La manifestación de la Diada de 2012 ha sido la mayor movilización tenida lugar en Catalunya hasta la fecha en defensa de los derechos democrático-nacionales catalanes. Según los organizadores entre un millón y medio y dos millones de personas participaron. La misma Delegación del Gobierno en Catalunya ha tenido que reconocer una cifra de 600.000. Más allá de la habitual guerra de cifras es innegable que estamos ante una respuesta masiva, que desde primeras horas de la tarde colapsó todo el centro de la ciudad, desde la Diagonal hasta la línea de costa.
El precedente más inmediato lo encontramos en la manifestación del 10 de julio de 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional que recortaba el Estatut de 2007 -después de la “poda” que ya había hecho el Congreso-, con un millón de participantes. Y más lejos en el tiempo la histórica manifestación de la Diada de 1977 tras el lema “Llibertat, amnistia y estatut de autonomía”, con una participación algo mayor que la de 2010. Pero además del mayor número de asistentes, en 2012 la principal diferencia ha sido que esta vez el clamor no era por la “autonomía” o por la defensa del Estatut, sino claramente por la independencia, por el derecho de Catalunya a constituirse como un Estado independiente.
Desde Clase contra Clase venimos planteando que la actual crisis capitalista va a someter a cada vez mayores tensiones al Régimen del ‘78. Y es que los pilares sobre los que se constituyó en la llamada Transición “democrática” parecen estarse desmoronando aceleradamente. La liquidación de importantes conquistas y derechos de los trabajadores, las perspectivas de futuro negro para toda una generación… aumenta el divorcio de cada vez más jóvenes y trabajadores con el Régimen, y lo estamos viendo en el surgimiento de procesos de lucha como el 15M, el movimiento estudiantil y combates obreros, como la huelga del 29M o la huelga minera. A la vez las demandas democráticas estructurales que en el 78 no se resolvieron vuelven a escena con más fuerza, este es el caso de la cuestión nacional catalana, junto a la vasca.
La crisis del Estado de las Autonomías
En 1978 y los años posteriores el Gobierno Suarez, las fuerzas políticas que fueron los “padres” del actual Régimen -desde el PSOE y el PCE, con las direcciones de UGT y CCOO como comparsa, hasta la derecha pos-fraquista de Fraga y los grupos nacionalistas burgueses vasco y catalán- levantaron una estructura administrativa del Estado que actuó de desvío para evitar una resolución progresiva y democrática a la cuestión nacional. Fue el llamado “Estado de las Autonomías”.
El derecho de autodeterminación quedó negado categóricamente en la Constitución del ‘78. A cambio se dieron diferentes niveles de autonomía a las distintas regiones y nacionalidades del Estado español. El PNV y CiU aceptaron este modelo. Las burguesías vasca y catalana (que habían tenido muy buenas relaciones con la Dictadura, sobre todo a partir del desarrollismo de los años ‘60) se integraron en el nuevo Régimen en buenas condiciones. Se apoyaron en las aspiraciones democráticas de sus respectivos pueblos para poder negociar mejores condiciones para sus negocios.
Allí donde el movimiento nacionalista fue más fuerte y tenía sectores de masas que no aceptaron el nuevo consenso, el Estado central concedió más. Así la burguesía vasca logró una autonomía más amplia que incluía un régimen fiscal propio. Sin embargo esta cesión no fue gratuita, a cambio se forzó a renunciar a la unidad territorial de Euskadi, segregando a Navarra de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Se potenció el navarrismo, una corriente reaccionaria apoyada sobre todo en sectores del Opus Dei y a la que incluso se le dio un régimen fiscal autónomo similar al vasco. En Catalunya el desarrollo estatutario fue desde el inicio más restringido que el vasco -no así si lo comparamos con otras regiones- y sobre todo con un claro tope, la Hacienda. Los recursos económicos de Catalunya iban a estar siempre más controlados por el Estado central.
