21-D: sacar lecciones del movimiento democrático catalán y luchar por una perspectiva de independencia de clase

El procesisme presenta el 21D como la batalla definitiva para derrotar el 155, pero su dirección y su estrategia es el principal obstáculo para conquistar la república catalana. Retomar la lucha del 1-O, el 3-O y el 8N sobre las lecciones que dejan planteados estos dos intensos meses de lucha.

El próximo 21 de diciembre tendrán lugar las elecciones catalanas del 155. Unos comicios impuestos por el PP, el PSOE y Cs -con el apoyo del Rey y la Judicatura- como barniz “democrático” al golpe institucional en curso, con el que se pretende liquidar al movimiento independentista.

La destitución del gobierno catalán, el encarcelamiento de los consellers y los “Jordis”, las más de 800 querellas contra alcaldes, profesores y activistas o los más de 800 heridos del 1-O, han sido algunas de las medidas represivas con las que el Régimen del 78 está tratando que la lucha por el derecho a decidir, que tras el 1-O se ha convertido en la lucha por el derecho a constituir una república independiente, quede definitivamente “fuera de agenda”.

Desde la CRT denunciamos desde el primer momento estas elecciones y consideramos que era necesario que el movimiento democrático catalán las rechazara llamando a boicotearlas, defendiendo por medio de la más amplia movilización y autoorganización obrera y popular la república proclamada el 27O. Lamentablemente, el conjunto de los actores del movimiento independentista no optaron ni por una cosa ni por la otra, asumiendo las elecciones a la vez que la dirección del procesisme y el mismo Govern se negaban a tomar ninguna medida para enfrentar el 155 y hacer efectiva la república.

Por su parte, el espacio de los “comunes” liderado por Podemos, ha terminado su proceso de integración en el Régimen del 78 presentándose como su “ala reformadora”. Después de haberse negado a reconocer los resultados del 1-O o equiparar su efectivización con el golpe institucional del 155 y toda la escalada represiva que le acompaña, apuestan por dejar “fuera de agenda” la cuestión catalana encorsetándola bajo la promesa de un “referéndum pactado”… con el mismo Estado que acaba de aplastar brutalmente el derecho a decidir.

Si bien el bloque monárquico -PP, PSC y Cs- quiere revalidar y legitimar su golpe en las urnas con una derrota del voto independentista, no consideramos que una victoria electoral del bloque soberanista por sí sola supondría una derrota del 155. Rajoy y la Judicatura han dejado claro que su plan es seguir aplicando medidas excepcionales para imponer una restauración reaccionaria y recentralizadora del Estado. “En España la ley se cumple y así va a seguir siendo”, ha dicho sobre los posibles resultados del 21-D.

La única vía para poder derrotar el golpe institucional, defender el mandato del 1-O y poder abrir un verdadero proceso constituyente en Catalunya, pasa por retomar el camino del referéndum del 1-O, y las huelgas generales del 3-O y el 8-N. Pero no como una repetición, sino sobre las lecciones que dejan planteados estos dos intensos meses de lucha, en los que cientos de miles de catalanas y catalanes estuvieron en la acción muy por delante de lo que estuvieron todas las direcciones políticas del “procés”.

La principal de estas lecciones es que con los partidos históricos de la burguesía y la pequeña burguesía catalanas (PDeCAT y ERC) al frente de esta lucha democrática, no se podrán conseguir las justas aspiraciones del pueblo catalán. Como han reconocido, estos dirigentes se negaron categóricamente a impulsar la movilización social necesaria para hacer frente a la represión estatal. Hoy ya anuncian que abdican de la vía unilateral y se disponen a volver al “autonomismo” y la vuelta a un diálogo imposible con el Estado central.

Desde nuestra organización venimos señalando desde 2012 que esta dirección iba a terminar llevando al movimiento catalán a un callejón sin salida. Lo profundo del mismo, y el salto en la acción que ha protagonizado desde el 20S, les llevó más lejos de lo que se podía esperar de ellos: la proclamación de la república.

Pero en el momento decisivo, como era de esperarse, primó su carácter de clase. Los representantes de la burguesía catalana no iban a alentar ninguna lucha revolucionaria para conquistar la república, menos cuando los sectores más concentrados de su clase le dan la espalda abiertamente y son parte de la guerra económica del Régimen. Una movilización de este tipo, con epicentro en las clases populares, infunde pavor en los líderes políticos del procés, mucho más que la represión del Estado, ya que una vez puesta en marcha es posible que quienes pusieran el cuerpo para hacerla posible quisieran discutir también el carácter mismo del nuevo estado.

