Apuntes y reflexiones sobre la burocracia sindical

El “no nos representan” se empieza a dirigir a la burocracia sindical

Es un hecho indiscutible que la valoración pública de las organizaciones sindicales, especialmente de sus cúpulas y máximos dirigentes, no deja de caer en picado. Cuando se despertó el “no nos representan” del 15M, hace ahora tres años, las direcciones de CCOO y UGT miraban lo que pasaba en las calles desde la barrera. En un principio pareciera que la cosa no iba con ellos, y en parte era así. Fuimos muy pocas las organizaciones y activistas que en las plazas apuntábamos hacia la “pata sindical” del Régimen del ’’78 -la burocracia sindical-, como parte del problema. En aquel momento lo hacíamos con el objetivo de “llevar la indignación a los centros de trabajo”, exigir el fin de la paz social y la huelga general.

En 2011 la decepción y desconfianza afectaba fundamentalmente a la casta política y los partidos del Régimen, que eran vistos, y con razón, como fieles servidores de banqueros y empresarios. No era para menos, el entonces Presidente Zapatero, no disimulaba y acostumbraba a reunir en Moncloa a los grandes banqueros o las empresas del IBEX35 para discutir con ellos las primeras medidas de ajuste draconiano. Los lazos del PP o CiU con las grandes constructoras, las multinacionales sanitarias, contratas de servicios… eran también evidentes. Para que no quedara ninguna duda, ahí estaban los cientos de casos de corrupción que ya comenzaban a airearse.

En estos tres años han ido cayendo en desgracia cada vez más instituciones del Régimen del ‘78. El Congreso ha sido varias veces rodeado y señalado como cueva de ladrones, la Monarquía entre cacerías y corruptelas, la Justicia teledirigida que deja en la calle a corruptos, narcos y defraudadores, la unidad de España azuzada por la emergencia del movimiento nacional catalán…

En medio de toda esta tormenta, poco margen han tenido Toxo y Méndez para seguir en la barrera, han tenido que bajar a la arena. En un principio, y consumada la derrota y debacle de su principal padre político, el PSOE, no les quedó más opción que ponerse a la cabeza del malestar social. O lo hacían o corrían el riesgo de que el despertar de la juventud se extendiera a la clase obrera y ésta comenzase a luchar pasándoles por encima. Así vimos como llamaron a las dos huelgas generales de 2012 y dejaban paso a luchas muy importantes en el sector público o en la minería.

Las direcciones de CCOO y UGT se sumaban a la indignación desatada tras el 15M, pero para canalizar el malestar obrero detrás de una estrategia de lucha puntual e inconexa (jornadas de paro general aisladas) y de combates duros pero condenados al aislamiento. Así lograron dejar pasar derrotas guardando las apariencias, la más importante la reforma laboral de 2012, el ataque más brutal contra los trabajadores desde la Dictadura.

Salvada la “honra”, y sobre todo creyendo que con esto bastaba para preservar su rol de dirección-contención del movimiento obrero, Toxo y Méndez volvieron rápido a su tradicional senda de moderación y paz social. Desde la huelga general del 14N han pasado 18 meses de ataque sobre ataque. Miles de despidos, rebajas salariales, liquidación de conquistas, aumento de la pobreza… Toda una trituradora social que ha pasado con la burocracia sindical mirando para otra parte, igual que hicieron en los primeros años de crisis, cuando se destruyeron más de 2 millones de empleos. No sólo han bloqueado toda posibilidad de que la clase trabajadora saliera a luchar de forma unificada. No sólo han incrementado aún más el aislamiento de las luchas empresa por empresa. Si no que no han descansado en ofrecer diálogo y acuerdo al Gobierno más anti-obrero de la democracia. La última vez este mismo 1º de mayo.

Una política criminal que además coincide con el destape de grandes causas de corrupción. Los EREs andaluces en los que, junto a dirigentes del PSOE, se lucraron con los dramáticos procesos de destrucción de puestos de trabajo. O los fraudes de los cursos, vía estructural de financiación de los grandes aparatos burocráticos durante años.

