Educación sexual plena sin prejuicios ni moralidad: una asignatura pendiente en el Estado español

La educación sexual en el Estado español está etiquetada como desastrosa. No es para menos. Fuera del currículum escolar pierde su obligatoriedad, depende de la predisposición que el profesorado y centros educativos tengan para que se realice.

En el Estado español la educación sexual a menores es anecdótica. No figura en el currículum escolar, y son frecuentes las charlas dadas por empresas de productos de higiene íntima como Evax o Tampax con un programa ‘centrado en los cambios físicos y emocionales de la adolescencia’, y que reparten muestras gratuitas para las alumnas.

Aunque lo más habitual es que un o una educadora enviada por el Ayuntamiento dé la charla y el profesorado después en sus clases lo refuerce, respondiendo posibles dudas.

En muchas comunidades autónomas la familia debe consentir para que sus hijos e hijas puedan recibir educación sexual en vez de ser obligatoria para todos y todas.
La educación sexual se deja al criterio de los colegios: estos deciden si se hace, a qué cursos, quién las da, etc. Por lo que dependiendo de quien gestione el colegio privará a sus alumnos y alumnas de educación sexual, como pasa en casi todos los colegios religiosos.

Cuando las charlas se llegan a dar, se limitan a cómo prevenir enfermedades de transmisión sexual, cómo poner un preservativo o qué es la menstruación y por qué los adolescentes eyaculan. Nada de sexo LGTBI o prácticas que no sean penetración vaginal ¡todavía hay muchísimas jóvenes que creen que en el sexo oral no hay que usar protección porque no hay peligro!

Mucho menos se habla de la violencia sexual en la pareja, como por ejemplo forzar a mantener relaciones sexuales o convencer para hacer prácticas sexuales no deseadas –una encuesta de la Comunidad de Madrid revela que el 5,3% de las adolescentes entre 14 y 16 años habían sufrido este tipo de violencia sexual-.

La educación sexual en el sistema educativo

En 1990 con la LOGSE se comenzó a introducir una educación sexual, afectiva y reproductiva, limitada, en los colegios. Y en 2010 llegó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que indicaba que la educación sexual debía estar incluida en el currículum educativo pero no cómo debía estarlo.

Con la LOE (2006) se explicitaba que para reforzar la transversalidad de asignaturas obligatorias que pudieran tocar temas relacionados con la sexualidad, se creaba la asignatura de Educación para la Ciudadanía. De esta forma se intentaba dar educación sexo afectiva, y otros temas, pero en la práctica no ha sido así. Esta asignatura levantó críticas en sectores conservadores que veían una amenaza que se hablara de derechos reproductivos y sexuales o de diferentes modelos de familia. Pero lo que se enseñanza en Educación para la Ciudadanía no suponía ningún peligro real porque se limitaba a hablar de forma general, sin profundizar en una verdadera educación sexo afectiva.

Ahora la LOMCE (Ley Wert) sustituye Educación para la Ciudadanía por Educación Cívica y Constitucional, donde, en palabras de Wert, no se tocarían ‘cuestiones controvertidas’. Y donde además se usan libros de texto que hablan del derecho al aborto como ‘atentado para la vida’ (Libro de 4º E.S.O para Educación ético-cívica, de la editorial Casals).

Es en la juventud donde están aumentando las enfermedades de transmisión sexual. No es de extrañar si nos paramos a pensar que, si no hay educación sexo afectiva y en muchas familias la sexualidad es tabú ¿a qué o quién recurre la adolescencia? A experiencias que les han contado, al porno, al cine. Internet les proporciona un ‘conocimiento’ que les ha sido vetado desde la infancia.

El problema está en que en el porno y en el cine no aparece el uso de condones, ocultando todo el riesgo que supone. Además, el porno crea una utopía sexual en sus cabezas que les lleva a pensar que su vida sexual será si no igual, muy parecida a lo que ven.

Desde que nacemos somos seres sexuados y recibimos mensajes acerca de la sexualidad. Pero nuestro entorno familiar y escolar suelen incomodarse cuando surgen estos temas, por lo que asumimos que no podemos hablar de ello, y solemos recurrir a pares de nuestra edad y, normalmente, al sexo.

Para quienes rechazan una educación sexo afectiva desde los primeros niveles de educación habría que recordarles que se está privando a los menores de reconocer abusos sexuales, prevenir enfermedades venéreas o embarazados no deseados.
La educación sexo afectiva tiene que introducir de forma gradual términos y conceptos apropiados a cada nivel educativo, desde parvulario, que puedan ser entendidos, asimilados y puestos en práctica.

El problema de la falta de atención de los jóvenes en las charlas de educación sexual se podría solucionar si estas, que ahora mismo es más que posible no les aporten nada nuevo, involucrasen desde el principio a la adolescencia, pudiendo generar contenido desde sus propias inquietudes.

Que no haya continuidad en la educación sexual también supone un obstáculo. De nada servirá la educación sexo afectiva si no se prolonga en todos los niveles educativos y si continúa siendo una hora al año, teniendo que ocupar más horas dentro del currículum escolar, de manera obligatoria.

Debemos pensar que la educación sexual es enseñar más que poner un preservativo. La educación sexo afectiva debe abarcar todos y cada uno de los aspectos que se relacionan con el desarrollo sexual; educar de manera no sexista ni homófoba; y dar herramientas para tomar decisiones libremente y tener comportamientos sexo afectivos responsables.

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