De Arquímedes a Iglesias: dadme un reglamento de voto y crearé el partido que quiero

Escuchando las intervenciones de la Asamblea de Podemos vi en la tribuna a mi antiguo profesor de la carrera Carmelo Romero. Presentaba la ponencia política del círculo de Soria que planteaba la necesidad de poner en el centro de la estrategia del nuevo partido la pelea por la apertura de un proceso constituyente. Su presencia allí, combinada con el desarrollo de la Asamblea, me hizo recordar una de las ideas en las que más insistía en sus clases de Historia Contemporánea de España a las que asistí en la Universidad de Zaragoza.

Se trata de la importancia de las leyes electorales en el diseño de los regímenes políticos representativos. En sus clases siempre los comparaba con el punto de apoyo de Arquímedes: “dadme una ley electoral y crearé un sistema político según mis intereses”, nos decía. Así lo estudiábamos para comprender el funcionamiento del bipartidismo de la Restauración o la Ley electoral del ‘77 en el actual Régimen.

La importancia en el manejo de las reglas del juego electoral no es algo exclusivo de los regímenes políticos. También es un mecanismo clave en la consolidación de la dirección de las formaciones políticas. Sin duda así lo interpretó desde el comienzo de la formación de Podemos su principal líder, Pablo Iglesias.

Detrás de un discurso cargado de referencias a la “participación”, el “empoderamiento de la ciudadanía” y la“horizontalidad”, desde el comienzo Iglesias se ha asegurado ser él y su equipo el que marcaba las reglas del juego. De esta manera, y obviamente coadyuvado por su permanente exposición mediática, ha conquistado un liderazgo casi indiscutido.

Cuando el proyecto era algo nuevo, Iglesias sacó de la manga el llamado “Comité de expertos” que se propusieron moderar el contenido programático del “Manifiesto Mover Ficha” con el que había arrancado el proyecto.

Corría el riesgo de que se pudiera tachar a esta maniobra de sofocracia platónica (el gobierno de los sabios). Sin embargo, lo resolvió presentándolo a una discusión y plebiscito electrónico que lo dejaría avalado. Fue el primer recurso a este método que hoy por hoy se presenta como parte del ADN de Podemos y el súmmum de la democracia 2.0. Podríamos decirse que es el “punto de apoyo” del “punto de apoyo”.

La siguiente ocasión en que este mecanismo se puso en marcha fue la misma elección de las listas electorales. Las primarias abiertas por internet le dejaron como indiscutible cabeza de lista, aunque seguido de otras figuras representativas del movimiento, como Teresa Rodríguez, militante de Izquierda Anticapitalista y ahora eurodiputada electa.

Pero Iglesias ocupó el liderazgo, ¿o acaso el método plebiscitario electrónico podía permitir otra cosa? ¿Quién sino Pablo Iglesias iba a recibir el mayor número de votos? Era algo obvio, pues era él quien había logrado instalarse de tertuliano habitual en los principales canales de televisión. Casi todos los demás candidatos eran completos desconocidos para la gran mayoría.

Llegó entonces el momento de definir el modelo organizativo y político de la nueva formación. En un principio el método iba a basarse en los cientos de círculos organizados en todo el Estado. Las bases del partido iban a poder elegir su dirección y programa mediante un proceso deliberativo de abajo a arriba. Pero el método cambió de la noche a la mañana. Antes del Encuentro Estatal de Podemos de junio, Iglesias y su equipo cambiaron las reglas. Plantearon la elección de una comisión técnica, una dirección provisional de facto. ¿La forma? ¿Su “ley electoral”? Plebiscito electrónico, lista cerrada y elección única. Ni siquiera un elemento democrático tan básico como la proporcionalidad quedaba contemplado. La lista que sacara un voto más se llevaba todos los puestos. ¿Resultado? El único esperable y conocido. Iglesias y su equipo eran elegidos como dirección provisional de Podemos y responsable de la organización de la Asamblea Ciudadana de Podemos, nada menos que su congreso fundacional. Otras sensibilidades quedaban totalmente excluidas de esta nueva dirección, aun representando a vastos sectores de las bases.

