Clase, partido y dirección a la luz de las lecciones de la revolución española

Antonio Liz y Santiago Lupe debaten en la Escuela de Verano de Izquierda Diario sobre las principales lecciones de la revolución española y la tarea clave de construcción de partidos revolucionarios.

La jornada del domingo de la Escuela de Verano internacionalista y revolucionaria de Izquierda Diario, Rèvolution Permanente y Klasse gegen Klasse (diarios europeos de la red internacional La Izquierda Diario), estuvo dedicada a abordar importantes debates en torno a la estrategia y la construcción de partidos revolucionarios. Por la mañana tuvo lugar un taller que abordó esta cuestión desde el examen de las lecciones de la revolución española, de la que en estos días se cumplen 80 años. Las ponencias corrieron a cargo de Antonio Liz, historiador que acaba de publicar su último libro sobre la II República, la guerra civil y la revolución, y Santiago Lupe, también historiador y dirigente de Clase contra Clase.

Liz arrancó animando a los presentes, muchos de ellos jóvenes alemanes, franceses, estadounidenses y del Estado español, a conocer la que para él era la mayor revolución obrera de la historia. Destacó como en el Estado español el proletariado contaba en la década de los 30 con una fuerza social y unas organizaciones mucho más fuertes que en la Rusia del 17, y sin embargo su revolución, a diferencia del caso ruso, se perdió. Conocer el porqué de esa derrota era una cuestión clave para todos los que en el siglo XXI se plantean acabar con el capitalismo.

Siguió con un exhaustivo repaso al proceso que arranca con la caída de la monarquía, el 14 de abril de 1931. Como el periodo constituyente y del bienio progresista, sostenido por la coalición republicano-socialista, dejaba sin resolver los grandes problemas de paro y miseria, las demandas democráticas pendientes como la cuestión agraria o la nacional y mantenía intactos los resortes de poder de los sectores más reaccionarios de la sociedad. Esto, al mismo tiempo que el gobierno se empleaba con suma dureza contra las insurrecciones campesinas y los sectores más combativos del movimiento obrero agrupados en la CNT.

Destacó el periodo más oscuro de la etapa republicana, el bienio negro, rescatando algunas gestas heroicas de la clase trabajadora como la huelga general de Zaragoza en 1934 que se prolongó durante más de 30 días y en la que los obreros catalanes y de otras ciudades recibieron a los hijos de los huelguistas para mantenerlos. Y especialmente el octubre asturiano, en el que el frente único entre las organizaciones obreras, a diferencia de lo que pasaba en el resto del Estado, permitió hacer un primer ensayo general de la revolución que se desataría tras el golpe de estado de 1936.

Por último, abordó la revolución social desatada en julio del 19 pasando por sus principales pases, la derrota del golpe, el proceso de colectivización y formación de los organismos de poder obrero y el golpe contra-revolucionario de mayo de 1937 en Barcelona. Liz destacó en todo momento como en ese período álgido la clase trabajadora peleó con enorme energía y determinación en defensa de su revolución, en contra de sus propias direcciones, tanto las abiertamente contrarrevolucionarias -estalinistas, socialistas y republicanos- como las de las organizaciones que por medio de la participación en el gobierno avalaron los decretos contra las conquistas revolucionarias de julio, la CNT y el POUM.

Santiago Lupe prosiguió la exposición destacando como lo explicado por Antonio Liz ponía de manifiesto que la revolución española era una de las revoluciones en las que la “tijera” entre el heroísmo y combatividad de la clase obrera y el rol contrarrevolucionario de sus direcciones se había hecho más abierta. Los trabajadores buscaron insistentemente un camino para poder ganar, y sus direcciones operaron en contra en todo momento hasta tener que ahogar en sangre el proceso revolucionario en las calles de Barcelona en mayo del ‘37.

Animó a los presentas a estudiar y conocer la revolución española y las grandes lecciones que dejó planteadas, explicando como buena parte del legado teórico y estratégico de Trotsky se puede encontrar en los escritos del revolucionario ruso sobre la situación española entre 1930 y 1940. De entre todas ellas quiso destacar la principal, la necesidad y urgencia de poner en pie un partido revolucionario.

