Podemos, Gramsci y el populismo

El debate sobre el «populismo» realizado en Fort Apache (programa conducido por el eurodiputado Pablo Iglesias, líder del partido Podemos del Estado Español) es muy interesante para comprender el rescate«posmarxista togliattiano» con el que los voceros de Podemos intentan sostener una línea de continuidad entre Antonio Gramsci y Ernesto Laclau. Y así autoinvestirse como fenómeno emergente de una“situación populista» y por lo tanto como un movimiento político de carácter “populista”. Cabe aclarar que como ya se dijo infinidad de veces, «uso» de Gramsci, no necesariamente es «abuso», pero veremos que lamentablemente este no es el caso.

Un comienzo que es toda una confesión de parte: en un gesto muy poco «populista» y bastante «liberal», la referencia planteada por Iglesias y luego bendecida por Errejón es la política del PC italiano después de la Segunda Guerra Mundial. Para los referentes de PODEMOS, que consideran superada la lucha de clases del marxismo clásico, la historia «ético-política» se independiza del momento de la coerción, la fuerza y el enfrentamiento directo entre las clases (o entre el pueblo y las castas reaccionarias) e incurren en el mismo error que criticaba Gramsci a Benedetto Croce por iniciar su Historia de Europa en el siglo XIX después de la revolución y las guerras napoleónicas.

Este «error» es por otra parte muy funcional al conjunto de la argumentación. Ya que hablar del rol del PCI en la salida de la Segunda Guerra Mundial y de su política para sostener a cómo dé lugar la instauración de una democracia burguesa (bien retratada en la película Novecento), sería trazar un poco favorable paralelismo para el propio proceso de PODEMOS.

En segundo lugar, irse a reivindicar el «eurocomunismo» en Italia, permite no tener que hacerlo con el «eurocomunismo» español, que presentó su apoyo a los Pactos de la Moncloa como un equivalente del«compromiso histórico» llevado adelante por el PC italiano. Por eso el periodista Enric Juliana, el denominado por Iglesias como “gramsciano de derecha”, nombra la soga en la casa del ahorcado y les propone reivindicar la transición y especialmente el rol del PCE que luego de la“Matanza de Atocha” tenía la posibilidad de “incendiar las calles de Madrid y sin embargo no lo hizo”, a cambio de obtener al poco tiempo su legalidad e incorporarse al régimen.

Por último, cirscunscribirse a los inicios de la política «hegemónica» a la Togliatti, pero no a su desarrollo posterior, permite hacerse los distraídos sobre el ascenso obrero y popular que en Italia va del ’68 al ’79 (el más largo de Europa en esos años), en el que el PC jugó un rol ultraconservador y opuesto a los propios obreros cuya centralidad había dejado de lado en las décadas anteriores. La crisis del movimiento obrero y la izquierda italiana hoy debería llevar a reflexionar sobre que relación tiene la situación actual con toda la experiencia previa del PC de Italia.

Algo más, si bien se dice que en el Estado español la recepción de las obras de Antonio Gramsci fue tardía e influida por la operación ideológica que llevara adelante Togliatti, lo cierto es que desde 1975 existe la edición de los Cuadernos de la Cárcel de Valentino Gerratana y una profusión terrible de estudios gramscianos (muchos de los cuales están en español) que han mostrado cada vez más como el proyecto teórico de los Cuadernos no es asimilable ni a la «vía italiana al socialismo» ni al «eurocomunismo» (lo cual permite por ejemplo trabajar sobre las convergencias y divergencias entre Trotsky y Gramsci) por lo que volver a unir Gramsci con Togliatti, aunque sea para llegar al más «de moda» Laclau, no deja de ser bastante retrógrado, desde el punto de vista del marxismo, pero también desde el de cualquier investigador interesado mínimamente en la obra de Gramsci.

Sobre la relación de Gramsci con Laclau, cualquier tentativa en tal sentido debería partir de reconocer que la «hegemonía» laclausiana pega un salto al vacío respecto de cualquier «populismo» que pudiera haber en Gramsci.