El último boom económico benefició a todos los sectores burgueses del Estado español. A la burguesía vasca y catalana especialmente, pues han sido parte del “equipo titular” de multinacionales del imperialismo español. En medio de este crecimiento trataron de ampliar las cuotas de auto-gobierno, apelando en mayor o menor medida a las aspiraciones democrático-nacionales para sus respectivas negociaciones.
El Plan Ibarretxe en el País Vasco fue un intento fracasado de esto. Se quería renovar el Estatuto de Gernika y establecer la categoría de “Estado libre asociado” a la CAV. Fue tumbado por el Gobierno central y dejado de lado por las mismas discrepancias en el PNV sobre si era el momento o no. Más tarde la victoria del PP-PSOE en las últimas elecciones autonómicas -gracias a la proscripción de la izquierda abertzale- supuso una victoria del tándem centralista. Sin embargo las próximas elecciones y la posibilidad de un Lehendakari abertzale pueden hacer volver a la palestra con fuerza la cuestión vasca.
En Catalunya, con el Tripartit a la cabeza (PSC, ERC e ICV), se realizó un intento también por la vía de la reforma estatutaria. El nuevo Estatut de 2007 quiso ampliar las competencias mucho más allá de lo que la burguesía central y el Régimen del ‘78 estaban dispuestos a admitir. Primero el PSOE en las Cortes -con el acuerdo de la misma CiU- y después el Constitucional -a “petición” del PP- marcaron un techo “infranqueable” a las peticiones de la burguesía catalana. Las frustraciones de CiU continuaron con el nuevo modelo de financiación autonómica pactada con el PSOE en 2009 (que ampliaba en 1.986 millones la asignación a Catalunya).
El modelo autonómico pactado en 1978 se venía pues “agotando” ya antes de la crisis. Ésta simplemente está acelerando, y mucho, este proceso. Y es que las políticas de ajuste dictadas por la troika -UE, BCE y FMI- exigen una “reforma” de la estructura estatal descentralizada, que tienda a “ahorrar” gastos por medio de una re-centralización. Además el Gobierno de Rajoy quiere mantener todo el control sobre los planes de reducción de déficit, para lo cual busca poder rescatar e intervenir las Comunidades Autónomas y sus cuentas. Por lo tanto no sólo se hacen oídos sordos a las posibles reclamaciones de más autonomía y mejor trato en el “reparto de la tarta”, sino que se apunta a una regresión importante en todo lo “cedido” por el Estado central en estos 35 años.
El rechazo frontal a la propuesta de Pacto Fiscal que llevó Mas a la Moncloa, viene seguido de una negativa a re-negociar la financiación autonómica en 2013 y nuevas iniciativas que buscan recortar las competencias de las Autonomías, desde la capacidad de elaborar sus propios presupuestos hasta los contenidos educativos que hasta hoy fijaban.
El PSOE hace piña en lo fundamental con el PP. Rubalcaba advierte a los catalanes que en la lucha por el derecho de autodeterminación lo encontrarán “en frente” y apoya al Gobierno en el rechazo al Pacto Fiscal. Sus tímidos intentos de separarse del PP, con promesas federales que rápidamente retira por la reforma constitucional que implicarían, apuntan más a contener las divergencias que surgen en el seno del PSC.
En todo este enfrentamiento la Corona también sale sale a defender la “unidad de España”. Si Rajoy descalificó la Diada como una algarabía, el Monarca la tildó de “quimera” y la redujo a una discusión sobre si se trata de “galgos o podencos”. La carta del Rey es una intervención directa en la vida política que no se producía desde el 23F, como vemos los tiempos difíciles que le esperan al Régimen le van a forzar a hacer uso de las competencias de “árbitro bonapartista” que le otorga la reaccionaria Constitución del 78.
La burguesía catalana y su giro soberanista demagógico
La crisis del Estado de las Autonomías es sin duda el enfrentamiento inter-burgués más explosivo que tendrá que enfrentar el Régimen. Por el momento todo apunta a que se tiende a recrudecer empezando por Catalunya.