Aquí les cabría aplicar la famosa frase de “Roma no paga a traidores”. El Régimen del ‘78 en su proceso de integración estatal de los aparatos sindicales no desarrolló una financiación normalizada, es decir legal, sino una que estructuralmente inducía al fraude. ¿Por qué? ¿Se trata de una chapuza? No, ni mucho menos. ¿Qué mejor manera de tener atada y bien atada a la burocracia sindical para que “no se salga de la foto”? Así cada vez que la burocracia sindical amagaba con enfrentar los planes anti-obreros, bastaba con mencionar lo irregular de su financiación para que reculasen. Cuando a Aznar le tumbaron parcialmente el decretazo con la huelga general de junio de 2002, bastó que en aquel verano se airearan en algunos medios de comunicación lo irregular de muchos cursos sindicales, para que retornasen a la mesa de negociación y abandonasen la calle. Ahora no estamos en 2002, y sectores de la derecha española consideran que es necesario no solo dejar bien contra la espada y la pared a los dirigentes sindicales, sino también debilitar al máximo los sindicatos y organizaciones obreras. De ahí que la campaña mediática de la derecha no busca denunciar la corrupción de los dirigentes sindicales, sino que apunta a destruir los sindicatos mismos. Aun así esto no impide que para millones queden desnudadas las corruptelas de estos dirigentes, que además son los que venden nuestros empleos y conquistas y bloquean las luchas.

A estas alturas las cúpulas sindicales y la misma estructura burocrática sindical es contemplada por millones de trabajadores como parte del problema. Un sentimiento más extendido entre la juventud, que mayoritariamente en el paro o la precariedad laboral, ven en ellas una casta alejada que ni les organiza ni defiende, y a la que no sólo no le deben nada, sino que fueron cómplices de todo lo que le quitaron (1). Pero un sentimiento que se hace cada vez más extensivo entre otros sectores de trabajadores que ven como los que en tiempos de paz gestionaron la situación -no sin concesiones- ahora se muestran incapaces e incluso son obstáculos para enfrentar la guerra declarada por la patronal y el Gobierno. Luchas como la de Panrico son un ejemplo de la posibilidad del despertar de procesos antiburocráticos en sectores de la clase obrera industrial, hasta ayer parte central de la base de CCOO y UGT.

A la burocracia sindical se le mueve el suelo pero… ¿Qué baldosas?

Que la juventud trabajadora no se sindique ni organice en sus centros de trabajo es beneficioso para la patronal, y también para esta burocracia que deja así fuera de juego a un sector más explotado y potencialmente más combativo. Su conservador control de la situación se mantiene más estable así. De ahí que sea tan importante combatir por organizar y sindicar a estos trabajadores, como realizan contra viento y marea nuestros compañeros en la CGT-Telepizza. No sólo porque merecen poder defender sus derechos, sino porque no será posible acabar con la burocracia sindical si no entran en combate contra ella los millones de trabajadores con peores condiciones: los jóvenes, las mujeres, los parados y los inmigrantes. De hecho la razón de porque este desprestigio entre millones de trabajadores no ha hecho aún mella en la burocracia sindical, no es otra que este rechazo se expresa pasivamente, “pasando del sindicato y del Comité”, y no tomando parte, organizándose aunque sea a escondidas. Nada ayudan a cambiar esto las ideas sobre el “precariado” que contempla a este sector de la clase obrera como una clase social diferenciada del resto de los trabajadores y que debe buscar “nuevas formas” de organización y lucha por fuera del sindicato y el centro de trabajo. Otros muchos sectores sociales afectados por la crisis también se están organizando y movilizando por fuera del control de la burocracia sindical. Es el caso de quienes luchan contra los desahucios o las plataformas y mareas contra los recortes en educación, sanidad y servicios sociales. Luchas que en ocasiones tienen su repercusión en centros de trabajo públicos.

Además en el último periodo el desprestigio está llegando a los sectores que tradicionalmente han sido los baluartes de afiliación de los sindicatos. En algunos sectores, como el automóvil, el aumento exportador, las rebajas de condiciones salariales y el aumento de la precarización, hacen que la situación aún sea de calma y férreo control sindical. Sin embargo la situación es diferente en el sector público y otras ramas de la industria ligada a la construcción, la obra pública o el consumo ligero. La brutal política de recortes y los ataques en grandes empresas auspiciados por la reforma laboral hace que estos sectores, que al comienzo de la crisis pudieron capear el temporal con algunas concesiones no menores, se vean ahora en el ojo del huracán. Esto en primera instancia fuerza a que la presión ejercida por abajo obligue a las direcciones de CCOO y UGT a ponerse a la cabeza de medidas de lucha, muchas veces muy por encima de lo que ellas querrían, como pasó con la huelga minera, las huelgas de basuras y barrenderos en varias ciudades o la ocupación de las instalaciones de Canal 9. También lo hemos visto en múltiples luchas del sector público, con la reaparición de asambleas, coordinadoras y organismos de alianza con los usuarios.

