Apuntes sobre unas elecciones con poco que ofrecer a “los de abajo”

A una semana de que de inicio la campaña electoral repasemos cual será el telón de fondo de esta “segunda vuelta” y qué podemos esperar los trabajadores, la juventud y los inmigrantes.

¿Cómo llegan los partidos del bipartidismo? ¿Y la nueva derecha cool de Ciudadanos? Y sobre todo ¿Con qué balance y perspectivas concurre el nuevo reformismo, ahora sí, unificado en una candidatura común? Un repaso a las principales papeletas entre las que podremos elegir el 26J que conviene realizar para responder a una pregunta urgente ¿Alguna de las opciones en liza representa la defensa sin cuartel de los intereses de los trabajadores, la juventud y los inmigrantes? ¿Y la ruptura con el Régimen del 78 y todos sus “candados”?

Un bipartidismo que seguirá tocado, pero no hundido

En los seis meses que separan las dos citas con las urnas los dos pilares del bipartidismo han seguido descubriéndose como las dos grandes agencias de colocación de una casta entrelazada por 1001 nodos con los grandes negocios capitalistas. A las tramas de corrupción ya conocidas el 20D se han venido a sumar otras nuevas con epicentro en la capital, Valencia o ahora Murcia, en el caso del PP. Los social-liberales que han pasado este medio año más tranquilos, acaban de recibir el varapalo de la imputación de dos de sus principales barones, Cháves y Griñán, ex-presidentes andaluces, ex-ministros y padrinos de nada menos que Susana Díaz.

Sin embargo, este factor parece que no va a erosionar cualitativamente el suelo de voto de ambas formaciones. En el caso del PP demuestra contar con una sólida base conservadora, azuzada con el perfil identitario españolista y la demagogia en torno a las ridículas cifras de recuperación económica. En el caso del PSOE hay algo de fidelidad de voto, pero además hay una responsabilidad que se debe buscar en el cambio de discurso sobre los social-liberales que viene implementando el nuevo reformismo.

Si en las europeas de 2014 y las municipales y autonómicas del 2015 la denuncia de la “casta”, las “puertas giratorias” o la “mafia” -como tildaba Ada Colau a quienes habían gobernado la ciudad en las décadas pasadas- fue uno de los ejes discursivos, en las generales de 2016 prima la defensa del acuerdo con la pata izquierda del viejo bipartidismo.

La antesala a este giro la hemos visto en las negociaciones de estos meses, en las que tanto Podemos como IU reconocieron al PSOE como el socio preferente y le ofrecieron grandes concesiones programáticas, incluido el respeto a las mismas “puertas giratorias”. El otro gran episodio está en la arena municipal. Las candidaturas del cambio vienen trabajando en lograr acuerdos con los social-liberales con bastante éxito. La plaza más avanzada es Barcelona, donde Ada Colau acaba de pactar la entrada al gobierno del PSC, pasándole nada menos que la gestión de los grandes negocios sobre turismo y urbanismo y garantizándoles que no piensa tocar ni a uno solo de los cientos de ex-políticos que este partido -y sus socios de ICV y EUiA dentro de BeC- tiene colocados con salarios de más de 100.000 en empresas públicas como TMB.

Que tanto el PP como el PSOE vayan a sobrevivirse, incluso aún si hay sorpaso en la “izquierda”, es sin duda una buena noticia para el Régimen del 78, que ve como dos de sus más fieles representantes contarán con buenas posiciones para condicionar al máximo en clave conservadora todo proyecto de regeneración, además del reconocimiento y la pleitesía de la “nueva política”, tanto la de derecha -Cs- como la de “izquierda” – Unidos Podemos-.

Ciudadanos aspira a recoger los réditos de la responsabilidad

El “Podemos de derechas” que demandaba el presidente del banco Sabadell en 2014 parece que ya ha quedado instalado en el mapa político. Este engendro político, aupado por El País y el IBEX35, ha jugado un papel importante en los meses de negociaciones. Junto al PP y al PSOE, espera servir de dique conservador para determinar las líneas rojas que cualquier intento de restauración del régimen no debe cruzar. Se presenta así como el “socio responsable” de lo viejo para poder realizar el cambio más “gatopardista” posible.

Rivera aspira a mejorar el resultado del 20D -que quedó por detrás de las expectativas demóscopicas levantadas desde numerosos medios- jugando la carta de la renovación y sobre todo de la responsabilidad. Si lo consigue o no dependerá en gran medida de cual sea el eje del debate en las dos semanas de campaña. La mejor ayuda que puede tener la formación naranja es que todos se peleen por ver quien es más proclive al acuerdo y el consenso. Es decir, cuanto más a la derecha esté el leiv motiv de la campaña tanto mejor para Ciudadanos.

