La crisis de la eurozona se ha acelerado, pasando hace tiempo de ser un asunto de la periferia para abarcar ahora ya decididamente a los países centrales de la Unión Europea (UE). Mientras Alemania intenta aprovechar la crisis para imponer su (o un mayor) dominio sobre el resto de los países imperialistas, este movimiento desestabiliza las relaciones al interior de la eurozona y entre ésta y el resto de países de la UE, como Gran Bretaña. Más que nunca, el futuro del euro y de la misma UE está en cuestión.
Un “fantasma recorre el mundo”: la desintegración del euro
La perspectiva de un quiebre del euro ronda a los principales voceros de la burguesía mundial. La situación es grave. Si una revista como The Economist no conocida por su catastrofismo teme esta perspectiva es que algo conoce de la gravedad de la situación. La portada de su número del 26/11 mostrando una moneda de un euro en curso de explosión y preguntándose “¿Este es el final?” es muy elocuente. En su principal editorial plantea que: “Si Alemania y el Banco Central Europeo no se dan prisa, el colapso de la moneda se acercará peligrosamente”[1]. Y más adelante agrega sobre las onerosas consecuencias para Europa y a nivel mundial lo siguiente: “El quiebre del euro podría causar un desastre global aún peor que la crisis del 2008-2009. La región del mundo financieramente más integrada se vería destrozada por defaults, quiebras de bancos y la imposición de controles de capital. La zona del euro podría hacerse añicos, o bien reagruparse en un gran bloque al norte y uno fragmentado al sur. Y en medio de recriminaciones y rupturas de acuerdos como consecuencia del fracaso del mayor proyecto económico de la Unión Europea, las variaciones bruscas de los tipos de cambio entre las monedas de los países que estén en el centro y de los que estén en la periferia casi con certeza provocarían que el mercado único se paralice. Y la supervivencia misma de la Unión Europea quedaría en duda”. A su vez describe el pánico financiero que reina actualmente en Europa: “el pánico que ha invadido a los bancos europeos. Se les ha secado el acceso a los mercados “mayoristas” de fondos, y el mercado interbancario está en cuestión, ya que los bancos se niegan a prestarse entre ellos. Las empresas están retirando los depósitos de los bancos en países periféricos. Esta corrida por la puerta trasera está forzando a los bancos a vender sus activos y comprimir los préstamos; el ajuste al crédito podría ser mucho más profundo que el sufrido por Europa cuando se produjo la caída de Lehman Brothers”. Y remata lapidaria: “Esta situación no puede continuar por mucho tiempo más. Si no se produce un cambio realmente dramático de parte del Banco Central Europeo y de los líderes de Europa, la moneda única podría quebrarse en muy pocas semanas más. Numerosos eventos, desde la caída de algún banco grande, el colapso de un gobierno, hasta el fracaso de una subasta de bonos, podrían causarlo”.
Aunque algunos días más tarde, el 30 de noviembre, el anuncio de los bancos centrales de los principales países imperialistas de inyectar una cantidad ilimitada de fondos a tres meses con objeto de paliar la escasez de liquidez a nivel mundial, especialmente en dólares, ha evitado en lo inmediato este escenario de pesadilla permitiendo mantener a flote al sistema financiero, la situación y la alarma de fondo no ha cambiado a las puertas de una nueva reunión decisiva intergubernamental (¿y van?) para sacar a la eurozona del borde del abismo. Lo impensable se pasea entre nosotros. La quiebra de la eurozona es un fenómeno posible, aunque aún no probable, pero las probabilidades han aumentado en forma alarmante.
Las bases estructurales de la crisis del euro
Antes de ver en términos económicos las difíciles opciones que se plantean para intentar salvar la eurozona, repasemos sus causas estructurales que son anteriores a la crisis histórica del capitalismo mundial, actuando ésta a su vez como revelador y factor de agravamiento brutal de las mismas.