El PP hace uso de su mayoría absoluta para gobernar sin muchas contemplaciones ni acuerdos, tampoco con las burguesía regionales. La burguesía central no va a renunciar a los 16.000 millones de euros que anualmente saca de los impuestos catalanes -un 8,7% de su PIB- y que CiU quiere recuperar -o al menos una parte- para aliviar la asfixia de su Hacienda (la más endeudada del Estado con más de 40.000 millones de deuda, un 22% del PIB).
CiU, visto que en lo inmediato tendrá que recurrir a más de 5.000 millones del Fondo de Liquidez Autonómico, ve el peligro de la intervención cada vez más cerca. Algo que la dejaría en pésimas condiciones para poder abrir la negociación sobre el Pacto Fiscal -recientemente aprobado por CiU, ERC, ICV y un diputado del PSC en el Parlament- con el que aspira a equipararse con el régimen fiscal vasco o navarro, e incluso también en la renegociación de la financiación autonómica en 2013. Además su Govern viene sufriendo un desgaste social creciente fruto de los draconianos ajustes que está aplicando en sanidad, educación, contra los empleados públicos…
Las masivas movilizaciones del 2010 y 2012 junto a la fuerte presión de Rajoy le han llevado a optar por apoyarse en las aspiraciones que entre millones de catalanes vienen creciendo en defensa de sus derechos democrático-nacionales. Ya los golpes centralistas contra el Estatut hicieron crecer enormemente el sentimiento independentista, llegando al 25% de la población. Buen síntoma de aquello fue el movimiento de las consultas populares por la independencia en cientos de municipios. Los azotes de la crisis están incrementando aún más estos sentimientos democráticos y que apuntan en contra del Régimen del ‘78. Las últimas encuestan dan un 51% de partidarios de la independencia, frente a un 26% de contrarios y un 24% de indecisos.
CiU ha visto una doble oportunidad en este proceso. Por un lado trata de ponerse a la cabeza para instrumentalizarlo como una herramienta de presión sobre el Gobierno central. Busca frenar sus ansias re-centralizadoras y de intervención, y poder negociar en mejores condiciones el pacto Fiscal o la nueva financiación en 2013. Por el otro trata de re-prestigiarse del desgaste que padece por su reaccionaria política de ajustes, intentando “vender la moto” de que los recortes no existirían si se contara con una Hacienda o Estado propio. Rechazado el Pacto Fiscal por Rajoy se ha decidido a profundizar su llamado giro soberanista, con la convocatoria de elecciones anti-cipadas y la propuesta de una consulta sobre el futuro de Catalunya aprobada por el Parlement junto a ERC, ICV y SI.
Si bien este giro le ha dado en lo inmediato buenos resultados -saliendo fortalecidos tanto el Govern como instituciones catalanas como el Parlament de la Diada- le puede generar en el futuro amplias contradicciones. Mas está, probablemente sin desearlo, contribuyendo a que se profundice el movimiento democrático que en su contenido va a cuestionar uno de los pilares del Régimen del ‘78. Y éste no es otro que el andamiaje político del que ha hecho uso la burguesía catalana, como socia subordinada de la centralista, para sus buenos negocios.
De hecho los sectores más orgánicos de la burguesía catalana se vienen separando del giro “soberanista” de Mas. El Círculo de Economía ha hecho pública su oposición a este curso e incluso a que sea el momento de pedir ahora el Pacto Fiscal. Lo mismo se está viviendo dentro de Foment del Treball o en la misma CiU, donde el ala de Unió representa más fielmente la “prudencia” de las 400 grandes familias de Catalunya. Por más que todos ellos puedan compartir las reivindicaciones de mayor autonomía y un nuevo concierto fiscal, incluso algunos compartan o comprendan el uso demagógico de las reivindicaciones democrático-nacionales en medio de la negociación con el Gobierno central, a todos les entran escalofríos con la idea de “abandonar España” o de que se profundice el potente movimiento democrático y que se les escape de las manos.
