Expulsados por no pagar: descenso récord de estudiantes universitarios

Este curso, más de 55.000 matrículas menos, las cuales se suman a las casi 40.000 menos desde la subida de tasas de 2012, suponen un nuevo récord en la progresiva elitización de la universidad.

Según muestran las estadísticas anuales del Ministerio de Educación, el número de personas matriculadas desciende en 55.487 respecto al año anterior, un 3,9% menos. Un aumento significativo del número de estudiantes que no pueden permitirse cursar estudios universitarios, así como de expulsados por no poder seguir pagando las cada vez más elevadas tasas de matrícula.

Esta tendencia al abandono por motivos económicos se observa desde el curso 2011-2012, cuando se incrementaron las tasas hasta llegar a duplicarse en algunos casos respecto al curso 2009-2010, siendo habituales las cifras por encima de los 2.000 euros por un año de grado o de más del doble por un año de master en algunas comunidades.

Así, los estudios de master, mucho más caros, se hacen cada vez más obligatorios ya que es donde se ofrece la formación que se elimina de los grados al acortarlos de 5 a 3 años en poco tiempo a golpe de reforma educativa. Así, en el curso 2012-2013 el número de universitarios ya había caído en 22.054, un 1,5%, y en 2013-2014, 17.902, un 1,2%. Este año, un 77% de las matrículas menos, 42.578, se han dado en universidades públicas.

Otro factor, además de la subida de tasas, es también el incremento de las exigencias para conseguir una beca, las cuales cada vez suponen un 27% menos de ingresos que en 2011.

No sólo la bajada del poder adquisitivo desde el inicio de la crisis capitalista de forma más acusada que antes de su estallido, sino que también otras trabas académicas que se impulsan a través de reformas educativas, se unen al encarecimiento de la educación a la hora de dificultar su acceso.

Así, los grados universitarios se degradan a partir de la aplicación del Plan Bolonia, ya que además de eliminar conocimientos al acortarlos, exigen una mayor ocupación del tiempo del estudiante en prácticas que muchas veces dificultan todavía más para la juventud obrera compaginar unos estudios universitario cada vez más prohibitivamente caros con un trabajo que para la juventud suele ser especialmente precario.

A esto se une la aplicación de criterios antipedagógicos para estudiantes y personal docente, que además ve degradadas sus condiciones laborales a base de recortes y despidos, junto a las del resto de la plantilla de centros educativos.

Este panorama se extiende a toda la enseñanza pública, degradada mediante recortes presupuestarios mientras se favorece a la privada en el contexto de una creciente privatización de servicios públicos, como la sanidad o la educación. En efecto, en la universidad pública no es extraño ver una cada vez mayor injerencia de grandes bancos y empresas dirigiendo cátedras o en los mecanismos de gobierno de las universidades.

¡La clase obrera a la universidad! Una historia de acceso a estudios superiores

Hoy en día, en pleno retroceso en materia de derechos sociales, se suele aludir en el contexto de la izquierda y los movimientos sociales a ese pasado nada lejano en el que los estudios superiores eran un elemento prohibido para los hijos de familias trabajadoras. Esos recuerdos no tan borrosos actúan a modo de advertencia sobre la regresión de la situación si no se vuelve a luchar por mantener esas conquistas tal y como se hizo para conseguirlas.

Hasta el periodo abierto en los años 60 en Europa Occidental, no podemos hablar de una universidad donde estén representadas todas las clases sociales en el mundo capitalista, cuando comienzan a abrirse las puertas de las universidades más allá de los hijos de la pequeña y gran burguesía. Este proceso tarda algo más en darse en el Estado Español, sin embargo en ambos casos se da al calor de la lucha de clases.

Esta situación se tornaba especialmente explosiva, ya que no sólo se daba en un contexto de movilización, sino que permitía a un sector cada vez mayor de jóvenes acceder a un ambiente de posible discusión y organización política.

Es pues, en esos años, que además coinciden con grandes renovaciones en diversas disciplinas científicas, cuando se dieron grandes hitos del movimiento estudiantil, tanto en el Mayo Francés, como en Argel, México DF o Tokio simultáneamente, así como un elemento desestabilizador de la dictadura franquista en el Estado Español.

Estas situaciones de emergencia de la juventud, caracterizada por el ámbito estudiantil de las mismas tenían entre sus características más avanzadas la solidaridad con la clase obrera y antimperialista como algunos de sus principales referentes, haciendo de las mismas a través de sus experiencias de lucha algunas de las grandes lecciones para la juventud de hoy.

Actualmente vivimos una situación de retroceso en la educación pública, no sólo respecto al acceso de la clase obrera a estudios universitarios, que cada vez se ven más alejados de esa posibilidad, sino de pérdida de aquellas conquistas en pro de los intereses de la burguesía de elitizar una educación que sirva además para nutrir sus empresas de mano de obra barata y sumisa.

En esta situación se hace más inevitable cuestionar el régimen universitario, sus reglamentos represivos que son usados en momentos de movilización estudiantil, la precariedad laboral que se incrementa en la comunidad educativa, así como en el resto de la clase trabajadora, las situaciones antipedagógicas de los planes de estudio modelados al presupuesto y gusto que quieren los empresarios, entre otros aspectos.

Para pelear por una educación pública, laica, gratuita, universal y de calidad, bajo control de los trabajadores y estudiantes, debemos rescatar aquellas experiencias de lucha que nos dieron los derechos y avances que ahora nos están arrebatando, haciendo de la solidaridad con la clase obrera y el resto de sectores oprimidos el arma más importante del movimiento estudiantil, que ha demostrado históricamente su potencial combativo.

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Roberto Jara | Zaragoza