Ya en marzo de 2009, decíamos: “La base estructural de las tensiones del Eurozona es una divergencia en los ritmos y características de las crisis en sus diversas economías que la componen, que si ha podido mantenerse en momentos de crecimiento económico mundial y abundantes fuentes de financiamiento, se tornan en un gran obstáculo con el cambio de las condiciones económicas en el marco de la incapacidad de los Estados del Viejo Continente para poner en marcha un plan de rescate común. Así, el Reino Unido y España tienen en efecto una tasa de endeudamiento que es comparable a la de EE.UU., al igual que Irlanda. Su ‘patrón’ de crecimiento y financiamiento ha sido muy similar al norteamericano, jugando el sector inmobiliario un rol de locomotora tanto en el crecimiento como en la posibilidad de los hogares de endeudarse usando el alza en el precio de la vivienda como colateral. Esto en la fase ascendente del ciclo ha permitido un alto endeudamiento de los hogares que sostuvo un sobreconsumo y fuertes tasas de crecimiento (…) Como en el caso norteamericano, esta receta era insostenible a largo plazo (…) Alemania, por el contrario es una potencia exportadora. Las exportaciones, equivalentes en volumen a las de EE.UU., a pesar que la economía germana es sólo un cuarta del tamaño de su contraparte norteamericana, dieron cuenta de alrededor de un 45% del PBN en 2007. Este país es altamente competitivo en maquinaria pesada usada para procesos industriales, rubro que constituye su segundo ítem de exportación luego del automotriz. Junto con su tradicional especialización en estos bienes, en los últimos años este país ha seguido una política algunas analistas denominan ‘neomercantilista’. Esta política ha implicado un fuerte aumento de la tasa de explotación gracias a las reformas del anterior gobierno socialdemócrata de Schröder, a la vez que una deslocalización masiva de la subcontratación, mientras que el ensamblaje final es mantenido en Alemania. En este sentido, Alemania se ha beneficiado de la integración de Europa Central y del Este a la UE. A su vez, el gobierno de Merkel ha transferido a los hogares (vía el aumento del IVA) una parte de las cargas sociales que pagaban las empresas. Esta política le ha permitido un fuerte excedente comercial en la reciente alza de la economía mundial, de la que Alemania fue uno de los grandes beneficiarios, en el marco de un mercado interno deprimido. Éste hubiera sido más magro si no hubiera ido acompañado de un incremento significativo del endeudamiento de los hogares que alcanzó un 68% del PBI de 2008 (…) En otras palabras, Alemania en los últimos años ha combinado en cierta medida características que lo emparentan con el modelo norteamericano -como un mayor endeudamiento de los hogares, a la vez que en un importante grado de financiarización de su economía- por un lado, a la vez que otras tendencias similares al modelo asiático -una fuerte reducción del costo salarial y la compresión de la demanda interna- por el otro, sin liquidar su base de capital, tecnología y productos que requieren una fuerza de trabajo altamente especializada como columna vertebral de su sector exportador. Pero esta orientación exportadora depende por ende de la salud de la economía mundial. El drástico deterioro de ésta ha golpeado a Alemania fuertemente como mostramos al principio, a la vez que sus bancos han sufrido fuertemente las pérdidas de la crisis financiera internacional.
Por su parte, Italia y Francia, más alejados del modelo norteamericano en sus equilibrios internos, como demuestra su baja tasa de endeudamiento de los hogares, sufren sin embargo una fuerte pérdida de competitividad (y por ende son muy sensibles a las fluctuaciones del euro). (…) En Italia, el crecimiento viene siendo débil desde 2000, la deuda pública excede el 100% del PBI expresión de una evasión estructural récord, las presiones inflacionarias son importantes, en especial en el sector servicios, pero el país no puede recurrir a la devaluación, en razón de su participación en la zona euro. Esto resulta en un agravamiento del déficit de cuenta corriente que alcanzo ya en 2008 un -2,5% del PBI. De forma estructural, el capitalismo italiano se encuentra acorralado por un lado, por la competencia de los países de Europa del Este y del Sudeste de Asia en una serie de ramas de producción en la que se había especializado (línea blanca, etc.), a la vez que otras burguesías europeas han logrado una mejora de las relaciones entre el capital y el trabajo a favor del primero mucho más profunda que los intentos de la Segunda República italiana como es el caso en la década de Alemania.
En Francia, mientras un pequeño número de grandes grupos financieros industriales, de la banca o de los servicios participó activamente de la mundialización del capital lo que le permitió captar una porción del valor creado en otros países y que constituye un elemento esencial de su rentabilidad, la industria francesa pierde en forma continua desde 1992 partes considerables del mercado mundial, lo que se expresa en el creciente déficit de cuenta corriente.