Pero sus luchas son canalizadas a callejones sin salida. Pasó en casi todas las luchas del sector público, y en algunas de ellas esto llevó a procesos de rechazo a las cúpulas sindicales, como los profesores valencianos que realizaron rupturas masivas de carné sindical e incluso escraches a los dirigentes firmantes del pacto con la Generalitat que implicaba miles de despidos de interinos.

En otros casos la auto-organización permitió desatar unas fuerzas poco controlables por la burocracia, como en Madrid, donde se obtuvo una victoria parcial importante al paralizarse la privatización de los grandes hospitales. O la determinación de la plantilla hace que se puedan mantener luchas más allá de lo que la dirección sindical desearía, como es el caso de Coca Cola Fuenlabrada, que se han plantado en contra del cierre y el plan de despidos que UGT y USO, y también sectores de CCOO, han dejado pasar en otras plantas. Recientemente, el 22 de marzo, pudimos ver en las calles de Madrid la multitudinaria protesta de las marchas de la dignidad. Una protesta que preocupó y mucho al Gobierno que trató de ocultarla con una combinación de manipulación informativa y campaña de criminalización, pero también a las direcciones de CCOO y UGT. Se trató de una movilización de cientos de miles convocada por fuera de su control y participación, con un protagonismo importante de las mareas, sectores del 15M y la izquierda sindical. Objetivamente ponen en cuestión su rol de contención de la movilización, sobre todo porque junto a los sectores que tradicionalmente no se sienten representados por las direcciones de CCOO y UGT, estuvieron presentes las principales luchas obreras del momento: Coca Cola y Panrico.

Huelgas ingobernables que quitan el sueño a la burocracia sindical

Y es que lo más preocupante para los Toxo y Méndez son la posibilidad de huelgas “ingobernables” que pueden surgirles en su propia base. Huelgas que no sólo les obligan a ponerse a luchar, sino que no pueden conducir a callejones sin salida con la facilidad que acostumbraban hasta ahora. Luchas, como la de Panrico, que podrían constituir los primeros movimientos anti-burocráticos en los sectores tradicionalmente base y controlados por la burocracia sindical. Este término, “ingobernable”, es el que utilizó el Consejo Confederal de CCOO Catalunya para referirse a la huelga de Panrico, que acaba de cumplir los 7 meses. Se trata de una lucha que se impuso desde el primer día a la dirección de CCOO. La asamblea se la impuso a su Comité de Empresa, dirigido por un “profesional” del sindicalismo con tres décadas en el cargo. Se la impuso a la Federación Agroalimentaria catalana, dirigida por el llamado sector crítico que impulsa el PCC y el PSUC-Viu. Se la impusieron a la dirección de la CONC y también a la dirección de la Agroalimentaria estatal que buscaba que todo quedara en una negociación en la que rebajar el número de despidos. Por eso impidió toda medida de lucha en otras plantas, y por eso todos estos estratos de la burocracia sindical de CCOO llevan 7 meses poniendo palos en la rueda a esta huelga y tratando de llevarla al aislamiento y el desgaste.

Cabría hacerse dos preguntas ante este huelgón: ¿Por qué una huelga así en Panrico Santa Perpetua? Y ¿Se trata de un caso aislado o puede repetirse?

Sobre la primera sin duda hay un elemento de “experiencia previa” que tuvo un peso significativo. La planta de Santa Perpetua había hecho su propia experiencia con la dirección del sindicato. En 2012, a punto de iniciar una huelga indefinida contra las rebajas salariales y en defensa de su convenio colectivo, el Comité Intercentros de mayoría UGT y las direcciones de CCOO y UGT les firmaron un acuerdo que supuso la imposibilidad de hacer huelga, el tener que asumir una rebaja de salario del 25% y la pérdida de muchas conquistas, a cambio de falsas promesas de mantener los puesto de trabajo y no hacer nuevas rebajas salariales. Aquella traición se selló en la conciencia de estos trabajadores. Les quedó una desconfianza profunda en las cúpulas sindicales, y una actitud crítica y vigilante sobre sus propios representantes en el Comité de Empresa. Sin estos antecedentes hubiera sido más sencillo para la dirección de CCOO repetir lo conseguido en las plantas de Madrid, Zaragoza o Valladolid, donde impidieron cualquier medida de lucha.

