Germanwings: consecuencia trágica de una sociedad que destruye a los individuos

La caída del avión de la Germanwings, filial low cost de Lufthansa, que le costó la vida a 150 personas, provocó mucha emoción. Según los datos de la caja negra, sería el copiloto quien habría provocado voluntariamente la caída del avión. Una tragedia y una historia que por diferentes aspectos revelan el carácter bárbaro de la sociedad capitalista.

Varios periódicos revelaron que el copiloto, Andreas Lubitz, había sufrido un “episodio depresivo grave” en 2009 y que aún hoy estaba bajo un tratamiento específico. Por su parte la investigación reveló que Lubitz ocultó a la empresa que el día del accidente estaba de baja médica. Como afirma un psicólogo especialista en el seguimiento de los pilotos: “Las personas que sufren depresión ‘saben bien que [confesar] una depresión hipoteca la aptitud’ a volar (…) pero esto se puede esconder. Si alguien simula, no quiere que los otros se den cuenta, es ’muy difícil’ descubrir tales casos”. En el caso de Lubitz, la empresa estaba al tanto de sus problemas anteriores, lo que lo podría empujar a disimular aún más su estado de salud.

Si bien algunos periódicos evocan un “síndrome de burnout”, en la mayoría de los medios el tema es tratado bajo el ángulo del traumatismo individual, evocando una “ruptura sentimental” reciente. Claro está que este análisis sirve para desviar la investigación de una posible responsabilidad de la empresa y de las condiciones de trabajo.

En cierto modo se podría decir que las revelaciones sobre el estado de salud mental de Lubitz son una buena noticia para la patronal de Lufthansa. Es que al no tratarse de una falla mecánica o incluso de un error humano sino de un acto individual deliberado, el de un “loco”, la empresa puede desligarse de toda responsabilidad. De hecho, el director de Lufthansa insistió en varios medios de comunicación sobre “el caso particular” que constituye lo sucedido.

Sin embargo, las declaraciones de la excompañera de Lubitz parecen indicar un malestar con respecto a ciertos aspectos de su trabajo: “Hablábamos mucho del trabajo y en esos momentos se transformaba en otra persona, se enfurecía con respecto a las condiciones de trabajo: bajos salarios, miedo por el contrato [de trabajo], demasiada presión”.

Estigmatización de las enfermedades mentales, banalización del sufrimiento psicológico

Otra consecuencia de este drama es la acentuación de la criminalización/estigmatización de las personas que sufren algún tipo de discapacidad o patología mental, psiquiátrica. No sería sorprendente que el control y la represión hacia los pilotos y el personal de cabina bajo tratamiento psicológico o psiquiátrico, o que hayan estado bajo tales tratamientos, se refuercen.

Paralelamente, todo está hecho para que nadie denuncie la responsabilidad profunda de la sociedad capitalista en esta tragedia. Una sociedad cuya barbarie engendra y/o acentúa todas estas enfermedades mentales y traumatismos psicológicos.

En este caso se trata de una tragedia que le costó la vida a 150 personas. Todo parece indicar que Lubitz estrelló el avión voluntariamente, por lo que es comprensible la indignación que provoca este acto. Sin embargo, la lógica misma de una sociedad que banaliza el sufrimiento y estigmatiza las enfermedades mentales, conduce a ciertas personas a interrogarse cínicamente: “¿Por qué no se suicidó solo?”. La pregunta sería más bien: «¿Cuánta gente se suicida sola, anónimamente, sin que a nadie le importe?».

Más allá de los aspectos críticos de los tratamientos psicológicos y psiquiátricos que, en sus versiones dominantes, pueden incluso ser nefastos ya que se integran perfectamente a la lógica reaccionaria de la sociedad burguesa, es imposible de no denunciar el hecho que el capitalismo lleva a considerarlos en su conjunto como una especie de lujo.

La crisis económica mundial hace aumentar el número de suicidios, como el ejemplo de Grecia lo muestra. Los gobiernos capitalistas que aplican los planes de ajustes desmantelan poco a poco los servicios que, en los hospitales y clínicas públicas, deberían encargarse de las personas que sufren traumatismos psicológicos y enfermedades mentales. Al contrario, muchos de estos que se los designa como “locos” no conocen otros tratamientos que ser inundados de medicamentos para “estabilizarlos”, postrarlos en un estado casi vegetativo, hasta perder toda sensibilidad, toda humanidad.

Vivimos en una sociedad que engendra la “locura” y al mismo tiempo destruye todos los medios de tratarla, la criminaliza y la estigmatiza. La tragedia de Germanwings es en ese sentido una terrible consecuencia de una sociedad brutal que nos destruye no solo físicamente sino también psicológicamente. Una razón suplementaria para subvertirla en la perspectiva del establecimiento de una sociedad liberada de opresión y explotación que son la fuente de tanto sufrimiento en nuestro planeta.

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