Esto no quiere decir que Francia haya dejado de ser un país exportador pero su fuerza depende en un reducido número de grandes grupos. Aunque el alza del euro comentada más arriba es un factor que ha incidido, su retroceso viene de antes y no es el factor explicativo determinante, como lo demuestra la degradación del balance comercial con sus socios de la Eurozona. Es que la especialización internacional de la industria francesa descansa sobre mercados donde los sectores públicos son esenciales. Este es el caso de la aeronáutica, el sector nuclear o las telecomunicaciones y de ahí la fuerte necesidad de una diplomacia de negocios (…) En otras palabras, mientras su fortaleza aún reside en estas ramas de producción su posición se ha deteriorado en los sectores de bienes de capital o de bienes de consumo que fueron los sectores dinámicos del último ciclo de crecimiento de la economía mundial (…) Como muestran las características del crecimiento y de la crisis en las principales economías de Europa que hemos analizado, las divergencias en el espacio de la Eurozona son importantes (además del caso inglés que está fuera del área euro). Esto sin hablar de países imperialistas de segunda categoría, como Portugal o Grecia, cuyos problemas de competitividad, déficit de balanza de pagos, etcétera, los convierten en los eslabones débiles de la Eurozona”[2].
Difíciles opciones
Como muestra, el repaso anterior no puede pensarse la crisis de la eurozona sólo como un problema de solvencia y/o falta de liquidez, si no que esto se da conjuntamente con un agudo problema de competitividad en especial en los países de la periferia de la UE. La vuelta a un nuevo equilibrio capitalista implica por ende volver a un nivel sostenible sus problemas de deuda a la vez que se restaura los problemas de crecimiento y competitividad, que son la clave para su sustentabilidad. En función de esto podemos delinear algunos hipotéticos escenarios:
A) Una fuerte depreciación del euro y alta inflación en los países del núcleo de la eurozona (Alemania, Holanda, etc.) que permita restaurar la competitividad y elimine rápidamente sus problemas de cuenta corriente en los países de la periferia. Salvo excepciones, como Grecia o tal vez Portugal, en éste escenario países como Italia o España evitan una reestructuración desordenada de su deuda y por ende el euro sobrevive. Esta salida por la vía de la inflación choca con la ortodoxia reinante en Alemania y los límites que la misma plantea al rol del BCE, que tendría que actuar abiertamente y sin tapujos como prestamista en última instancia (también aumenta el riesgo crediticio de los países del núcleo de la eurozona frente a un eventual descalabro económico y/o financiero -una crisis de solvencia y/o liquidez- de los países de la periferia). A su vez, a nivel internacional se enfrenta a la política de devaluación del dólar con respecto al euro de EE.UU. para reducir su déficit de cuenta corriente, con lo cual podría darse el caso de que el euro no bajara lo suficiente para restaurar la competitividad de la periferia, además que pondría a la UE y EE.UU. en un enfrentamiento más abierto a los ya existentes.
B) Una restauración de la competitividad vía la deflación en curso, camino propugnado por Alemania. Este camino “a la latinoamericana”, siguiendo las recetas para América Latina durante la “década perdida” de 1980, implica un largo periodo de crecimiento negativo o anémico políticamente y socialmente difícil de sustentar. Contra toda ilusión de una rápida salida a la crisis veamos las opiniones de uno de los protagonistas políticos/económicos de aquel período, el mexicano Guillermo Ortiz[3]: “En Grecia, una gran condonación de su deuda es necesaria pero eso no significará por si mismo que los ajustes sean más fáciles ni que se restablezca el crecimiento. Hoy en día nadie sabe el tamaño del ‘recorte’ necesario. Así que hablar del equivalente de un ‘Plan Brady’ para Grecia es, en mi opinión, prematuro y fuera de lugar. El Plan Brady (…) funcionó porque el ajuste fiscal y reformas estructurales ya se habían llevado a cabo durante el curso de ocho o nueve años. Esto ciertamente no es el caso de Grecia. La magnitud del ajuste fiscal logrado en América Latina fue brutal, sin embargo, los niveles promedio de la deuda, en relación, fueron cerca de dos quintas partes del de Grecia. México, por ejemplo, pasó de tener un déficit fiscal primario de 8,4 por ciento del producto interno bruto en 1981 a un superávit de casi el 5 por ciento dos años después. Grecia, sin embargo, no será capaz de lograr la consolidación fiscal acordada para 2011 de 4 por ciento del PIB. Lograr una adaptación exitosa en medio de una recesión nacional y con un entorno global negativo es sin duda una tarea difícil. Sin embargo, Grecia tiene que pasar por esta fase para seguir adelante sin tener que recurrir a la devaluación o el mecanismo de inflación utilizados en América Latina. Una tarea difícil, pero menos onerosa que la exclusión voluntaria de la zona euro”[4].