La determinación desplegada en Panrico tiene más que ver con lo que podríamos llamar “experiencia en piel ajena”. El plantarse en el 0 despidos y 0 recortes, es otro cuestionamiento a la política de negociar despidos y recortes que despliegan las direcciones sindicales. Una determinación que se basa en “lo que hay fuera”, es decir una tasa de desempleo del 26% y más de 2 millones de parados de larga duración. Lo que muchos amigos, conocidos, familiares, vecinos… de estos trabajadores están viviendo. Muchos quizá después de haberse ido a la calle al comienzo de la crisis en alguno de los ERE con altas indemnizaciones que ya han consumido. Un oscuro panorama que si bien actúa como elemento conservador entre muchos trabajadores, y explica que en lo que llevamos de crisis se hayan aceptado o pasado sin lucha muchos recortes, también puede tener el efecto contrario, la defensa con uñas y dientes, cuando la patronal realiza ataque de envergadura, de puestos de trabajo con unos salarios y condiciones superiores a las pocas ofertas de 600 y 800 euros que se pueden encontrar en la calle. De hecho esta actitud no es exclusiva de Panrico, la hemos visto también en Coca Cola Fuenblabrada en la que se rechazaron indemnización de 45 días por año trabajado o en Tenneco de 50 días, por combatir por mantener el puesto de trabajo.

Por último hay un elemento que no es menor, la confluencia entre sectores de obreros y obreras con determinación y desconfianza en las cúpulas sindicales y su política, con militantes de la izquierda revolucionaria y activistas obreros que mantenemos en pie y transmitimos métodos y tradiciones de lucha de la clase trabajadora enterrados por 30 años de sindicalismo de la concertación y abandonados por la izquierda reformista y neo-reformista que hace tiempo olvidó dirigir su trabajo político al movimiento obrero. Nos referimos a medidas elementales como la caja de resistencia, la búsqueda de solidaridad de otros sectores sociales, el intentar buscar la coordinación con otras luchas obreras, pelear por que la asamblea sea la que mande, porque los organismos de los trabajadores, como el Comité de Huelga, sea expresión de la base y pueda ser revocado si no cumple…

Cualquiera que conozca esta gran lucha verá como en sus 7 meses ha ido desplegando éstas y otras muchas tradiciones, sin las cuales hubiera sido imposible romper el cerco de aislamiento al que la condenó la dirección de CCOO desde el primer día y sobrellevar 7 meses sin entrada de salario.

Sobre la segunda cuestión, si estamos o no ante una excepción, no podemos hacer futurología. Lo que sí está en nuestras manos es ver si puede haber condiciones similares en otras empresas y sectores que puedan llevar a que surjan nuevas huelgas “ingobernables”.

Sin duda experiencias como la de Panrico en 2012 son moneda común en muchas empresas, donde los sacrificios impuestos en estos años han contado en la mayor parte de los casos con el apoyo de la burocracia sindical de CCOO y UGT, a nivel federación y también al nivel de los organismos de la fábrica (sección sindical, comité…).

En muchas industrias hay una clase trabajadora con alto índice de sindicalización y con una organización en la empresa de tradición, que han tenido sus propias “experiencias previas”, además de las “ajenas” que conocen. Por lo tanto no está descartado que la desconfianza en la política de la burocracia sindical y en sus representantes esté presente, y a tono con la valoración general de la sociedad de los sindicatos (un 2,4 sobre 10 en la última encuesta del CIS).

Además los planes de viabilidad de Panrico no son tampoco excepcionales. Las dos claves son despidos masivos y deflación salarial de dos dígitos. Encaja con la apuesta “exportadora” de las grandes empresas afincadas en el Estado español que a costa de abaratar los costes de producción quieren recuperar en el exterior la caída brutal del consumo interno. Y encaja también con los planes de saneamiento pre-venta que aplican los fondos de inversión sobre empresas con alto nivel de endeudamiento, algo que tampoco es sólo cosa de Panrico (veáse Pescanova o Telepizza por poner sólo dos ejemplos). Por lo tanto estamos al comienzo de una nueva ronda de ataques draconianos sobre este sector de la clase trabajadora, unos ataques para los que el efecto catástrofe de lo que hay fuera puede empezar a ser de signo contrario, y lo que ayer era miedo a perder “un buen empleo” hoy sea firmeza en defenderlo.

