La huelga indefinida de los mineros de las cuencas de Asturias, León y Aragón no ha dejado indiferente a nadie y ha generado una serie de debates en los medios alternativos, los movimientos sociales y algunos grupos políticos de izquierdas. Esta lucha se ha convertido en una de las más importantes de los últimos años y la misma cuenta con altos niveles de combatividad en sus acciones.
Sin embargo estos niveles de combatividad en las acciones no tienen un correlato en la radicalidad de la política que levantan las direcciones sindicales del sector junto a las direcciones sindicales estatales, que unifica las demandas de los trabajadores de las minas a las de su patronal. Una política que acaba atando el destino de miles de puestos de trabajo y la propia subsistencia de las cuencas mineras a los buenos o malos negocios de una patronal como la minera; que vio beneficiado su negocio privado con ingentes cantidades de fondos públicos durante muchos años y a costa especialmente de la salud y las vidas de miles de obreros del carbón.
La burocracias sindicales, si bien no pudieron evitar la enorme solidaridad que el conflicto minero generó en las comarcas y las autonomías donde este se desarrolla, -presión por la cual se vieron obligados a convocar la exitosa huelga general de todas las cuencas-, se juegan una vez más a aislar el conflicto de los mineros y a que éste se desgaste. En esa línea va la negativa a realizar una campaña de solidaridad activa en todo el Estado y a tratar de unir y coordinar la lucha minera con la del resto de sectores obreros en conflictos. Algo que la misma realidad plantea como posible empezando por las mismas regiones en cuestión (profesores interinos, astilleros, acerías, transporte… que están o han estado recientemente en conflicto). Incluso el Gobierno interpeló a las propias dirigencias sindicales a evitar la escalada de violencia en los enfrentamientos con la policía después de jornadas que se saldaron con varios policías heridos.
La inactividad de los sindicatos mayoritarios por fuera de las comunidades que poseen actividad minera, dan cuenta de su negativa a transformar el conflicto de los mineros en un gran conflicto de todos los trabajadores contra los recortes y los ataques del gobierno.
Incluso las esperanzas que generaron entre los mineros en la enmienda por parte del PSOE al proyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado, confiando en que los senadores del PP romperían su disciplina partidaria, se han quedado en nada. En esa misma lamentable sesión del Senado, fueron expulsadas 300 mujeres de los mineros cuando comenzaron a protestar una vez conocidos los resultados.
Ubicar a los trabajadores detrás de los intereses directos de la patronal, y aislar y contener el conflicto en las comarcas, es un callejón sin salida para los trabajadores.
Es necesario convertir la lucha de los mineros en una gran lucha estatal. Un triunfo de los mineros seria un triunfo de todos los trabajadores contra los recortes y los planes del gobierno y la troika.
Es necesario levantar un programa independiente de los trabajadores que plantee la nacionalización de las minas y plan de reconversión bajo nuestro control, el de los trabajadores, y no de la patronal y el gobierno.
La izquierda sindical en el conflicto minero
Hasta aquí, la política de la burocracia practicada en tantos conflictos, pero adaptada a un sector de trabajadores con una importante tradición y combatividad que le ejerce una presión importante por abajo. ¿Pero cuál viene siendo el papel en este gran conflicto de los sectores sindicales que se proponen como una alternativa a la izquierda de CCOO y UGT?
La izquierda sindical se ha mantenido prácticamente en el silencio, en el peor de los casos, o en el mero periodismo y la casi total inmovilidad, con la excepción de una pequeña concentración en Barcelona, convocada por la CNT y otras acciones realizadas por la CSI de Asturias.
La CGT si bien saluda la huelga minera, no plantea una alternativa a la orientación de la dirección de los mayoritarios. Y a pesar de llamar a la solidaridad “activa” se limita a emplazar a que se acuda a las movilizaciones ya convocadas, sin impulsar ninguna ni siquiera en los sectores y regiones donde tiene peso. (http://www.cgt.org.es/noticias-cgt/…)
Cobas, por ejemplo se limita a reproducir una noticia publicada en el diario “Publico” (http://www.cobas.es/index.php?optio…) Mientras la IAC no ha hecho siquiera declaración alguna.
Salvo por alguna acción convocada en solidaridad por alguna organización en solitario, la izquierda sindical no está siendo capaz de mostrar una alternativa al aislamiento de esta lucha mas allá de las cuencas mineras, proponiéndose, por ejemplo, organizar manifestaciones e impulsar la caja de resistencia que están poniendo en pie los mineros, junto a proponer una política que sea una alternativa al de la burocracia.