Contraria a esta experiencia exitosa en términos capitalistas de ajuste, el caso de Argentina en 2001 y su default desordenado, luego de tres años de recesión y ajuste, muestra el otro desenlace posible de este camino de deflación/depresión.
C) El subsidio (o una verdadera unión de transferencias) por parte de las principales potencias imperialistas de los países imperialistas de menor competitividad, esto es una transferencia fiscal de alrededor del 5% del PBI de los países del núcleo de la eurozona. Una transferencia fiscal de esta magnitud entre regiones ricas y regiones pobres no es muy usual. Sin embargo, en el marco del estado nación es lo que hizo la ex Alemania Occidental durante veinte años para anexionarse a la ex Alemania Oriental o en Italia entre el norte rico y el sur pobre (el Mezzogiorno), no sin generar fuertes resistencias como es el caso de la Lega Nord en Italia cuta presión ha venido logrando reducir estas transferencias. Por ende, una masiva transferencia de este tipo entre los distintos países de la UE es altamente dificultoso políticamente sino casi imposible. A su vez, desde el punto de vista de Alemania la monetización elimina la presión sobre los estados para la reforma, a la vez que debilita la influencia de estas sobre la política de los mismos. Es un camino opuesto al reforzamiento del Tratado de Maastricht que propugna ahora la actual canciller alemana.
Por el contrario, es el camino soñado por los reformistas de todo tipo. Como expresa el padre de la escuela de la Regulación, Michel Aglietta, en una reciente entrevista: “… el único camino que me parece el más adecuado para resolver la crisis actual: el que utilizaron los Estados Unidos y el Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial para sus deudas de guerra. Recuerde que, en 1945, Estados Unidos tenía deudas por valor del 130 por ciento del PIB y la del Reino Unido alcanzaba al 260 por ciento. Esto para mantener las tasas de interés reales muy bajas, a un nivel inferior a la tasa de crecimiento de la economía. Es ésta la diferencia que reduce mecánicamente y regularmente la carga de la deuda, incluso con un déficit público primario. Esta estrategia se basa en dos pilares, como hicieron los norteamericanos: en primer lugar suspendieron la independencia de la FED entre 1945 y 1951, para que se esforzase en mantener las tasas de largo plazo tan bajas como sea posible. Después, hicieron un plan de gastos públicos masivos para ayudar a la inversión privada: el plan Marshall. Es la única salida por arriba, pero esto no puede ocurrir sin la cooperación de los Estados miembros que tienen que acordar para que el BCE cumpla su papel de prestamista de última instancia de los Estados, que es la propia condición de integridad del sistema bancario europeo. Sobre todo, debemos dar tiempo y no intentar equilibrar el presupuesto en tres años”[5]. Sin embargo, en el marco de todo pragmatismo y en vista de la dificultad de las demás opciones, la monetización temporaria de las deudas de la periferia podría llegar a ser llegado el caso la sola opción si se quiere salvar el euro.
D) En el marco, de que los países de la periferia fracasan en sus ajustes tornándose los mismos intolerables no les quedaría más remedia que declarase en default a la vez que se podrían ver obligados a salir de la zona euro para restaurar su competitividad vía la devaluación drástica de su moneda. Si solo países como Grecia, Portugal o Chipre se ven obligados a seguir este camino, la eurozona aunque más reducida podría sobrevivir, pero es difícil que así lo sea si España o Italia deben hacer lo mismo, con lo cual el euro podría verdaderamente estallar. Como vemos las dificultades de las tres primeras variantes que enumeramos hacen esta opción crecientemente probable. Esto no significa que los distintos gobiernos intentaran evitar esto por todos los medios, debido a lo traumático que significa la salida del euro y la conversión de sus contratos y deudas en la nueva moneda local. Pero catástrofes de este tipo existen, como nos lo muestra en esta misma crisis la caída del Lehman Brothers. Más importante aún escenarios catastróficos como este no pueden descartarse (más bien esta ínsito) en una crisis capitalista de carácter histórico como ésta no solo en Europa sino a nivel mundial: la destrucción (y desvalorización) de capitales, como se hizo entre las dos guerras mundiales en Europa, vía las quiebras bancarias e industriales, la cancelación de las deudas, al terrible costo eso sí de la destrucción economía y social. Parcialmente, este es el camino que ya comienzan a transitar países como Grecia.