En efecto, si bien Gramsci sostenía en líneas generales la hegemonía proletaria y la centralidad de la clase obrera como sujeto, su posicionamiento en el debate al interior de la URSS en 1926 contiene un cierto desplazamiento de la centralidad obrera a un bloque popular dirigido por el partido «con el punto de vista» de la clase obrera. Sobre esto nos hemos referido acá. Su posición sobre este tema en los Cuadernos es un poco ambivalente, en tanto sostiene que la hegemonía no puede ser solamente ético política sino también económica (C13 §18), con lo cual de alguna manera estaría matizando su posicionamiento anterior, no obstante mantener un tensión entre peso social y hegemonía política. En resumen, si bien es cierto que en Gramsci existe este desplazamiento, todo lo demás corre por cuenta de los que posteriormente quisieron ubicarlo como un teórico de la«hegemonía sin determinación de clase» como hicieran con distintas herramientas pero con un sentido similar José María Aricó y Ernesto Laclau.

En cuanto al uso de las herramientas teóricas de Laclau para analizar el «momento populista» que PODEMOS expresaría políticamente, resulta evidente que como al tándem de la Tuerka le está yendo muy bien, los muchachos están un poco subidos al caballo y esto genera una sobrevaloración de los efectos que generan los discursos políticos en la realidad y sus relaciones de fuerzas.

Además de lo señalado por el diputado de IU de que los «chavs» no están incorporándose a la «ciudadanía» por la vía de PODEMOS, con lo cual podríamos decir también que es un «populismo débil» o más bien un «populismo ciudadano», la exageración de la potencia creativa del discurso político pierde de vista el elemento central de todo«populismo»: la creación (o utilización) de relaciones de fuerzas sociales como fundamento de la relación de fuerzas políticas.

Tomemos el caso de un «populismo» que conocemos bastante: el peronismo. Nadie dudaría de que Perón cambió para todo un largo ciclo el discurso político argentino, creo significantes «flotantes» o como se prefiera llamarlos, empezando por el propio peronismo, que es todo y es nada. Pero también creó una relación entre el Estado y los sindicatos, que persiste hasta el día de hoy, incluso cuando el peronismo viene inclinándose hacia los votantes de clase media y la administración de la pobreza, en detrimento de los sindicatos, desde la salida de la dictadura. Perón, además tenía de su lado a los militares, por lo menos hasta el ’55. Y la reactivación económica argentina fue producto de la sustitución de importaciones durante la Segunda Guerra.

En resumen, no tenía solamente el «discurso performativo» (“El sujeto es segundo con respecto al discurso”, dice Alemán en la mesa) sino fuerzas sociales y materiales en las que apoyarse. Y si había un“vacío” relativo era en el marco internacional del ya no más del imperialismo inglés y el todavía no del imperialismo norteamericano. En este contexto, la teorización de Laclau, ex integrante de la«izquierda nacional» argentina, no deja de tener un poco de «picardía peronista»: canta loas al giro lingüístico para hacer el peronismo más digerible para los europeos, pero sabe que la única verdad (o por lo menos una parte muy importante de ella) es la realidad de los aparatos y las fuerzas materiales.

En síntesis, los rescates históricos y teóricos de PODEMOS empiezan a mostrar con qué piensan pagar la “hipoteca” (en los términos planteados por el referente de IU) que les otorgó su emergencia política. El modelo de los partidos comunistas socialdemocratizados o los populismos latinoamericanos, con los que pretenden compartir todos los defectos, sin poseer ninguna de sus “virtudes”: el anclaje social para sus maniobras. Ese es el «vacío» del significante Podemos y lo que lo puede convertir en un fenómeno episódico y acelerar su institucionalización hacia la que su dirección avanza con gusto.

No por nada en una de sus últimas intervenciones públicas, Iglesias reivindica al nuevo líder de una de las castas más eternas y retrógradas de la historia humana, pese a que hoy pase un “momento populista”: Jorge Mario Bergoglio, más conocido en el mundo como Francisco.

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