La izquierda política: Un debate de estrategias
Pero ¿y la izquierda anticapitalista? Los comunicados generales de Izquierda Anticapitalista, adolecen de los mismos problemas que los de la izquierda sindical. Es decir, sin plantear una alternativa a la orientación política de la burocracia y de carácter meramente declarativa. (http://www.anticapitalistas.org/Con…). Tampoco están impulsando acciones de solidaridad, ni siquiera en el movimiento estudiantil o en el movimiento de barrios, que es sobre todo donde concentran su trabajo político.
Aún peor, el grupo En Lucha publicó una nota en su web (http://www.enlucha.org/site/?q=node…) en la que se plantea una línea opuesta por el vértice a una política de solidaridad activa y bajo una perspectiva de clase, ni que decir que menos aún revolucionaria. En días siguientes han publicado otras notas que no reproducen los argumentos de la primera, pero tampoco los discuten. Sobre algunas de estas definiciones polémicas queremos dejar nuestra reflexión.
La nota en cuestión va mas allá sobre el debate que se abrió con sectores ecologistas y pacifistas del 15M, intentando hacer equilibrio entre estos y “los que ven en ellos (los mineros NdR) –desde el onanismo exterior-, los encargados de comandar una revolución por imperativo casi divino, sin comprender la complejidad de la coyuntura.” . Es de notar desde un inicio de la nota, la ausencia de un análisis de clase. Planteando como primera definición que “los mineros son unas de esas comunidades tradicionalmente obreras”, como si en las propias comunidades no hubiera mineros y dueños de las minas y sus acólitos. Una categoría, la de “comunidad”, que precisamente es funcional al programa de la burocracia, que sólo se puede combatir desde un punto de vista de independencia de clase. Precisamente el término “clase” o la simple palabra trabajadores, está ausente en el análisis de toda la nota, y es remplazada por “gente”, “comunidad”, etc.
Dentro de la comparación del movimiento 15-M con la lucha de los mineros, absolutamente lícita para calibrar sus semejanzas y diferencias. Incluso sin comparación nos sería imposible percibir el movimiento y el desarrollo y la maduración de los distintos conflictos y la lucha en su conjunto. En ese sentido, si comparamos el 15M con las jornadas del 29M fueron un evento superador (no negador) del primero, expresando en las calles una unidad entre miles de jóvenes, precarios, estudiantes, etc. muchos nacidos a la vida política por el 15M y los sectores mas concentrados de la clase trabajadora.
El artículo sin embargo si utiliza la comparación con el 15M con la lucha minera para caer en la superficialidad de caracterizar a esta última, con intención de sub-valuarlas, como “sobre todo de luchas a la defensiva, que buscan resistir en lo existente, no en demandar otro posible.”. Olvida que la inmensa mayoría de las luchas parten de resistir en lo existente. O acaso a algún sociólogo se le puede ocurrir pensar en un 15-M sin el escenario de la crisis capitalista mundial, o el 15M no es una respuesta defensiva frente al mayor ataque a las condiciones de vida en el Estado español?.
Como plantea en su nota “El uso de la violencia no siempre lleva aparejado una radicalización de las demandas y viceversa, el no uso de la violencia no implica una debilidad.” Esto es correcto sólo en términos generales, pero no siempre es así. Si bien el uso o no uso de la violencia en un momento particular es una cuestión táctica, el problema radica en que el rechazo a la violencia por principio, implica sin dudas una debilidad estratégica a la hora de pensar en cómo acabar con este sistema y su sociedad de clases.
Y este fue uno de los grandes límites en los posicionamientos ideológicos de un importante sector del 15M. No olvidemos cuando el Régimen atacó duramente a los jóvenes que quisieron bloquear el Parlament el 15J, y un sector del 15M y prácticamente toda la izquierda, salieron a denunciar a “los violentos” sacando comunicados de prensa sin ser votados en las asambleas; además de que se ausentaron en las puertas de las comisarías para defender a los presos.