Más del 60% de las exportaciones de sus empresas se dirigen al mercado español, y en torno a un 20% a la UE. Las declaraciones de la Comisión Europea advirtiendo de que una Catalunya independiente quedaría fuera de la UE fueron una advertencia a Mas y la misma burguesía catalana para que se cuiden de no azuzar demasiado esa idea. Una “vuelta” a la UE, tal como es hoy, después de romper con España estaría vetada por la misma España y otros países con nacionalidades oprimidas en su seno, como Francia o Gran Bretaña. Hoy por hoy la burguesía catalana no tiene todavía una alternativa mejor para sus intereses que seguir siendo parte del Estado español.
La Asamblea Nacional Catalana y la política de abierta conciliación de clases
Si CiU lo está teniendo tan fácil para poder aparecer al frente de las demandas sentidas y defendidas en la manifestación de la Diada, es en gran parte gracias a la política de la llamada Asamblea Nacional Catalana (ANC). Este organismo fue fundado a partir del movimiento de las consultas por la independencia y está compuesto por entidades y personas vinculadas a diferentes tendencias del catalanismo, desde las más próximas a CiU o ERC, hasta otras cercanas a sectores de la izquierda independentista. Más allá de esta heterogeneidad en la filiación de sus miembros, hay una gran homogeneidad en levantar una estrategia que busca la alianza con la burguesía catalana y sus partidos, así como por confiar en la vía institucional para la conquista del derecho de autodeterminación y la independencia.
Esta línea es la que abrió las puertas a que los figurones de CiU -consellers incluidos-, PSC o ERC, encabezasen la manifestación, a que ésta acabase en un acto semi-institucional con la Presidenta del Parlament y a que ahora se esté tratando de canalizar la movilización al diálogo con el President Mas, para que éste decida el calendario y la hoja de ruta institucional con la obtener del Gobierno central una respuesta positiva a las demandas de la calle.
Esta política contribuye a que la demagogia de Mas cale entre cientos de miles que salieron a la calle. Se pasa por alto el historial reciente de este partido y la clase a la que representa en su compromiso con la Constitución del ‘78 y la negación del derecho de autodeterminación. En la lucha por este derecho, ellos estarán siempre en la trinchera contraria, pues antes que ser parte del combate por la autodeterminación en contra del Régimen actual, se aliarán con éste que siempre les ha garantizado -y sigue haciéndolo- los mejores negocios posibles. En contra de esta política hay que desenmascarar la demagogia de Mas sobre la cuestión catalana y también sus intentos de exculparse de los ajustes que lleva adelante. CiU, Foment del Treball y demás sectores del empresariado y la banca catalana están tan comprometidos como el PP, el PSOE y la CEOE, en el cumplimiento de la hoja de ruta marcada por la troika para hacernos pagar la crisis a los trabajadores y sectores populares.
Además la idea de una consecución pacífica e institucional del derecho de autodeterminación no puede llevar al movimiento democrático más que a conformarse con ser un impotente instrumento de presión, lo cual a su vez facilita la instrumentalización por parte de CiU. La burguesía española no discute en una mesa de negociación su dominio territorial sobre Catalunya o Euskadi. La única vía progresiva para conquistarlo es la lucha revolucionaria para derribar el Régimen del ‘78, su Constitución, su Monarquía y su sistema de partidos. En esta tarea la burguesía catalana y sus representantes no serán nunca una aliados, se ubicarán siempre con sus colegas españoles.
La “izquierda anticapitalista” se subordina a la ANC
La sumisión a esta línea de conciliación de clases de buena parte del movimiento nacionalista e independentista está decantando sectores más de izquierda que la cuestionan. Son aquellos que plantean luchar al mismo tiempo por la independencia y el socialismo, y están en contra de la alianza con los partidos de la burguesía catalana, aun cuando estos enarbolen las banderas de la independencia. Un límite importante de este sector es que su rechazo a marchar con CiU no se hace en nombre de la necesidad de la enfrentar a la burguesía catalana, si no de una fórmula de “unidad popular” que no tienen una clara delimitación de clase, y da pié a posibles alianzas con otros sectores burgueses y otros partidos como ERC o SI, como en ocasiones plantean.
