero estas no son unas declaraciones inocentes de Manuela “excusando” a los jóvenes de Ahora Madrid, detrás de ellas está la estrategia reformista que intenta evitar a toda costa la movilización social y el cuestionamiento de la legalidad burguesa.

“La gente evoluciona, y uno mismo se da cuenta de que hay otras maneras de cambiar las cosas y Podemos es lo que para mí significó esa otra manera” afirmaba también Pablo Echenique. “La protesta es legítima pero toca recuperar las instituciones públicas”, dijo el diputado autonómico por Aragón siguiendo la misma lógica.

Vemos como la estrategia es común, desde Podemos, que ya lo venía anunciando hace meses, hasta las nuevas candidaturas ciudadanas, que apuestan por la vía reformista y el respeto absoluto a las instituciones.

El “lapsus” que sufrieron los jóvenes de Ahora Madrid durante 2011 parece que fue fruto de su “inmadurez”, sin embargo ahora es hora de “hacer política”. Pero es precisamente este modo de “hacer política”, contrapuesto a la movilización social, el que sirve de límite para cualquier transformación real de la sociedad.

Es frecuente oír hablar a las figuras públicas de Podemos y de las distintas candidaturas como herederas del 15M. Sin embargo, vemos que poco queda del espíritu de “las plazas” en las nuevas formaciones. Día a día hemos visto que Podemos y las distintas candidaturas ciudadanas han ido abandonando desde las posturas más rupturistas que planteó el 15M (“PP-PPSOE, la misma mierda es”, “abajo la monarquia”…), hasta casi la totalidad de lo planteado en las plazas. El punto más escandaloso son las declaraciones de Manuela Carmena, a pocos días de ser envestida, sobre su programa. “Yo entendía mi programa como un conjunto de sugerencias”. Algo que rompe con la ilusión de muchos y muchas madrileñas que votaron no a una persona, Manuela, sino a una serie de medidas que se planteaban.

Con solo dos semanas de mandato en las ciudades donde gobiernan las candidaturas ciudadanas, ya dicen que será imposible cumplir con muchas de sus promesas. El límite para esto no es otro que el marco institucional que respetan sin cuestionamiento.

Este lunes en Cádiz el alcalde de ‘Por Cádiz sí se puede’ (PCSSP) se lamentaba de no poder frenar un desahucio “por falta de voluntad de la propiedad”. ¿Es que se pensaba que los que vienen ordenando desalojos iban a dejar de hacerlo, que iba a “cambiar la voluntad” de los bancos y otros propietarios?

La concejala de vivienda en Madrid, Marta Higueras, también ha expresado que a pesar de que uno de los puntos del programa a tomar en los primeros 100 días de gobierno era la paralización de los desahucios en la ciudad, “el Ayuntamiento no puede parar los desahucios”.

Manuela ya renunció también a abrir los comedores escolares en verano como prometió, a implementar una banca pública, y podríamos seguir con el resto de ‘sugerencias’ planteadas. El problema no es la “falta de voluntad”, sino el hecho de que el Ayuntamiento va a seguir teniendo como prioridad pagar la deuda.

Respetar los límites de las instituciones y unas leyes claramente dictadas para el beneficio de la propiedad privada, al tiempo que se da la espalda a toda perspectiva de movilización social y de lucha de clases, es lo que hace que estos programas -que ya de por sí son muy limitados- sean irrealizables.

Finalmente, los que se presentaron como sus “herederos” parecen renegar de las consignas mas radicales que emergieron del 15M y la movilización social que le siguió. Las declaraciones antes apuntadas de Manuela Carmena no hacen más que rechazar aquellos métodos de movilización y acción social y atribuirlos a “un error de juventud”, errores que según la alcaldesa, “tuvieron su propio contexto”.

Pero ¿acaso ha habido un cambio de escenario que justifique abandonar la movilización social como la herramienta fundamental para transformar la realidad?
En 2011, miles de personas ocupamos las plazas en clara protesta contra las instituciones, los políticos corruptos, los bancos, y contra todo lo que representaba el Régimen del ‘78. Continuamos movilizándonos en las mareas en defensa de la salud y la sanidad, frenando los desahucios, en las huelgas estudiantiles, las huelgas generales y las marchas de la dignidad.

Ahora el contexto es diferente, según Manuela. Pero, ¿qué ha cambiado? En realidad no mucho, la situación extrema a la que la crisis y las políticas de empobrecimiento han llevado a millones de trabajadores, jóvenes, mujeres e inmigrantes en el Estado español es la misma hoy que en 2011. Por lo que es difícil entender que ya no tengamos que movilizarnos.

Quienes estamos obligados a tener trabajos precarios, sin poder estudiar por las altas tasas o sin conseguir trabajo después de estudiar, quienes estamos cansados de la represión policial e institucional, quienes no podemos acceder a una vivienda digna, ni a un contrato de más de tres meses de duración… no nos conformamos.

Quienes fuimos parte del espíritu del 15M en sus planteamiento más rupturistas, seguimos siendo anticapitalistas, antimonárquicos, seguimos sin querer pagar una deuda que consideramos ilegítima, a diferencia de los que nos dicen que han “madurado” lo suficiente como para centrar su actividad dentro de las instituciones dejando atrás las plazas y las calles. El problema es terminar pareciéndose a lo que se quería enfrentar.

Nosotros, en cambio, seguimos queriendo romper las reglas del juego, seguimos queriendo dar la pelea en las calles, en las fábricas y en las universidades. Nos sobran los motivos.

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