La “ventana de oportunidad” alemana para imponer un mayor dominio sobre Europa
Como venimos escribiendo en anteriores artículos[6], la crisis actual presenta una oportunidad única en una generación para la burguesía alemana para avanzar en su ambición estratégica de una política más integrada de la Unión Europea bajo su dirección. Merkel sabe que tiene que obtener que los altamente endeudados gobiernos del sur de Europa acepten sus designios que permitan a los burócratas de Bruselas un mayor control sobre los presupuestos nacionales. Su objetivo a la vez que busca crear las condiciones de pagar la deuda es imponer una reestructuración vasta de sus economías al servicio del capital alemán y de las transnacionales más fuertes europeas o con inversiones en ella.
Con el control del gasto, busca disminuir la parte del mismo orientada al consumo y al mantenimiento de las conquistas sociales que aún permanecen del llamado estado benefactor a la vez que otras áreas no productivas, hacia la mejora de las condiciones de inversión. Subrayemos una vez más, contra tanta anti-germanismo de opereta de algunos representantes patronales como el PS en Francia, que si bien la burguesía alemana es la que más empuja hacia una salida de este tipo como expresión de su peso económico y crecientemente político, esta transformación cualitativa de las relaciones capital-trabajo en Europa es apoyada por todos los sectores de la gran burguesía europea y del capital transnacional con inversiones en Europa. Este es el sentido de su oposición frontal a que el BCE otorgue incondicionalmente el dinero para cubrir las deudas en espiral de los países deudores antes de que estos acuerdos se hagan, es porque sabe que sin esta presión y este terrorismo financiero sus gobiernos podrían renegar a alcanzar estos duros compromisos bajo la presión de las calles y desde adentro de la clase dominante de sectores de la misma que podrían perder sus privilegios o negocios corruptos gracias a sus lazos con el establishment político. Su política dura ha producido ya algunos resultados, como los gobiernos dóciles a sus dictados en Grecia e Italia y el recientemente electo gobierno del PP en España, que ella considera menos sometidos a las presiones locales. El acuerdo que sellaron Merkel y Sarkozy el 5/12 intenta ir un poco más allá en la imposición de la austeridad, avanzando en una versión aggiornada del Tratado de Maastricht. Se mantiene la regla del 3% como tope al déficit fiscal anual en proporción al producto bruto, pero se avanza en las penalidades por incumplimiento (esto no es una idea nueva, pero por primera vez se especifican). El límite a la deuda pública estará inserto en las leyes de cada país (la Corte Europea de Justicia verificará su correcta instalación), las sanciones serán automáticas cuando se constaten excesos (a menos que se oponga una mayoría calificada del 85%). Sin embargo, Bruselas no meterá sus narices en los presupuestos nacionales y no tendrá asunto en corregirlos o vetarlos. De antemano todo país signatario hace uso de su soberanía para autoimponerse -en su texto constitucional- la «regla de oro» del límite fiscal. Un presupuesto -o una ejecución- que no lo cumpla violará así el tratado, pero también su carta magna. El viernes 9, “Merkozy” intentarán convencer de este pacto al resto de los gobiernos de la eurozona, a la vez que invitan a firmarlo al resto de los gobiernos de la UE.
La política alemana desestabiliza los equilibrios europeos
En su empuje, Merkel arriesga que el conjunto del edificio de la eurozona le explote en la cara. Recientemente se evitó un nuevo Lehman plus, pero el peligro sigue rondando por los aires. Disparadores no sobran: la pérdida de la calificación AAA de Francia, un fracaso de Italia de recaudar fondos a la tasa que sea cuando acuda a los mercados en enero o febrero, una quiebre de un banco sistémico cuyas interrelaciones pongan en jaque al conjunto del sistema financiero, un default de Grecia que algunos anticipan para las Navidades siguiendo el ejemplo hasta en las fechas de los países latinoamericanos para dar las malas nuevas. Merkel espera que solo frente a escenarios como estos el BCE sea capaz de controlar la situación, aunque tal vez como la FED dejando caer al Lehman se equivoque o llegue demasiado tarde.