Está por verse cual será la estrategia electoral que marcará Errejón, y si ésta será respetada por IU o el mismo Iglesias. Para provocar el sorpaso no se puede descartar que, como ya pasara en diciembre, el tono de mítines, intervenciones en los medios o el debate a cuatro del 13 de junio, vuelva a encenderse. Si así sucede eso no sólo podría beneficiar a Unidos Podemos y obstaculizar al mismo tiempo las aspiraciones de Rivera.

Unidos Podemos, del “sí se puede” a la “ilusión devaluada”

Pero, más allá de si Errejón y su equipo optan por una línea u otra, el contenido del proyecto de Unidos Podemos no se fraguará en estos 15 días finales de primavera. Podemos decir que ya está escrito, tanto en el acuerdo programático de 50 puntos de la coalición, como sobre todo en la práctica reciente de ambas formaciones en los meses de negociación y el escaso año de gobierno del nuevo reformismo en las principales ciudades.

En la recta final de negociación con el PSOE vimos como Iglesias, con Garzón en una segunda línea sin cuestionar nada, entregaba a Pedro Sánchez puntos tan sensibles como la derogación de la reforma laboral de 2010, el pensionazo o el copago farmacéutico. Antes habían abandonado demandas de su programa como la restructuración de la deuda o las nacionalizaciones de sectores estatégicos, y ahora con el acuerdo de cara al 26J IU se suma a la renuncia de la pelea por la república o la salida de la OTAN. Todo a cambio de un acuerdo de gobierno con el PSOE, el mismo partido que en esas mismas semanas metía en la cárcel al sindicalista del SAT y también concejal de Podemos, Abndrés Bódalo.

De esta moderación hacía gala recientemente Iglesias frente al Círculo de Economía, uno de los principales lobbys empresariales del país. Para ello quiso poner el ejemplo práctico de las ciudades donde gobierna el nuevo reformismo: “hemos reducido la deuda y aumentado el gasto público. Donde gobernamos hemos conseguido mejorar en el ranking de ciudades atractivas para la inversión”.

Lo cierto es que si los capitalistas ven en Madrid o Barcelona destinos seguros para sus inversiones es porque los ayuntamientos de Carmena y Colau los han tratado con guante de seda, como sus predecesores. Las grandes operaciones urbanísticas en marcha apenas han sufrido modificaciones, las grandes contratas han mantenido sus contratos e incluso los han renovado con idénticas clausulas, mega-eventos como el Mobile World Congres se ha desarrollado dejando como todos los años millones de beneficios en un puñado de empresarios…

Mientras tanto para “los de abajo” los nuevos ayuntamientos han tenido sobre todo muchos “vuelva usted mañana”, cuando no un enfrentamiento directo a sus demandas. Es el caso de los trabajadores de las empresas externalizadas en lucha contra la precariedad y la remunicipalización, como los autobuseros de Zaragoza, las escuelas de música y danza de Madrid, los servicios sociales de Barcelona… O el de los trabajadores de TMB contra los que Colau y su equipo lleva adelante una campaña anti-huelga más propia de Aguirre. O el caso más duro de todos, la persecución de los “manteros” con la misma policía antidisturbios que BeC prometió disolver y que ha dejado un saldo de más de 100 detenciones y un preso en la cárcel Modelo.

Las experiencia municipalista del nuevo reformismo es el ejemplo más contundente de cuales son los límites de este proyecto político que tiene muy poco de nuevo. Se trata de una redición senil de los gobierno de coalición, o con apoyo parlamentario, entre los social-liberales y la izquierda reformista que hasta ahora representaba IU. Experiencias como el Tripartit catalán o el gobierno PSOE-IU en Andalucía, de las que los trabajadores, la juventud y los inmigrantes solo podemos esperar un continuismo con las políticas de respeto a los intereses de los grandes capitalistas, la postergación de la solución de los grandes problemas sociales y hasta el recrudecimiento del pago de la crisis por los “de abajo” si así lo demanda la Troika o el Círculo de Economía.

De resolver las grandes demandas democráticas que el Regimen del 78 mantiene encorsetadas ni hablamos. El fin de la Corona no está en la agenda, el proceso constituyente tampoco y el derecho de autodeterminación se viene encauzando a un nuevo pacto autonómico como el que empezaron a negociar en paralelo Miquel Iceta y Xavier Domènech en la recta final de las negociaciones fallidas de abril.

Unidos Podemos viene pues a presentar un proyecto que podemos definir como el de una “ilusión devaluada” que aspira a ponerse al servicio de un gobierno que, como todos los habidos durante el Régimen del 78, seguirá una agenda que nada tiene que ver con la resolución de las grandes reivindicaciones democráticas y sociales que se vienen expresando en la calle desde 2011. Un proyecto que no merece el apoyo político de aquellos que aspiramos a combatir este “no hay alternativa” y la lógica del “mal menor” sobre la que se ha mantenido el bipartidismo, y que convierte a la abstención o el voto nulo en las únicas opciones posibles para plantearse la construcción de una alternativa política al nuevo reformismo.

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