¿A dónde va Grecia?

Syriza ante el momento más difícil de su gobierno. El método predilecto del banco central alemán. La política de contención del movimiento de masas en cuestión. Consejos de Larry Summers. El carácter efímero de las misiones redentoras del capital.

Como señalamos el sábado pasado, la eventual salida de Grecia de la Eurozona es una de las vulnerabilidades que amenazan la calma imagen de la economía mundial. La negociación de Syriza con la Troika alcanzó en estos días un punto extremadamente crítico. Luego del fracaso de la última reunión con el Eurogrupo, la huída de depósitos de los bancos griegos se aceleró y de continuar el ritmo alcanzado, en pocos días, el sistema financiero se enfrentaría a una bancarrota. El 30 de junio vence el mal llamado programa de “rescate” acordado por el gobierno anterior a la vez que se acumulan nuevos y viejos vencimientos de deuda con el FMI. Si el gobierno no llega a acuerdo con la Troika antes de esa fecha, no dispondría del último tramo del “rescate” con lo cual no podría efectivizar los pagos. Para el lunes fue convocada de emergencia, una nueva instancia de discusión. A la vez, el Banco Central Europeo accedió al pedido de Grecia de ampliar las líneas de liquidez de emergencia por un monto tal que permitiría evitar la quiebra precisamente hasta la próxima reunión…

Mecanismo de pinzas

El Banco Central Europeo, el FMI y la Unión Europea trabajan un dispositivo macabro mediante el cuál aprietan por un lado a Grecia en la mesa de negociación y por el otro la estrujan en el “territorio”. Tras las concesiones ya realizadas por Syriza, la Troika exige un superávit fiscal que debería obtenerse recortando las pensiones e incrementando el IVA. En la medida en que el gobierno se niega, amenazan dejarlo sin fondos. Cuestión que paralelamente repercute en los “mercados” que emprenden una carrera acelerada de retiro de depósitos de los bancos pronosticando una pronta bancarrota y alimentando el fantasma de un eventual control de capitales y salida de Grecia del Euro. Cuando parece que el sistema financiero va ahogarse, el BCE suelta unos miles de millones de euros para evitar el “Grexit” hasta la próxima negociación pautada. En el “momento oportuno” el Banco podría negarse a ampliar la línea de liquidez para exigir la rendición total. Es el método predilecto del Bundesbank (Banco Central de Alemania). La última víctima fue Chipre en 2013. En aquella oportunidad el BCE impidió el acceso de los bancos chipriotas a la financiación de emergencia con lo cual el gobierno -que se negaba a aceptar los términos del “rescate”-, acabó accediendo a cambio de una reestructuración de la deuda. Aunque el método se parece, en este caso la cuestión es incomparablemente más compleja. No se trata de cualquier gobierno sino precisamente del gobierno de Syriza que amén de haber rebajado notoriamente su programa antes de acceder al gobierno -saltado por ejemplo desde el impulso del no pago de la deuda a uno de reestructuración-, ganó las elecciones prometiendo el fin de la austeridad. No sólo Syriza enfrenta las ilusiones de importantes sectores obreros y del movimiento de masas que le dieron su confianza, no sólo enfrenta alas resistentes a “entregar todo” dentro del propio gobierno, sino que enfrenta a una Troika que para ahuyentar cualquier tipo de contagio, quiere dejar bien en claro que todo intento de frenar la austeridad está condenado al fracaso.