En la Diada buena parte de estos sectores marcharon separados de la manifestación de la ANC, que aglutinó a algunos sectores de la izquierda independentista de la organización juvenil ARRAN, el Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes, parte de las Candidaturas de Unidad Popular o el grupo político Endavant.
La apelación a la independencia política del principal partido de la burguesía catalana es algo que compartimos, así como la unión de la lucha por los derechos democrático-nacionales con la lucha por la emancipación social de los trabajadores, por el fin del capitalismo y la construcción del socialismo.
Estos dos aspectos elementales, pero clave, han sido patrimonio histórico de los marxistas revolucionarios. Por ello lamentamos que corrientes políticas que se reivindican de esta tradición estén dejándolos de lado, ubicándose de hecho junto a los sectores más abiertamente conciliacionistas de clase del movimiento democrático-nacional catalán. Es el caso de algunas organizaciones del llamado “anti-capitalismo”.
Tanto En Lucha como Izquierda Anticapitalista/Revolta Global optaron por manifestarse en la convocatoria de la ANC, en vez de participar en la impulsada por el ala izquierda del movimiento. En Lucha viene sosteniendo una posición totalmente acrítica con la misma ANC y justificaba manifestarse junto a la burguesía catalana como algo normal ya que “pel fet de viure i lluitar en una nació oprimida les organitzacions revolucionàries, anticapitalistes i de l’esquerra rupturista dels Països Catalans hagem de compartir part del camí amb la dreta” (“por el hecho de vivir y luchar en una nación oprimida las organizaciones revolucionarias, anticapitalistas y de la izquierda rupturista de los Países Catalanes tenemos que compartir parte del camino con la derecha”). Una visión de la lucha por las demandas democrático-estructurales totalmente etapista, en la que “una parte del camino” necesariamente lo tendríamos que recorrer juntos los trabajadores y sectores populares con la burguesía catalana. Revolta Global no llegó a justificar por escrito esta posición, sin embargo optó también por ser parte de la manifestación de la ANC.
Algo en lo que también coinciden ambas es en la separación que hacen de la lucha por el derecho de autodeterminación con la lucha por una revolución obrera y socialista. Estas dos organizaciones son partidarias de la secesión de Catalunya -algo en lo que coinciden con todas las alas del independentismo, a diferencia de nosotros-, pero plantean la perspectiva de lucha o bien por una “República Catalana” sin definición de clase, es decir una república burguesa, -Revolta Global- o por “la independència del conjunt dels Països Catalans amb la perspectiva de la debilitació d’un Estat espanyol retrògrad, basat en la negació dels drets socials i nacionals” (“la independencia del conjunto de los Países Catalanes con la perspectiva de la debilitación de un Estado retrógrado, basado en la negación de los derechos sociales y nacionales”), -En Lucha-. La lucha por transformar la lucha democrática en socialista, a diferencia de los sectores más de izquierda del independentismo, está totalmente ausente de sus propuestas.
Por la unidad de los trabajadores de todo el Estado contra el Régimen del ‘78
No ocultamos tampoco las diferencias con sectores de la izquierda independentista que no quiso marchar con CiU. La primera de ellas ya la hemos mencionado, los límites de su “independencia” de CiU que es más planteado como una lucha contra este partido que contra la clase social a la que representa, la burguesía catalana. Pero también en cuanto a la estrategia a seguir para conquistar el derecho de autodeterminación y liquidar el capitalismo.
Desde Clase contra Clase vemos necesario pelear por la unión voluntaria de todos los trabajadores -nativos y extranjeros- y sectores populares del Estado español. Por ello somos partidarios de que los trabajadores y la juventud construyan sus propias organizaciones de lucha y políticas estatales -como los sindicatos de trabajadores o de estudiantes-, y éstas se coordinen con las de otros estados.