Más grave aún su intento de dominio su política está desestabilizando el complejo entramado europeo, abriendo una brecha tal vez insuperable entre los países del norte y del sur de Europa con consecuencias impredecibles. Los viejos arquitectos de la política europea de Alemania, desde el demócrata cristiano Helmut Kolh hasta el socialdemócrata Helmut Schmidt lo reconocen alarmados. Este último de 92 años, “el patriarca que por edad se confiesa ‘más allá del bien y del mal’, al que la nación escucha con profundo respeto –no hay político análogo en otro país europeo”, según comenta el periodista Rafael Poch de la Vanguardia, “acusó al gobierno alemán de haber roto el equilibrio histórico europeo entre centro y periferia, la fórmula ideada hace sesenta años por los padres fundadores de la UE para evitar la crónica enfermedad bélica del continente”[7]. En un discurso titulado «Alemania, en, y con, Europa», Schmidt habló de historia. Dijo: “Uno puede entender la historia de Europa como una serie interminable de conflictos entre la periferia y el centro y entre centro y periferia, con, de nuevo, el centro de Europa como un campo de batalla” para concluir “Hoy en día, (…), el recuerdo de dos guerras mundiales del siglo XX y la ocupación alemana sigue jugando un papel vital latente”.
Junto a esta falla al interior de los países de la eurozona, otra crisis muy importante se abre con países de peso, ajenos a la misma pero integrantes de la UE, como Gran Bretaña. David Cameron, su primer ministro, teme que el avance alemán y la mayor integración del eurogrupo redunden en una pérdida de peso y atribuciones de la City de Londres, clave para la economía británica. Su propuesta de firmar los cambios propuestos por “Merkozy” para el manejo de la eurozona a cambio de la reintroducción de la unanimidad en la legislación sobre servicios financieros, es considerada inaceptable por Alemania. La cumbre de la UE que empieza el 8/12 muestra enormes tensiones.
El futuro de la UE en la balanza
Como decimos en otra nota en esta revista, la crisis está cambiando de carácter, transformando de crisis económica a una crisis cada vez más política. Las autoridades de la UE no se dan cuenta de cómo la salida de la crisis mediante la austeridad comienza a amenazar seriamente el equilibrio político y social de la zona euro. Así como comienzan a resurgir tendencias bonapartistas, la lucha de clases se radicaliza como fue el caso de las jornadas de paro general en Grecia el 19 y 20 de octubre[8], en el marco de una creciente polarización política y social. Movimientos geopolíticos inéditos también se desarrollan, como las sorprendentes declaraciones del ministro de finanzas polaco que dijo que temía más la inacción alemana que su poder. Europa se está abriendo a tiempos convulsos, de reacción y avances, de revolución y contrarrevolución. Quien no se prepare para esta perspectiva será agarrado desprevenido. La construcción de partidos revolucionarios de combate en el Viejo Continente es el grito de la hora.
[1] “The euro zone: Is this really the end?”, The Economist 26/11/2011
[2] “L’Europe face à la crise capitaliste mondiale », Juan Chingo, Stratégie Internationale N°6 juin 2009
[3] Fue subsecretario de Hacienda y Crédito Público, siendo presidente Carlos Salinas de Gortari. Después de la devaluación monetaria de 1994, fue designado como titular de la Secretaria de Hacienda, cargo que ocupó hasta el 31 de diciembre de 1997. En 1998 fue nombrado gobernador del Banco de México; ratificado en 2004 por seis años más.
[4] “It’s too early for a Brady plan for Greece”, Guillermo Ortiz, Financial Times 21/11/2011
[5] «Temos de agir como os EUA fizeram com as suas dívidas de guerra», Esquerda.net 21/11/2011
[6] Ver « Face à la banqueroute de l’Europe du capital : Pour les Etats-Unis socialistes d’Europe ! », Révolution Permanente N°2 octobre 2011. Disponible en http://www.ccr4.org/Face-a-la-banqu... y « Les chefs d’Etat et de gouvernement de l’Union Européenne mènent l’Europe à la catastrophe », 3/11/2011 disponible en http://www.ccr4.org/Les-chefs-d-Eta...
[7] “Hay otra Alemania”, Rafael Poch, La Vanguardia 5/12/2011. Contra Poch, nosotros sostenemos que hay una sola Alemania de carácter imperialista. La división entre la elite política y empresarial refleja los riesgos que en un salto en el dominio del imperialismo alemán encarnan. Pero lo que está ausente en el análisis “realista” de Schmidt es el rol central de EE.UU. en Europa en la posguerra, además del contexto de la Guerra Fría, así como el temor al “comunismo” que explica la “generosidad” de posguerra norteamericana con respecto a las deudas y al desarrollo alemán.
[8] « La grève générale des 19 et 20 octobre marque un tournant dans la situation.Grèce : C’est la poussée de la classe ouvrière qui est derrière la crise politique », Philipe Alcoy 3/11/2011. Disponible en http://www.ccr4.org/Grece-C-est-la-...