Rol apaciguador

Todo indica que Tsipras está muy dispuesto a nuevas concesiones. A través del coordinador del equipo negociador griego, Tsakalotos -que reemplazó en este rol al aparentemente “irritante” Ministro de Finanzas Varoufakis– hizo conocer su intensión de “reformar” las pensiones aunque no de “recortarlas”. Y ¿qué significa la reforma? Nada más ni nada menos que un recorte pero programado para un futuro alejado de las promesas electorales, a cambio de una reestructuración de la deuda. La Troika por su parte, está empeñada en desbaratar hasta las más tibias ilusiones del movimiento de masas. El rol apaciguador para el que se postuló Syriza está en cuestión. Si Tsipras cede completamente a la Troika, se arriesga a retroceder todos los casilleros avanzados. Podría provocar la indignación de sus votantes, sin descartar posibles rupturas al interior de su tropa. Si la Troika acepta que Syriza no cruce -al menos por el momento- lo que considera la nueva “línea roja” de sus promesas electorales, se arriesga a que el ejemplo cunda en los maltrechos países meridionales de la Eurozona. Se trata de una negociación in extremis. En un escenario en el cual ni Tsipras ni la Troika parecen desear una ruptura, no puede descartarse que nuevas concesiones de Syriza que le permitan salvar el “honor” -al menos por un período de tiempo-, conduzcan a un acuerdo. Aunque ese “honor” va a tener que ser lo suficientemente moderado como para que, en lo posible, resulte incapaz de provocar efectos contagio. Pero en el curso de este movimiento tenso y complejo, tampoco puede desecharse la posibilidad de que la Troika se pase de la raya y que Grecia quede finalmente fuera del Euro. Larry Summers señala en Financial Times que si bien hay buenas razones para pensar que se han establecido suficientes mecanismos como para prevenir un contagio financiero, lo mismo se dijo cuando cayó el LTCM, las hipotecas subprime y finalmente, Lehman… Aquí es cuando la actual utilización extrema del recurso de última instancia de las tasas de interés en Estados Unidos y en la mayoría de los países avanzados, podría ponerse de manifiesto como política agotada, incapaz de volver a contener eventuales nuevas catástrofes.

Larry Summers…entregar hasta la retórica

Desde su editorial del sábado en Financial Times, Larry Summers presiona por la necesidad de un acuerdo urgente, alertando sobre el escenario de riesgo que podría provocar el temido “Grexit”. Pretendiéndose equidistante y conciliador, envía recomendaciones a Tsipras, Merkel y el FMI. Por un lado les sugiere no equivocarse respecto de las consecuencias de un colapso. Le dice a Tsipras que con el fin de la ayuda europea, los cierres bancarios y los consiguientes problemas de crédito, la austeridad en Grecia se volverá mucho peor de lo que es hoy arrastrándola probablemente a la quiebra, en gran detrimento de toda su gente y su liderazgo. Le recuerda a Merkel y las autoridades de Europa que con un estado griego quebrado, Europa cobrará mucha menos deuda de la que obtendría con una reestructuración ordenada. Del mismo modo, una emigración masiva de griegos hacia el norte, pondrá a prueba los presupuestos nacionales en toda Europa. Todo esto por no hablar de los desafíos futuros como una mayor presencia de Rusia en Grecia. Al FMI le advierte que está mirando de lejos el mayor impago de un deudor en su historia.

Pero la pretensión equidistante de Summers, se disipa en las exigencias ciclópeas que le adjudica al primer ministro griego. Alexis Tsipras, tendría que hacer lo que sea necesario para proponer un acuerdo políticamente viable para sus socios europeos. Cuestión que significa –y lo señala en primer lugar-, abandonar la retórica ideológica acerca de un nuevo enfoque europeo. Debe reconocer que los problemas de Grecia fueron creados en una parte significativa por la propia Grecia dejando en claro que está absolutamente comprometido a hacer lo que sea necesario para mantener al país en la zona euro. Tiene que decir con todas las letras que aceptará incrementar el IVA y reformar las pensiones para lograr metas de superávit primario este año y el próximo, pero que espera a cambio, una promesa de recorte de la deuda en gran escala. Si este programa podría corresponderse en gran parte con las intenciones de Tsipras -que señalamos más arriba-, parece ir bastante más allá. Sobre todo en lo que respecta a la implementación inmediata de determinadas medidas y en particular…al abandono de la retórica. Por otra parte, Summers le recomienda a Merkel y a las autoridades europeas que deben hacer lo necesario para que las políticas de ajuste sean políticamente sostenibles para Grecia. Eso significaría reconocer que la gran mayoría de la ayuda financiera concedida al país heleno, ha ido para pagar a los bancos en lugar de apoyar el presupuesto. Deben ponerse de acuerdo sobre el alivio de la deuda y reconocer el grado de ajuste ya operado sobre el gasto griego. También significa anunciar su intención de acelerar el crecimiento económico en toda Europa.