Otra de las frases más polémicas de este artículo de En Lucha es: “Esto no es una crítica a los mineros, para nada, ellos hacen muy bien; es una crítica a los que ven en ellos –desde el onanismo exterior-, los encargados de comandar una revolución por imperativo casi divino, sin comprender la complejidad de la coyuntura.” Es decir, lo que critica En Lucha es a aquellos que nos pronunciamos por una estrategia política revolucionaria desde la clase trabajadora, en su paradigma de la “nueva izquierda” de la no-estrategia o la “hibridación”. Por otro lado toda estrategia tendrá que estar basada en algo más que conocer la coyuntura en toda su complejidad. Pero es mas fácil ridiculizar el papel fundamental e irremplazable de la clase obrera, no sólo para tirar abajo este sistema, sino siquiera para pensar en levantar uno nuevo, donde no exista explotación. Papel que se desprende de los más de 200 años de luchas obreras y que fueron enriqueciendo con sus experiencias al marxismo revolucionario, de las cuales los mineros de Asturias y León en la historia y tradición de la clase obrera española son un importante eslabón.
Las propias medidas de la burguesía desmienten esa supuesta pérdida de centralidad de la clase trabajadora para el funcionamiento del sistema capitalista. Todas estas están enfocadas sistemáticamente, directa o indirectamente, en aumentar la tasa de explotación y la extracción de plusvalía y a dividir a los trabajadores. Cualquier anticapitalista que se precie de tal, que no identifique claramente cuál es la clase fundamental en la que se sostiene este sistema, difícilmente podrá plantear la estrategia para superarlo y los sujetos sociales que podrán llevarla a cabo.
Pero parece ser que los militantes de En lucha, entendidos en las coyunturas, no logran entender el sentido y las tareas de la etapa que está abierta: la de las crisis, las guerras y las revoluciones. Sin embargo, después de ridiculizar las posiciones de quienes defendemos una estrategia revolucionaria con centralidad de la clase obrera, critica suavemente, no sea cosa que se enfaden, a los ecologistas antiobreros que se oponen a la lucha minera y apuestan por lo tanto por el cierre inmediato de las minas por el Gobierno del PP; como “poco astutos políticamente”.
Solo quienes tengan una visión estética del conflicto pueden opinar que los marxistas le dan un rol central a la clase trabajadora producto de “El imaginario erótico del mono azul “que busca “luchas puras”.
No se trata de limitarnos “a dar su apoyo a los mineros con actitud subalterna y servil” como ellos creen. Más bien a eso se limitó la izquierda, sin plantear críticas a la orientación de CCOO y UGT.
Por otro lado, aunque como dicen“No hace falta que los mineros sean el 15-M, ni que estos sean como los mineros, en la coordinación de la diferencia reside la fuerza” , justamente esta fuerza se muestra ausente, y uno de los motivos es la falta de acciones de solidaridad con los mineros que rompan todo corporativismo entre las divisiones ya existentes dentro de la misma clase obrera y la lucha de los miles de jóvenes sin miedo del 15M; la única base sólida para sembrar la coordinación.
Otro de los motivos de la falta de esta fuerza, es la pérdida de la conciencia de pertenencia a una clase y de la potencialidad de ésta como la única clase creadora de riquezas; producto de las duras derrotas de los años 80 y 90, y en combinación con las transformaciones objetivas, con un desplazamiento del polo industrial mundial de occidente a oriente y un creciente peso de los sectores de servicios. Esto actualiza nuestro programa y nos plantea nuevos desafíos a los cuales responder desde el marxismo revolucionario.
Lamentablemente, producto de la experiencia del estalinismo, buena parte de la izquierda europea, como son los proyectos “anticapitalistas” de En Lucha e izquierda Anticapitalista o el NPA francés, han decidido adaptarse a los prejuicios que imperan sobre el marxismo revolucionario, identificando los principios de este con la formación de la burocracia soviética.
De ahí surge el discurso de “nuevas formas de lucha” o de “nuevos métodos”, su oposición a la “militancia profesional”, su estrategia “multisujeto” y su falta de delimitación de las corrientes reformistas, como forma de tirar por la ventana en bloque las experiencias precedentes.
Incluso para los que conocen algo de la historia de la clase obrera y de las ideas que se desarrollaron alrededor de su emancipación, verán que muchas de estas “novedades” no son tales, aunque muchos “innovadores” no lo sepan.
La sociedad de clases sigue ahí, la explotación sigue ahí, la expoliación de los pueblos y el imperialismo sigue ahí, la opresión sigue ahí, la burguesía sigue en el poder como clase dominante. Cambian las condiciones del combate, la relación de fuerzas, pero los contendientes, lo que origina el conflicto y las condiciones para vencer siguen intactas.
Una revolución con la clase obrera a la cabeza de una alianza con los pobres de la ciudad y el campo que desbarranque este sistema, y sobre sus ruinas se proponga construir una sociedad sin clases y sin estado.