Puede haber por lo tanto nuevos sectores que salgan a la lucha con determinación y levantando una perspectiva contraria a la tradicional de la burocracia sindical. Para que estas luchas puedan confluir con las mejores tradiciones y métodos de la clase trabajadora sin duda va a ser clave la actitud de los sectores de la izquierda política y sindical. La ausencia, o el retraso de meses, de buena parte de esta izquierda de luchas como las de Panrico y Coca Cola, bien sea por una posición escéptica sobre la clase obrera o por sectarismo hacia los trabajadores de CCOO y UGT, de no rectificarse en estas y futuras luchas hará más lento el que a los Toxo y Méndez les quiten el sueño nuevas huelgas “ingobernables”.

¿Cómo capea la situación la burocracia sindical?

La burocracia de CCOO y UGT son hoy por hoy, de lejos, las direcciones mayoritarias del movimiento obrero. Hay que huir de toda visión facilista o ultimatista que niegue esta realidad. Por más que la tasa de afiliación sea baja, no llega al 10%, entre ambas organizaciones reúnen todavía a dos millones de afiliados. Y lo que es más importante, a pesar del crecimiento de la izquierda sindical en los últimos años, todavía reciben varios millones de votos en las elecciones sindicales, en especial en los sectores estratégicos y más concentrados de la industria. Nos guste o no, son estas las principales organizaciones obreras del Estado español y sus direcciones burocráticas siguen teniendo la capacidad de contener que la clase obrera entre en escena con toda su fuerza. Aunque no estén en las mejores condiciones para intentar reconducir y canalizar el malestar obrero.

Vale la pena comparar a la actual dirección de los sindicatos con la dirección del movimiento obrero en la crisis terminal del Régimen predecesor al actual, la Dictadura. En el ascenso obrero de los años ’70 era el PCE y sus cuadros obreros quienes actuaron como dirección-contención de las luchas obreras. Ellos trataron de calmar las aguas, sobre todo desde la apertura de negociaciones entre el PCE de Carrillo y Suárez, para terminar facilitando el pase de los Pactos de la Moncloa y la Constitución del ‘78.

No estamos ante las CCOO fraguadas bajo la Dictadura y dirigidas por Marcelino Camacho, quien usó su prestigio para hacer pasar la consigna del PCE de “las huelgas hay que saber terminarlas” o el “más vale un mal acuerdo que una buena pelea”. Sino ante las CCOO de los cursillos de formación, las comilonas en lujosos restaurantes a cuenta de la visa de la federación, de los pactos sociales con los Gobiernos de turno…

¿Con qué prestigio contaban los cuadros de los ’70? Con el que les daba haber sido abnegados luchadores contra la Dictadura, estar entre los primeros organizadores de las Comisiones Obreras en la clandestinidad, tener a sus espaldas detenciones, cárcel y torturas… ¿Cuáles son los galones de quienes hoy también quieren actuar de cortafuegos del malestar obrero? Muchos de ellos llevan años sin pisar el puesto de trabajo, disfrutando de conquistas de los trabajadores a modo de privilegios personales, como las horas sindicales, maniobrando y pactando con la empresa… Sin duda una “hoja de servicio” mucho menos gloriosa, y que además ha dejado huella en su formación sindical.

Hoy el aparato burocrático de los sindicatos está lleno de carreristas profesionales que se han formado en las mesas de negociación, cenas y congresos, y sobre todo en años en los que ha sido bastante sencillo para la burocracia vender y hacer pasar traiciones y malos acuerdos en su base. No están bregados en tener que enfrentar luchas obreras duras como las que hacía tiempo no se veían.

Volviendo al ejemplo de Panrico sorprende ver a una burocracia de escuela, nada más y nada menos que ligada al PSUC-Viu, incapaz de hacer pasar ni una de las innumerables maniobras que han tratado de imponer para que la huelga se levantara. (2)

Sin duda estamos ante una burocracia sindical no sólo con un prestigio infinitamente menor que la de los ’70, sino también muy desentrenada y que sufre la artrosis producida por 30 años de concertación social. Una artrosis que ellos transmitieron a los trabajadores, pero de la parece éstos pueden recuperarse a mejor ritmo.