Por último el FMI tendría que aceptar que no se trata de una cuestión de números sino de la alta política europea por lo que debe perseguir cualquier acuerdo que evite una ruptura. El “poeta” Summers alerta que aún siendo tarde, a menudo la noche se hace más oscura cuánto más cerca estamos del amanecer…

Syriza en su propia trampa

El problema de fondo es que las promesas de Syriza tienen fuertes elementos de contradicción en los términos: pagar la deuda –aún reestructurada-, jurar fidelidad a la zona euro y acabar con la austeridad. Todo esto no sólo en un país que –como dice Summers- está sufriendo mayor rigor que cualquier otro industrializado desde la Gran Depresión, sino y sobre todo, sin movilizar un solo griego ni un solo europeo. Por el contrario, el objeto de Syriza es apaciguar los ánimos, que los griegos vuelvan a sus casas, que no hagan más huelgas, que los trabajadores y las masas pobres de Europa, no muevan un dedo por Grecia. Si alguien guardaba alguna duda, la intención se reafirmó con el nombramiento como Ministro de Defensa de un miembro del partido de la derecha nacionalista xenófoba, Griegos Independientes. Prometiendo mantener la situación bajo control, el gobierno de Syriza se propone como estabilizador y salvador del capitalismo europeo de “sí mismo”, como con todas las letras lo afirma su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. Esto es que en un contexto de recesión y deflación europea, con la moneda atada al euro –o sea, sin poder apelar si quiera a un mecanismo tan perverso para los trabajadores como la devaluación-, Syriza quiere jugar en Grecia el rol de los gobiernos posneoliberales como los de Kirchner, Evo Morales, Chávez, Lula-Dilma, en América Latina luego de la crisis de 2001. Pero lo cierto es que dichos gobiernos triunfaron -por algunos años- en su misión pacificadora y redentora del capital en un contexto muy distinto al que enfrenta Syriza. Por un lado, su consolidación se produjo al calor de una fuerte recuperación económica mundial y posteriormente a la crisis de 2008, fueron altamente beneficiados por la recomposición de los precios de las materias primas así como por el incremento de la demanda mundial. Además el manejo nacional de las políticas monetarias les otorgó cierta libertad para devaluaciones o manipulaciones de tasas de interés que generando altas ganancias internas, permitió una recomposición relativa de la situación de los trabajadores y las masas pobres, fuertemente castigados durante las crisis precedentes. La mayoría de estos gobiernos como los de Venezuela, Brasil y Argentina, están enfrentando en el período actual sus respectivos fines de ciclo con los cuales comienza el desplome de las ilusiones reformistas. Están allí para mostrarlo, por ejemplo, los cinco paros generales en la Argentina y los levantamientos de la juventud y de la llamada “clase C” en Brasil que se iniciaron en 2013 y que en los últimos años adquirieron cada vez más la forma de huelgas obreras. Sea cual fuere el derrotero que la situación adquiera en el período próximo inmediato, en las condiciones particulares de Grecia y de la situación económica internacional, el rol apaciguador de Syriza parecería aún más efímero que el de los gobiernos posneoliberales latinoamericanos y en modo alguno puede descartarse que la paradoja programática del gobierno enfrente tarde o temprano, ya sea un colapso económico y/o la desilusión del movimiento de masas. Por suerte, y como señalamos en otras oportunidades, las fuerzas de los trabajadores y el pueblo pobre de Grecia aún están íntegras y transitando las primeras etapas de un proceso que recién comienza.

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