No podemos concebir la lucha por el derecho de autodeterminación y contra el capitalismo catalán como una tarea exclusiva de los trabajadores y sectores populares catalanes, como muchas veces se plantea desde las filas de la izquierda independentista. Los trabajadores catalanes, vascos, andaluces, aragoneses, madrileños… tenemos un enemigo en común. El que niega los derechos democráticos de las nacionalidades, que mantiene grotescas continuidades y lazos con la Dictadura (empezando por la Monarquía), que está descargando sobre nosotros la crisis en forma de paro, liquidación de conquistas históricas, desahucios y miseria. Hablamos del Régimen político heredero de Franco y de todos los sectores burgueses a los que viene sirviendo. Tenemos una historia común como fue la lucha revolucionaria contra el fascismo y el capitalismo español en los años ‘30 y la lucha antifranquista en los ‘60 y ‘70.
El creciente rechazo al Régimen del 78, que tuvo una importante muestra en las recientes manifestaciones del 25S, debemos convertirlo en un activo importante en la lucha por el derecho de autodeterminación de Catalunya, negado por la Constitución y la Monarquía. Es imprescindible la unidad de los trabajadores de todo el Estado para poder derribar el Régimen de la Transición y sobre sus ruinas imponer una Asamblea Constituyente Revolucionaria, que sólo podrá ser convocada por un Gobierno de trabajadores, el único capaz de garantizar el libre ejercicio del derecho de autodeterminación para el pueblo catalán. Además solo un Gobierno de este tipo podrá avanzar en la expropiación de las burguesías española, catalana y vasca, poniendo fin a la explotación capitalista y liquidando el imperialismo español del que todas forman parte, y abriendo el camino a una transformación socialista de la sociedad.
Retomemos las banderas del internacionalismo proletario
Nuestra defensa del derecho a la autodeterminación de Catalunya y la secesión si la mayoría así lo quisiese, no la hacemos desde el punto de vista del independentismo. Los marxistas revolucionarios no consideramos que la independencia catalana vaya a resolver los grandes problemas de los trabajadores y sectores populares, como se concibe desde la perspectiva nacionalista, incluida la izquierda independentista.
Esta tarea, como la de acabar con la opresión nacional, está íntimamente ligada a la lucha por el triunfo de la revolución socialista en el Estado español. Por lo tanto no se puede limitar exclusivamente a Catalunya, sino que debe partir de los marcos del Estado español con la perspectiva de la extensión de la revolución por el resto de Europa y el mundo.
La historia del Siglo XX nos demuestra además que una revolución obrera no puede quedarse aislada en un sólo país, a riesgo de terminar burocratizándose y degenerando como ocurrió en la URSS y teorizó Stalin con su teoría del “socialismo en un sólo país”. La lucha por una Catalunya “independiente y socialista”, desligada de la lucha por una revolución en todo el Estado y la perspectiva de la revolución mundial es un peligro que nos puede conducir a repetir trágicos errores.
Por ello nuestra pelea por el derecho de autodeterminación la planteamos desde una posición internacionalista, como parte de la lucha por derribar el Régimen del ‘78 y construir una Federación de Repúblicas Socialistas Ibéricas en la perspectiva de conquistar una Federación de Repúblicas Socialistas de Europa. Para ello resulta indispensable que los trabajadores del resto del Estado español tomen como suya la lucha por el derecho de autodeterminación de vascos y catalanes, y suelden así la unidad necesaria para poder construir conjuntamente dicha Federación libre y voluntariamente. Los militantes de Clase contra Clase peleamos por construir un fuerte partido revolucionario de trabajadores en el Estado español que se prepare para esta tarea, en el marco de la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional, el partido de la revolución mundial que mejor sintetizó las lecciones revolucionarias del proletariado contra el capitalismo y por la resolución de las demandas democráticas pendientes.
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