Para Trotsky en 1931 se da comienzo a la revolución española, que, a diferencia de la rusa, prometía tener unos tiempos mucho más largos. Además de por las diferencias, la ausencia de un partido revolucionario como el bolchevique, iba a hacer más tortuoso el poder encauzar la enorme energía de las masas hacia la toma del poder. Éstas tenían por delante una dura experiencia con sus direcciones socialistas y anarquistas, y los revolucionarios el tiempo y las oportunidades para construir un partido que diera una orientación revolucionaria a los acontecimientos.

Esta necesidad, qué tipo de partido y qué tipo de dirección para la clase trabajadora, fue el leiv motiv de todas las controversias y rupturas entre Trotsky y los dirigentes de la Izquierda Comunista primero y el POUM más adelante. Hizo un repaso a las principales discusiones que realiza el revolucionario ruso, como el débil internacionalismo de la sección española que debilitaba la formación de cuadros y el crear anticuerpos para las poderosas presiones nacionales. O sobre el método diplomático y basado en acuerdos formales con el que Nin plantea las relaciones con Maurín, el dirigente del Bloque Obrero y Campesino, partidario de una política de colaboración con las organizaciones de la pequeña burguesía catalanista. Cómo esto último llevó a desaprovechar la oportunidad de tratar de ganar a los sectores del PSOE en vías de radicalización, en beneficio de un acuerdo formal con el BOC para fundar el POUM que pasaba por alto el reciente test ácido de la lucha de clases, el octubre del 34, en el que esta formación había llamado a los trabajadores a ubicarse detrás del president de la Generalitat.

Para Lupe todas estas discusiones expresan dos concepciones diferentes de qué partido, y por lo tanto de qué estrategia y programa para hacer la revolución, que se expresaran como profundamente divergentes cuando la revolución social estalle y el POUM sea parte de los gobiernos contrarrevolucionarios en Catalunya.

Trazó una comparativa del rol del partido bolchevique en 1917, como los cuadros formados en la intransigencia contra los partidos conciliadores en los años anteriores permitieron que Lenin pudiera enderezar el rumbo del partido en abril de 1917 y más tarde ese partido minoritario y que había quedado por momentos muy aislado políticamente, pudiera ganarse la dirección de las masas en los soviets. Como el POUM tenía una lógica contraria, una educación de cuadros basada en una pelea diplomática y siempre pendiente de “no quedar aislado de las masas” en los momentos de mayor ilusión reformista, sin caer en que eso mismo lo “aislaría” de las masas, en el sentido de que no sería visto como una “alternativa”, cuando éstas hicieran su experiencia con sus direcciones traidoras.

La derrota de mayo del ‘37 y los intentos de algunos sectores del anarquismo de construir una alternativa política, levantando buena parte del programa que también planteaban los trotskistas, evidenciaba que la construcción de una dirección revolucionaria no es algo a improvisar en plena revolución, sino que se trata de una tarea preparatoria fundamental previa.

Quiso terminar con una reflexión sobre la vigencia de estas lecciones en la actualidad para aquellos que somos optimistas y tenemos plena confianza en que la clase trabajadora podrá volver a levantarse, superar los obstáculos que hoy lo impiden o limitan su fuerza, abrir nuevas oportunidades históricas para acabar con la explotación y la opresión… y la necesidad de llegar preparados con un partido y una dirección revolucionaria sigue siendo una tarea urgente y fundamental. Como contrapunto, resaltó que no es casualidad que todas las corrientes que en los últimos años han acabado detrás de Podemos o Syriza en el Estado español y Europa eran las mismas que venían haciendo una “revisión” en clave poumista de las lecciones de la revolución española, lo cual era indicativo del rol que se proponen jugar en las revoluciones del mañana.

A las exposiciones le siguió un extenso turno de debate en el que se plantearon preguntas e intervenciones sobre el rol des estalinismo en la guerra civil, la importancia internacional que daba Trotsky a los acontecimientos españoles tanto para la revolución en occidente como para la revolución política en la URSS o cuales son las versiones hegemónicas en la historiografía y el sistema educativo español sobre la revolución española, entre otros temas.

 

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