Querida corrupción: quince artistas retratan la corrupción política en Madrid

Desde el 29 de enero puede verse en Madrid la exposición Querida corrupción, comisariada por Enrique Miguélez y Manuel Silvo en la que catorce artistas mostraran sus particulares visiones sobre la corrupción. El proyecto podrá ser visitado hasta el 15 de febrero en el Espacio Trapezio (Calle Augusto Figueroa, 24).

El proyecto llega en un momento de enorme descrédito para los partidos políticos tradicionales, esa “casta política que se encuentra inmersa en múltiples escándalos de corrupción.

El proyecto ha sido impulsado por Politicians For Change, ONG que tiene como finalidad dar visibilidad a esta corrupción política. En los últimos años han sido muy notorios los casos de corrupción política en el Estado español, por lo que no extraña la aparición de este tipo de movimientos. Politicians For Change se define como “un movimiento que lucha contra la corrupción política a través del arte”.

Con este sentido nace Querida corrupción. La cercanía que nos supone a quiénes vivimos en el Estado español, ver los rostros de Carlos Fabra, Jordi Pujol, Jaume Matas o Antonio Romero Gómez es tal que el proyecto expositivo, intenta no solo poner cara a la corrupción, sino además “delinear la cartografía de la realidad política, a través de las experiencias concretas”. Nuevas visiones de estas “caras familiares” que algunos artistas han querido mostrar.

Entre los corruptos representados se encuentran figuras de lo más variopinto y de distinto signo político. Desde Rafael Blasco Castany, político de extenso currículum quién comenzó a militar en el PCE (Partido Comunista Español) después pasó por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y finalmente concluyó su carrera política en el PP (Partido Popular). O Rafael Vera, quién fue secretario de Estado para la Seguridad del Gobierno de España presidido por Felipe González. Jose Antonio Morales Cara (PSOE), o José Toja Parajó.

Los artistas encargados de presentarnos a estos personajes son Julián Barón, Álvaro Bernis, Angie Bonino, Arantxa Boyero, Juan Francisco Casas, Josechu Dávila, Antonio Franco, Carlos González-Castrillo, Diana Larrea, Cristina Llanos, Ugo Martínez Lázaro, Eugenio Merino, NOAZ, Iván Solbes y Laura Tejedor.

La idea se centra en poder denunciar a este tipo de prácticas a través de distintas herramientas y mecanismos, en este caso el arte, de este modo toma fuerza en la exposición. Casi de desquite podemos ver “humillados” en este espacio artístico a aquellos que “se han reído” de nosotros. Todos los retratados han sido condenados judicialmente pero al leer las carteleras que acompañan las obras, donde se hace alusión al retratado, vemos que muchos de ellos han sido indultados. Así los artistas reflexionan en como percibimos y asumimos la corrupción.

“Agitar la conciencia política de los ciudadanos” es lo que se proponen estos aristas con imágenes tan sugerentes como la moneda conmemorativa de Jordi Pujol en la que se puede leer “Jordi Pujol, 30 años robando a saco” de Eugenio Merino, la imagen de la performance que Arantxa Boyero dedica a Jaume Matas, o la “Diana del induldómetro” con el rostro de Josep María Servitje en el centro, obra de Angie Bonino.

Frente a la impunidad de estos políticos corruptos, los artistas ven cómo su práctica artística se ve afectada por la censura institucional. Una censura en algunos casos encubierta como han expresado la artista Diana Larrea en algunos medios. “En los cinco últimos años me he radicalizado sobre los problemas sociales, pero es algo que en las instituciones públicas no aparece. De ahí viene la censura”. E incluso llegando a censurar de manera directa como ocurrió en febrero de 2014 con la exposición de Ausín Saiz, la cual fue revocada por el ayuntamiento de Salamanca por considerarla “no apta para el público” al contener imágenes de personajes cercanos a la corruptela ibérica como Bárcenas o la Infanta Cristina.

La dificultad que tienen los artistas que centran su trabajo en temas sociales y políticos para mostrar su obra es notoria. Espacios fuera de los circuitos comerciales e institucionales son los únicos lugares donde el “arte molesto” puede ser mostrado y disfrutado. En palabras de Daniel Silva, uno de los comisarios de la muestra “El mercado no tiene ningún interés en generar polémica”.

 

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