El retorno del movimiento obrero y la vuelta fantasmagórica de León Trotsky

El movimiento obrero está de vuelta. Creyéndose su propia ideología que invisibiliza adrede a los trabajadores, la burguesía y los medios de comunicación ven el retorno de las huelgas, de los piquetes, de la relación de fuerza como si los marcianos hubieran descendido sobre la tierra.

Está tan atrasado con respecto a la realidad y a la derecha el sistema político y la superestructura francesa que la entrada con fuerza de la clase obrera no solo los sorprendió, pues no se la esperaban —discutiendo y elucubrando hasta el cansancio las distintas combinaciones politiqueras de la próxima campaña electoral de 2017—, sino que los dejó estupefactos.

Una muestra extrema de esta sensación de desamparo y temor es la de Olivier Mazerolle. Este es un experimentado periodista, que fue durante años el principal editorialista de BMF, la principal cadena de TV en directo de Francia, de enorme peso mediático. En su última columna semanal, escribe enigmáticamente a sus lectores de La Provence “bien l’bonjour de Léon”. Leyéndola nos enteramos que León es el mismísimo León Trotsky, el principal dirigente de la Revolución rusa junto a Lenin, de la que el año que viene se cumplen 100 años.

Añorando a la CGT estalinista que traicionó el Mayo de 1968

Mazerolle añora a la vieja y monolítica CGT. Es que ésta seguía al pie de la letra la máxima de uno de los referentes históricos del Partido Comunista, Maurice Thorez, cuando afirmó, para terminar con la sublevación obrera de 1936, que «Hay que saber acabar una huelga cuando se ha obtenido satisfacción».

Esta práctica la demostró con creces la CGT dirigida por los antiguos dirigentes estalinistas del PCF tanto durante la revolución proletaria de 1936, —como posteriormente en 1968—, en la que, a cambio de algunas reformas, salvó al capitalismo y al Estado francés con los Acuerdos Matignon y Grenelle respectivamente.

En palabras de nuestro periodista: “En mayo del 68, la CGT había roto con el comportamiento errático de los estudiantes, lo que le permitió, a pesar de la victoria electoral de la derecha mantenerse como interlocutor indispensable”. Incapaz de dar una explicación coherente del comportamiento de la actual dirección de la CGT que contrariamente a la descripción de Mazerolle sigue siendo fiel a la conciliación de clases, al igual que sus viejos confrères del PCF en la que alguna vez militó Martínez, afirma alucinado: “Esos días han pasado. Atrás han quedado la cautela burocrática estalinista hostil a los golpes de póquer, y de regreso a León Trotsky, con su teoría de la revolución permanente, en todas partes y siempre, hasta la victoria del socialismo”.

Un alerta a un eventual gobierno de derecha

Y viendo que el despertar del movimiento obrero podría tener consecuencias durables, en especial para el próximo gobierno de derecha y sus planes de contrarrevolución social que uno a uno alardean sus candidatos a la primaria, los alerta a estos a no jugar con las desgracias del actual gobierno.

Mazerolle les aconseja de la siguiente manera: “La ley burguesa prohíbe bloqueos. La ley social los exige. La ideología trotskista es minoritaria. Pero buscando de poner las manos sobre los sectores estratégicos, la energía, el transporte, ella se da los medios de combate. La mayoría de las encuestas de urnas le es indiferente. Es por eso que la derecha debe preocuparse de no hundir al gobierno de Valls en esta batalla con el cuchillo entre los dientes. El triunfo de los métodos trotskistas podría anunciar su propia impotencia en caso de regresar al poder”.

Dentro de su delirio, hay una cosa de la que Mazerolle no se equivoca: el desarrollo del trotskismo, es decir del marxismo revolucionario de nuestra época de crisis, guerras y revoluciones, está ligado a la suerte de la clase obrera. Si esta comienza a levantar la cabeza, el trotskismo debería ponerse a la ofensiva dejando atrás la búsqueda de atajos oportunistas y la pasividad derrotista que se desarrollaron en la extrema izquierda hexagonal, en especial después de la derrota del ascenso de 1968 a 1980, y que en Francia fueron los años oscuros de Mitterrand. ¿Estarán escuchado el mensaje los partidos que proviene de esta tradición revolucionaria? Esperemos.

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