Esta debilidad sin embargo no excluye que la burocracia vaya a tratar de reposicionarse, incluso de teñirse de rojo y ponerse al frente de las luchas obreras que están por venir para prevenir que se tornen ingobernables. De hecho ya se notó un cambio de ubicación en el conflicto de Coca Cola, en el que han evitado todo choque con la plantilla de Fuenlabrada a pesar de que estén yendo más lejos de lo deseado por la cúpula. Sin embargo lo duro de las batallas de clase que están por venir, que y tendrán el desafió de que torcerle el brazo a patronales envalentonadas con una agenda muy agresiva, lo que obligaría a las a las direcciones sindicales a tener que mostrar sus verdaderas intenciones. Una entrada en escena del movimiento obrero es el elemento que están tratando de evitar a toda costa Toxo y Méndez desde que comenzó la crisis, consciente de que podría ser la puntilla de muerte para el Régimen del ‘78 que hace aguas por todos lados y del que la burocracia de CCOO y UGT es su pata sindical.

Nuevas oportunidades para combatir la burocracia sindical

Los temores de la burocracia sindical solo pueden significar esperanza para los trabajadores. Los elementos de crisis de esta casta son buenas lanzaderas para una política que permita apoyar las luchas obreras que están por venir y al mismo tiempo fortalecer la organización y coordinación de los sectores más combativos del movimiento obrero en la perspectiva de que se pueda disputar la dirección del conjunto que hoy todavía mantienen los Toxo y Méndez.

Una orientación política que creemos debería tomar con todas sus fuerzas la izquierda sindical y política, algo que por el momento no viene sucediendo. La izquierda sindical por estar consumida muchas veces en su propia auto-construcción con un prisma sectario hacia las luchas protagonizadas por trabajadores de CCOO y UGT. Y la izquierda política, incluida buena parte de la que se reclama anticapitalista, por haber abandonado el trabajo en el movimiento obrero y haber adoptado una estrategia ciudadana-electoral donde el rol de la clase obrera deja de ser central.

Solamente con una política así será posible la confluencia de las principales luchas obreras con los sectores de la izquierda política y sindical. Es desde esta solidaridad activa desde donde se pueden ir forjando lazos de unión y coordinación entre todos los sectores combativos del movimiento obrero. Unir en un polo a los sectores de la izquierda sindical, con los sectores de CCOO, que como los trabajadores de Panrico o Coca Cola están llevando adelante las huelgas más importantes, es clave para empezar a construir una verdadera alternativa obrera a la política de concertación y paz social. Se trata de poner en pie una alternativa fundada en las grandes batallas de la lucha de clases. Es utópico plantearse que se puede superar a las direcciones de CCOO y UGT sólo mediante la pelea en su escasa vida interna. También lo es pensar que esta superación será fruto de un sorpaso evolutivo de afiliación hacia la atomizada izquierda sindical. La única manera realista de plantearse esta tarea es ligándola a grandes luchas que puedan ir generando un nuevo activismo obrero combativo y anti-burocrático, que nuclee a todos los sectores opuestos a la política de las direcciones de CCOO y UGT, sin distinción de afiliación sindical y que ayude a organizar y sindicar a los trabajadores precarios y en peores condiciones.

Es así como se podrán ir arrebatando las posiciones desde donde estos dirigentes vendidos siguen controlando el movimiento obrero, desde los que están en las empresas como las secciones sindicales y los comités de empresa, hasta federaciones, uniones comarcales y otros organismos. Arrebatárselos no para reformarlos, si no para reinventarlos y convertirlos en organizaciones sindicales combativas, democráticas y para la lucha de clases.

 

NOTAS:

1) Las direcciones de CCOO y UGT han avalado cuanta reforma laboral o pacto con la patronal perjudicaba las condiciones de trabajo de las nuevas generaciones de trabajadores. Desde las leyes que introdujeron las ETT y los contratos basura, hasta las tablas b o los convenios de segregación, como el de telemarketing (segregado de Telefónica) o Delivery (segregado de Hostelería).

2) Ver «Quien pone palos en la rueda a la huelga de Panrico», por Federico Grom.

 

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