Sobre esta base, y dado que el conjunto del movimiento asumió el 21D como la siguiente “batalla”, desde la CRT llamamos a la CUP a que abriera sus listas a los activistas de los CDR, de las ocupaciones de colegios, del movimiento estudiantil y del sindicalismo alternativo, que acababan de hacer una amarga experiencia con la política de la dirección del procés, con el objetivo de poner en pie una candidatura que se propusiera luchar por una república de los trabajadores y un programa anticapitalista. Esto suponía asumir la más absoluta independencia política de ERC y el PDeCAT, y poner en el centro desarrollar la movilización y la autoorganización obrera y popular. Es decir, una política muy diferente a la llevada adelante por la CUP de “mano extendida” hacia Junts pel Sí y subordinación a la hoja de ruta institucional dictada desde el Govern en estos meses.

Finalmente, la CUP-CC decidió presentar sus propias listas y un programa que consideramos que no extrae esta lección fundamental después de más de 5 años de procesisme. Si bien apuesta por hacer efectivo el mandato del 1-O -construir la república- y el fortalecimiento de la movilización obrera y popular, liga esto a reincidir en su política de “mano extendida en lo nacional” con la propuesta de un gobierno republicano conformado por todas las fuerzas independentistas, es decir junto al mismo PDeCAT y ERC que acaban de traicionar la república que ellos mismos proclamaron ante la imposibilidad de acordar unas elecciones autonómicas que evitaran el 155.

También la CUP propone una serie de medidas sociales que compartimos, como la expropiación de los pisos de la banca, la nacionalización de sectores estratégicos para desplegar o un plan de choque contra la crisis, para lograr ampliar la base social de apoyo a la lucha por la república. Sin embargo, estas medidas no pueden ser creíbles si los socios con los que se pretenden aplicar son los herederos del pujolismo o el Tripartit, con lo que difícilmente su mera defensa en una campaña electoral logre la tarea estratégica de sumar a esta lucha democrática a los importantes sectores de la clase obrera que aún no son parte.

El mantenimiento de esta lógica de “mano extendida”, o “unidad nacional”, queda más que claro con asumir que el proceso constituyente al que se aspira es el contenido en la “Ley de Transitoriedad”, que marca un proceso constituyente de la “ley a la ley”, con una agenda limitada por diversos órganos “participativos” y que no propone ninguna medida elemental para garantizar que sea libre y soberano, como por ejemplo el control de capitales o la nacionalización de la banca privada para evitar que “los mercados” dicten que se puede y que no discutir.

Desde la CRT no compartimos el grueso de la estrategia que desprende el documento programático de la CUP, pues consideramos que no rectifica una política que ha impedido que la izquierda independentista se pudiera poner a la cabeza de la conformación de una alternativa de dirección del procés anclada en las clases populares y sus métodos de lucha, cuando la dirección burguesa ha mostrado a todas luces su bancarrota. La lógica de la “unidad nacional” y el presionar al Govern, sólo ha contribuido a que el gran movimiento democrático de estos meses haya sido usado como base de maniobra para la hoja de ruta de Puigdemont y Junqueras.

Somos conscientes de que el 21D habrá miles que irán a votar compartiendo parte o el conjunto de las mismas lecciones que planteamos, y que parte del voto a la CUP expresará a muchos de los que se niegan a seguir apoyando la dirección procesiste, su hoja de ruta e incluso con posiciones muy críticas hacia la política de la misma CUP. Desde la CRT queremos abrir un diálogo sincero y fraternal con todos estos sectores para debatir las lecciones de los dos últimos meses y, fundamentalmente, discutir como plantear una perspectiva anticapitalista y de independencia de clase hacia el futuro. Por ello, llamamos a votar críticamente a la CUP, sin con ello asumir su programa y estrategia.

Después del 21D la lucha contra la represión del Estado, la restauración reaccionaria del Régimen del 78 auspiciada desde la Corona y por hacer efectivo el resultado del 1-O seguirá planteada. Para nosotros es urgente que se abra un debate profundo en la izquierda independentista y anticapitalista, junto a los sectores de izquierda de los CDR y el activismo surgido en estos meses, sobre cuál debe ser la nueva hoja de ruta desde los sectores populares y la clase trabajadora.

La CRT lucha por una república catalana que sea obrera y socialista. Como defendimos durante los últimos meses, para nosotros la lucha por la república no puede separarse de la lucha por su contenido social, es decir, qué clase es la que detenta el poder político. Por ello luchamos por un proceso constituyente verdaderamente libre y soberano, impuesto desde la movilización y la autoorganización obrera y popular, en el que poder discutir, entre otras medidas urgentes, el reparto de horas de trabajo sin reducción salarial para acabar con el paro, la nacionalización bajo control obrero de la banca, los sectores estratégicos y las grandes empresas o impuestos a las grandes fortunas para financiar la educación, la sanidad y los servicios públicos.

Solo con un programa así será posible ganar y despertar las fuerzas sociales necesarias para derrotar el Régimen del 78, la clase trabajadora y los sectores populares. Y solamente así se podría soldar una unidad en la lucha con el resto de trabajadores del Estado español para poder acabar con la Corona, abrir procesos constituyentes en todo el Estado y avanzar hacia una federación de repúblicas socialistas en toda la península.

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