Definida la “ley electoral” para la dirección provisional, sólo quedaba definir la “ley electoral” definitiva. Es decir, la manera en que se iba a realizar la Asamblea Ciudadana, definir la estrategia política, los principios éticos y organizativos y, por supuesto, la nueva dirección. El método ha sido similar. Se estableció plena libertad para que desde los círculos se propusieran tantos documentos como se quisieran, algo que sin duda fue una novedad que denotaba una visión pluralista.

Sin embargo, no se ofreció ningún canal para que los y las militantes de los círculos pudiesen discutirlos, enmendarlos y comentarlos en persona, en el cara a cara propio de la militancia política. Las pocas reuniones que se realizaron a tal fin, como el encuentro de círculos que tuvo lugar en Madrid el fin de semana del 4 y 5 de octubre, fueron organizados a pulmón por los propios círculos sin ningún tipo de apoyo del “equipo técnico” de la Asamblea Ciudadana.

Así se llegó a la Asamblea Ciudadana en la que los equipos que finalmente presentaron documentos tuvieron entre 3 y 4 minutos para exponer sus posiciones. Esto fue igual para todos, incluso para el Equipo de Pablo Iglesias. Con la pequeña diferencia de que durante semanas los grandes medios de prensa difundieron las propuestas de Iglesias y, en la propia Asamblea, el Acto fue abierto y cerrado con discursos… del propio Iglesias.

Los documentos presentados se están votando en estos momentos por internet. El argumento es que así pueden elegir también los que no tienen tiempo para participar en los círculos. Ahora bien, para poder votar sin que el voto lo decida la preeminencia mediática de Iglesias, los 150.000 inscritos deberían contar con el tiempo necesario para leerse los más de 50 documentos presentados.

Así que más bien la “ley electoral” de Iglesias a lo que apela es a los que solo tienen tiempo para verlo a él, a Errejón, Monedero o Bescansa en las tertulias de los medios de comunicación de masas. Una “ley electoral”hecha a medida que sirve tanto para enaltecer a una dirección única -que pide a las minorías que “se echen a un lado”– como para que aspectos centrales del programa, como la cuestión de la deuda, se resuelvan sin debate alguno.

Aunque este “punto de apoyo”, tan bien consolidado por Iglesias y su equipo, no excluye otras maniobras menos defendibles en su argumentario democrático 2.0. La que más ha resonado es la amenaza de “o se aprueban todos los planteamientos” del equipo de Iglesias, “Claro que Podemos”, o éste se hecha a un lado, un chantaje del que a nadie se le escapó la comparación con la maniobra de Felipe González en 1979 para que el PSOE renunciara al marxismo y, de paso, consolidar su liderazgo carismático e indiscutido.

La última maniobra es tan reciente como las horas posteriores a la Asamblea. Molesto con la expresión de sectores críticos durante el fin de semana, Iglesias y el “equipo técnico” decidieron cambiar la forma de votación mediante un artilugio técnico que obviamente sólo pueden hacer quienes controlan el aparato mediático y digital de Podemos.

El cambio al que nos referimos es el que impide que quien quiera apoyar alguno de los documentos ético, organizativo o político de “Claro que Podemos” pueda apoyar en otra categoría a algún documento “disidente”, como por ejemplo la propuesta organizativa de Pablo Echenique y Teresa Rodríguez, ambos eurodiputados de Podemos, que presentaron el documento “Sumando Podemos” inspirados en un perfil más democrático y asambleario.

Esta decisión de última hora ha encendido los ánimos de muchos participantes de Podemos que expresan su descontento en las redes sociales, en Plaza Podemos e incluso publicando comunicados de protesta, como el que publicó el círculo de Enfermeras de Madrid.

Si en 1979 González inauguró el “felipismo”, la expresión española del paso de la socialdemocracia al social-liberalismo, ¿qué está inaugurando el auge presidencialista y carismático de Iglesias en Podemos? Para pensar la respuesta, sirvan de botones de muestra la coincidencia de la rápida estructuración antidemocrática interna con el “giro al centro del tablero” político que Iglesias proclamó en la Asamblea, acompañado de las primeras medidas programáticas adoptadas en la misma, que toda la prensa reconoció como abiertamente moderadas.

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